Primer contacto (V)

En efecto, no basta con la Agricultura para erigir una civilización compleja. Es necesario domesticar animales.

Nuestro primer compañero de fatigas fue el perro. Camina y ladra (y defeca) a nuestro lado desde mucho antes de que nos hiciéramos agricultores, cuando vagábamos nómadas por la Tierra, y ha contribuido a hacernos más humanos. Sin embargo, lo que sostiene a una civilización compleja no son los carnívoros, ni las aves de corral. Según Jared Diamond, son los grandes mamíferos herbívoros; animales que viven en manadas con cierto grado de jerarquía interna, como los caballos, vacas, cabras, ovejas…

Los grandes herbívoros son una fuente segura de carne, es decir, de proteínas de gran valor nutritivo, pero no sólo eso. Proporcionan leche, cuero, lana, estiércol y, sobre todo, trabajan para nosotros.

La domesticación de caballos y bueyes supuso un salto cuántico para nuestra especie, el impulso que necesitaba la civilización. Al poder arrastrar un arado, incrementaron la eficacia agrícola: se podían roturar más tierras de manera más rápida. También podían tirar de un carro y llevar cargas imposibles de transportar para un ser humano. Incluso podíamos cabalgar sobre ellos, viajar más rápido que nunca, o convertirlos en armas de guerra.

Claro, no todos los herbívoros se dejan domesticar, o su cría resulta rentable. Algunos tienen un carácter irascible, o tímido, o muerden, o cocean, o se niegan a comer si los encierras. Muchos intentos de domesticación terminaron en fracaso. Jared Diamond hizo cuentas, y afirma que nuestros antepasados tuvieron éxito en 14 ocasiones: cabras, vacas, ovejas, yaks… Pues bien, sólo uno de estos animales fue domesticado originariamente en América: la llama. En Norteamérica y Mesoamérica, ninguno. Los otros 13 casos de domesticación tuvieron lugar en el Viejo Mundo.

olakaseLa llama, único gran herbívoro domesticado en América antes de la Conquista (fuente: http://www.tumblr.com)

¿Por qué?

La respuesta es simple: mala suerte.

Después de las glaciaciones y de que los cazadores-recolectores acabaran con buena parte de la megafauna, los primeros ganaderos tuvieron que probar suerte con los animales que había en las regiones que habitaban. Y por azares de la geografía y la fauna, la mayor parte de grandes herbívoros domesticables se habían quedado en Eurasia. La única excepción fue la llama sudamericana.

Sin grandes herbívoros mansos a su disposición, los americanos partieron con una desventaja insalvable, y no sólo por la mayor dificultad para abastecerse de proteínas. Pongámonos en el lugar de los aztecas, por ejemplo. Sus éxitos de domesticación se redujeron al perro y al pavo. Sin bestias para tirar del arado (es inviable arar un campo con una yunta de pavos o perros), la siembra debía hacerse a mano, con una eficiencia mucho menor. Muchos terrenos son imposibles de roturar sin la potencia muscular de una yunta de bueyes. El rendimiento y, por tanto, los excedentes son menores. La densidad de población que pueden sustentar las cosechas se reduce.

Y sin animales de tiro, ¿qué sentido tenía construir carros con ruedas? Las mercancías debían transportarse a hombros humanos o mediante parihuelas. Tampoco había caballos para montar sobre ellos. Los grandes herbívoros permitieron a las culturas euroasiáticas disponer de una capacidad de trabajo que las precolombinas no podían ni soñar, acarrear cómodamente grandes cargas, viajar más rápido.

Asimismo, no disponer de grandes herbívoros domésticos mató a más del 90% de los americanos.

Como ya dijimos en anteriores entradas, lo que liquidó a la mayor parte de la población nativa no fue el acero, sino la enfermedad. Plagas como la viruela o el sarampión diezmaron a los indígenas americanos, facilitando la conquista europea. Carecían de defensas frente a ellas.

¿Por qué?

La respuesta está en el ganado.

Muchas enfermedades, como la gripe sin ir más lejos, se originan en animales domésticos, mutan y saltan a los seres humanos. Durante milenios, en Eurasia nuestros antepasados convivían con vacas, cabras, pollos y cerdos, muchas veces en las propias casas. Además, la densidad de población era alta, dado que la civilización se había desarrollado antes, permitiendo el surgimiento de ciudades donde la gente vivía hacinada.

Era el entorno ideal para la propagación de epidemias, que podían llegar a convertirse en pandemias. Bacterias y virus saltaban alegremente de los animales a las personas, y se propagaban con rapidez y eficacia.

Burying Plague Victims of TournaiEntierro de víctimas de la peste (fuente: es.wikipedia.org)

Desde que existen registros históricos, Eurasia se ha visto afligida por terribles pandemias. Baste un ejemplo: la peste negra pudo matar al 60% de los europeos en el siglo XIV. Lógicamente, en toda población con diversidad genética habrá individuos más resistentes a las enfermedades que otros. Los supervivientes transmitirán sus genes a la descendencia. Por tanto, a la larga, la exposición a las enfermedades acabará seleccionando a los individuos resistentes. Darwinismo puro y duro.

En América, al carecer de ganado doméstico y con una menor densidad de población, no se dieron las circunstancias para la proliferación de las epidemias. Por tanto, no hubo ocasión para que se seleccionaran los genes de resistencia. Cuando llegó la viruela a América, no halló oposición.

En fin, los americanos tenían todas las de perder. Y por si faltaba algo, la geografía también se conjuró contra ellos. Lo estudiaremos en la próxima (y última) entrada de esta serie.

Primer contacto (IV)

Hemos visto que para el desarrollo de una civilización compleja es necesaria una Agricultura basada en plantas con semillas que se puedan almacenar con facilidad. Tal circunstancia se dio en varios lugares de Eurasia y América. Pero…

Cuando contemplamos lar ruinas que nos legaron las civilizaciones precolombinas, con sus pirámides y templos que rivalizan con los del antiguo Egipto, nos maravilla la destreza de sus constructores. El ingenio humano es universal; sin embargo, si comparamos fechas, nos damos cuenta de que las civilizaciones de Eurasia y norte de África son mucho más antiguas. Por el motivo que fuere, empezaron antes la carrera hacia la complejidad.

TenochtitlanModelMaqueta de Tenochtitlán (fuente: es.wikipedia.org)

Los imperios precolombinos son recientes. Tenochtitlán, la capital azteca, fue fundada en 1325. Manco Cápac, el primer soberano inca, pudo empezar su reinado en torno a 1200. Estamos hablando de culturas con tecnología, como mucho, de inicios de la Edad del Bronce. Para situarnos en el tiempo, en 1212 tuvo lugar al otro lado del Atlántico la batalla de las Navas de Tolosa, donde los reyes cristianos derrotaron a los almohades que controlaban buena parte de la Península Ibérica. Una batalla épica, con cargas de caballería y armas de acero. En Eurasia, los distintos pueblos llevaban milenios matándose entre sí, con notable inventiva.

El caracol de Chichén ItzáObservatorio de El Caracol en Chichen Itzá (fuente: es.wikipedia.org)

La época dorada de los mayas fue algo anterior. Eso sí, los mayas tuvieron sus altibajos. Cada vez que alcanzaban altas cotas de civilización (periodos Preclásico, Clásico y Postclásico), el agotamiento de los recursos o las feroces guerras civiles provocaban el abandono de ciudades otrora florecientes. Para situarnos, la ciudad de El Mirador, del periodo Preclásico, fue abandonada en torno al año 150 de nuestra era. Tikal, una de las principales ciudades mayas clásicas, floreció de los siglos III al XI. En cuanto a Chichen Itzá, la ciudad más destacada del Postclásico, con sus pirámides (la más famosa, del siglo XII) y su observatorio astronómico (siglo X)…

En cuanto a Teotihuacán, era una ciudad en ruinas cuando los primeros mexicas acertaron a pasar por allí. A ellos les pareció la ciudad de los dioses, un lugar tan antiguo como el tiempo. Sin embargo, su edificio más emblemático, la pirámide del Sol, se construyó durante los siglos I a II. O sea, en el apogeo del Imperio Romano. La ciudad alcanzó su máximo esplendor en el siglo VII, pero a partir de ahí comenzó un declive que condujo a su colapso. Para el siglo IX estaba prácticamente deshabitada.

Zonnepoort tiwanakuPuerta del sol de Tiwanaku (fuente: es.wikipedia.org)

Por supuesto, hubo civilizaciones precolombinas anteriores. En Sudamérica, la cultura más longeva fue la tiahuanaco. A los aficionados a las teorías sobre dioses astronautas les sonará el nombre de Tiahuanaco (o Tiwanaku), con su famosa puerta del sol, templos, monolitos… Aunque según ciertos historiadores Tiahuanaco fue fundada en 1580 a.C., no dejó de ser una aldea hasta el siglo II de nuestra era, cuando comenzó un espectacular (y monumental) desarrollo urbano. Es decir, en tiempos del Imperio Romano.

20041229-Olmec Head (Museo Nacional de Antropología)Cabeza olmeca (fuente: es.wikipedia.org)

Muchos consideran a la olmeca, conocida por sus monumentales cabezas de piedra, como la cultura madre de las civilizaciones mesoamericanas. Floreció del 1200 a.C. al 400 a.C. Al otro lado del mundo, en Egipto, en el 1200 a.C. subía al trono Seti II, de la XIX dinastía. Por aquella época, Egipto comenzaba su decadencia, acosado por los Pueblos del Mar, tras haber pasado por los Imperios Antiguo, Medio y Nuevo. La Gran Pirámide había sido terminada el 2570 a.C. Casi catorce siglos antes, que se dice pronto. Y si nos fijamos en Mesopotamia, en el 1200 a.C. ya habían pasado por allí, fundado grandes ciudades y desaparecido los sumerios, acadios, babilonios, el reino Mitani… Los asirios resistían los embates de los Pueblos del Mar, que, como quien no quiere la cosa, habían contribuido al colapso del imperio hitita, entre otros.

En resumen, la civilización comenzó mucho antes en el Viejo Mundo. En Mesopotamia, la cultura de Uruk (del 3800 al 3200 a.C.) inventó la rueda y la escritura, desarrolló una sociedad compleja y al final del periodo empezó a utilizar el bronce. El Periodo Dinástico Temprano de Egipto se inició el 3100 a.C. Pocos siglos después, en torno al 2650 a.C., el arquitecto Imhotep diseñó el complejo funerario de la Pirámide Escalonada de Saqqara, considerado el primer gran complejo monumental de piedra del mundo.

Pero en la zona del Creciente Fértil y aledaños hubo pueblos desde milenios atrás. Damasco, la actual capital siria, pudo estar ocupada desde el 6300 a.C. En Jericó ya había asentamientos con casas de ladrillos el 8000 a.C. Y estas fechas se quedan cortas frente al santuario megalítico de Göbekli Tepe, en Turquía. El sitio pudo estar ocupado antes del 11000 a.C. Sí, antes incluso de la revolución neolítica.

Gobekli Tepe 2Monolito de Göbekli Tepe (fuente: es.wikipedia.org)

En resumen, pese a que en América existía una agricultura basada en cereales y legumbres, en Asia y Egipto llevaban milenios de adelanto. Además, las diferencias no son sólo temporales. Las culturas precolombinas exhibían ciertas carencias llamativas.

Desconocían la metalurgia del hierro. Cuando en Mesoamérica surge la cultura olmeca (1200 a.C.), en el Mediterráneo y Oriente Próximo los Pueblos del Mar ya estaban poniendo patas arriba todo el mundo antiguo. Sus armas de bronce mejoradas, así como las de hierro (caso de los filisteos, por ejemplo) hendían las corazas de bronce de sus enemigos con facilidad. Insistamos: cuando en América se originaban las primeras culturas, el Viejo Mundo ya estaba de vuelta y entraba en una edad oscura, con el colapso de imperios en algunos casos milenarios.

La escritura era conocida por los mayas, pero su uso no se difundió por América. El resto de civilizaciones precolombinas eran analfabetas.

En Mesoamérica conocían la rueda, tal como muestran los hallazgos de ciertas figurillas. Y pese a eso, no la usaban para el transporte, que se efectuaba a pie, y las mercancías se llevaban a hombros de porteadores.

Podríamos poner más ejemplos de invenciones que en Eurasia se utilizaban desde hacía muchos siglos y eran desconocidas en América, como el arado. O grandes barcos capaces de surcar los océanos. O la pólvora.

¿Por qué?

Para que se dé una civilización con tecnología avanzada se necesita algo más que la Agricultura. Y en ese aspecto, los americanos tuvieron muy mala suerte.

Primer contacto (III)

Retomemos el tema del choque entre civilizaciones. Como vimos, en ese «primer contacto» conocido como Conquista de América, las culturas de ambos lados del Atlántico exhibían grados de complejidad muy diferentes. Si la inteligencia humana es similar en los diversos tiempos y lugares, ¿por qué existía esa desigualdad? Más aún: incluso hoy encontramos sociedades de cazadores-recolectores junto a otras capaces de enviar naves espaciales más allá del Sistema Solar. ¿Cuál es la razón?

Para explicar el origen de la desigualdad es necesario retroceder en el tiempo hasta hallar una época en la que todas los seres humanos mostraban un nivel equivalente de progreso. A partir de ahí, ¿qué detuvo a algunos y permitió el predominio de otros?

Hace unos 13.000 años, tanto en América, Eurasia, África u Oceanía los seres humanos funcionaban de forma similar. Éramos cazadores-recolectores, organizados en grupos reducidos y nómadas. Vagábamos de un sitio a otro, dependiendo de los recursos disponibles. No echábamos raíces; cuando la comida escaseaba, agarrábamos nuestras escasas posesiones y nos largábamos. Y así fue hasta que apareció la Agricultura.

¿Domesticamos nosotros a las plantas o fue a la inversa (como comentamos en otra entrada)? En cualquier caso, la revolución agrícola no ocurrió en un único lugar. La gente es lista, y la idea surgió en varios continentes de forma independiente, con cultivos distintos. En el siguiente mapa, tomado de la Wikipedia, se indican los centros primarios de origen de la Agricultura:

Agriculture Beginning

La Agricultura fue el primer paso hacia la civilización. Nos hizo sedentarios. A cambio, aumentó la productividad, lo que permitió un incremento de la población al tiempo que disponíamos de excedentes de alimentos. Eso liberó a ciertos individuos, que pudieron especializarse en oficios concretos: tejedores, alfareros, metalúrgicos, soldados, sacerdotes… La sociedad ganó en complejidad, al tiempo que había personas que podían dedicarse a investigar, a llevar a la práctica nuevas ideas. La civilización se había puesto en marcha, y no iba a detenerse. Los cazadores-recolectores no tuvieron otro remedio que ir cediendo terreno. Hoy quedan muy pocos, y su futuro no es halagüeño.

Sin embargo, si consultamos el mapa comprobamos que no en todos los centros de origen de la Agricultura se desarrollaron civilizaciones con tecnología avanzada. Fijémonos, por ejemplo, en Nueva Guinea. Pese a ser uno de los centros agrícolas más antiguos, no se originó una civilización equiparable a las euroasiáticas o a las americanas.

¿Por qué?

La razón no tiene nada que ver con la inteligencia de los nativos de aquella isla. Simplemente, tuvieron mala suerte.

Los primeros agricultores debieron apañarse con las plantas que la naturaleza les proporcionaba. Cada región posee una flora diferente. En Nueva Guinea, la Agricultura tuvo que basarse en raíces y tubérculos comestibles. Aparte de que no son tan ricos en nutrientes como los cereales o las legumbres, su cultivo es laborioso y, sobre todo, no pueden almacenarse largo tiempo porque se pudren con facilidad. Así, no se producen excedentes, ergo…

Para que se inicie la civilización, se requieren cultivos que den semillas que puedan almacenarse durante meses o años: básicamente, cereales y legumbres. En el Creciente Fértil y zonas de influencia (el Mediterráneo, por ejemplo), los agricultores se encontraron con cereales como el trigo y la cebada, más legumbres diversas (lentejas, garbanzos…). En China, arroz, soja, etc. En América, maíz y frijoles…

En suma, Eurasia y América partían con ventaja. Los agricultores tuvieron a su disposición buenos cereales, legumbres y otros cultivos. Todos ellos conocían su oficio. Entonces, ¿por qué los europeos tenían armas, gérmenes y acero que vencieron a los americanos? ¿Cuál fue la clave del éxito de los primeros y de la ruina de los segundos?

¿Quién domesticó a quién? (y III)

Por supuesto, los cereales no son los únicos vegetales que cultivamos (o que nos usan para que los cultivemos). En otras familias botánicas hay ejemplos notables: cucurbitáceas, solanáceas, crucíferas, etc. Además, nuestros ancestros no sólo domesticaron plantas, sino también animales y hongos. Sin embargo, los cereales son los más importantes, no sólo como fuentes direstas de alimentación, sino también de forma indirecta (ya que los animales que comemos se alimentan a su vez de pastos y grano).

Considerar que los cereales nos domesticaron a nosotros, en vez de a la inversa, no es nuevo. La idea ya fue sugerida por el conocido naturalista y divulgador David Attenborough en una de sus series documentales para la BBC, La vida privada de las plantas (el libro se publicó en español en 1995).

vpplantasAsimismo, también se recoge en el libro de Yuval Noah Harari, De animales a dioses (publicado en español en 2014).

anim_diosesLlama la atención que nos dejáramos domesticar por los cereales. ¿Acaso nuestros antepasados no se dieron cuenta de que con la agricultura vivían peor que cuando eran cazadores-recolectores? Alimentación más pobre, menor esperanza de vida, mayores amenazas…

Hay una historia (cruel) sobre la manera más adecuada de hervir una rana sin que ésta se escape de la cazuela. Si tratas de meter al pobre bicho en agua hirviendo, nada más tocar la superficie del líquido saltará y huirá. En cambio, si le ofreces una cazuela con agua fresquita, se dedicará a nadar felizmente en ella. A continuación sólo tienes que ir calentando poquito a poco el agua, de manera imperceptible. La rana no percibirá el aumento de temperatura hasta que sea demasiado tarde.

Algo así sucedió con la agricultura. Los cambios acaecieron poco a poco, generación tras generación. Cuando nuestros antepasados quisieron darse cuenta, ya no había vuelta atrás. Estaban atrapados. La agricultura los obligaba a permanecer en un lugar, al que debían defender con uñas y dientes. La población aumentó, por lo que no cabía volver a los métodos tradicionales de caza y recolección. Éramos demasiados. Tan sólo podíamos huir hacia adelante, y eso hicimos.

Puestos a seguir con reflexiones ociosas, algo similar pasa con la tecnología. Hemos dejado que se infiltre en nuestras vidas, y ya no podemos concebir la existencia sin ella. Hasta para comprar cualquier tontería en una tienda la necesitamos. Si el ordenador de la caja falla, tanto el dependiente como el comprador nos quedamos contemplando la pantalla con cara de resignación, parados, sintiéndonos inútiles, hasta que el ordenador vuelve a funcionar y da el visto bueno a la transacción. 😦

Sin tecnología, igual que sin agricultura, estamos perdidos. Sin embargo, nuestra actual sociedad tecnológica es muy frágil. Bastaría una violenta tormenta solar en el momento adecuado, o la detonación de unas cuantas bombas arcoíris, para que todos los aparatos electrónicos se averiaran de golpe, sumiendo al mundo en el caos.

Los cambios no tienen vuelta atrás. Bien sea por nuestra inconsciencia, bien porque otros seres vivos nos manipulan, es imposible retroceder a un pasado idílico, como algunos postulan. Somos siete mil millones, y subiendo. Sólo una agricultura y una tecnología avanzadas pueden mantener a tanta gente con vida. No nos queda otra que huir hacia adelante, a un futuro incierto, aunque diabólicamente interesante.

Es lo que hay.

¿Quién domesticó a quién? (II)

En los libros de Historia, el surgimiento de la Agricultura se considera uno de los hitos que marcan el devenir de nuestra especie. Aprendimos a manipular nuestro entorno, en vez de ser sometidos por él. Desde entonces, el progreso de la Humanidad fue imparable. Sin embargo, resulta interesante analizarlo desde un punto de vista imparcial, como el de un biólogo alienígeno. 🙂

Cintéotl, dios azteca del maíz (fuente: commons.wikimedia.org)

En la primera parte de esta entrada vimos cómo una familia vegetal, las gramíneas, acabó por reclutar a mamíferos herbívoros para que les despejaran el terreno, acabando con otras plantas competidoras. Pues bien, quiso el azar que ciertas gramíneas se tropezaran con un peculiar animal omnívoro: Homo sapiens. ¿Les serviría para sus fines, igual que las cebras o los antílopes?

Nuestros antepasados, por aquel entonces, eran cazadores y recolectores. Vivían en grupos no muy extensos, comiendo cualquier cosa que pudieran atrapar. Llevaban una vida nómada, ajustada a los ciclos naturales: aparición de frutos comestibles, rutas migratorias de los animales que cazaban, el clima… La densidad de población se mantenía baja mediante diversos métodos de probada eficacia (espaciar los nacimientos, infanticidio selectivo, etc.) pero, en realidad, la existencia no era tan mala. Por lo general, las comunidades de cazadores-recolectores gozaban de una dieta equilibrada y, salvo accidentes, enfermedades ocasionales y achaques de la vejez, los seres humanos se mantenían razonablemente sanos y felices.

En diversos lugares del mundo, de manera independiente, Homo sapiens descubrió que las semillas de ciertas gramíneas, más conocidas como cereales, podían comerse tras ser cocinadas, o eran una fuente de harina, que servía para preparar pan o tortas. La cebada o el trigo en el Creciente Fértil, el arroz en Asia Oriental, el maíz en Mesoamérica… En principio, sólo suponían una pequeña parte de la dieta; una fuente de calorías entre otras muchas.

Ceres, diosa romana de la fecundidad y la agricultura (fuente: commons.wikimedia.org)

Poco a poco, nuestros antepasados se dieron cuenta de que si dejaban algunas semillas de cereales en el suelo, crecerían más espigas al cabo de un tiempo. Estupendo; más comida. Asimismo, si acondicionaban el terreno y eliminaban a las plantas indeseadas, podrían cosechar mayor cantidad de grano. En cualquier caso, en aquella época los cereales sólo eran un aporte suplementario de comida. Seguíamos siendo cazadores y recolectores.

Pero los cereales ya nos habían reclutado. Nos empezaron a usar como herramientas para perpetuarse con mayor facilidad y eliminar a sus competidores. Al principio, a pequeña escala, pero las cosas iban a cambiar bien pronto.

Hace algo más de diez mil años, la Tierra sufrió otro de sus habituales cambios climáticos. Eso favoreció a unas especies y perjudicó a otras. En algunas zonas, a los seres humanos les tocó perder. Las fuentes habituales de alimento escasearon. Y el cultivo de cereales, que hasta entonces había sido un complemento a la dieta, empezó a ser cada vez más importante, hasta tornarse imprescindible para la supervivencia.

Era la gran oportunidad que los cereales habían estado aguardando. No la desaprovecharon, y convirtieron a aquel peculiar animal llamado Homo sapiens en una herramienta eficaz que les permitió conquistar el mundo a costa de sus grandes enemigos, los bosques.

Toda herramienta puede ser moldeada y mejorada, y los cereales nos cambiaron hasta hacernos irreconocibles. Lo importante para ellos era que les sirviéramos mejor. Nos engatusaron ofreciéndonos una abundante fuente de comida, pero a cambio exigieron que renunciásemos a muchas cosas.

En primer lugar, nos clavaron al terreno. Los cereales necesitaban que cuidaran de ellos, que mataran a las malezas, que les espantaran a los bichos molestos, que las regaran, que dispersaran las semillas. Por tanto, nos obligaron a ser sedentarios. Exigieron que trabajáramos más que cuando éramos cazadores y recolectores, que renunciáramos a la libertad. Así lo hicimos, a cambio de comida.

Nuestra salud se resintió. Pasamos a depender de unas pocas fuentes de alimentos. La dieta se empobreció. La estatura de nuestros antepasados disminuyó. Éramos más débiles, y no sólo por una alimentación menos equilibrada que antes. Al obligarnos a hacinarnos en poblados, las enfermedades infecciosas se transmitían de maravilla. A los cereales no les preocupaba (ojo; como dijimos en la primera parte de la entrada, estamos usando metáforas; las plantas no piensan ni elucubran). Sus herramientas humanas eran ahora más desgraciadas y sufrientes, pero podían producirlas en masa. La cantidad suplía con creces la falta de calidad. Además, al fabricar más humanos, éstos necesitaban a su vez más comida, lo que implicaba la necesidad de cultivar más cereales: un círculo vicioso que favorecía los intereses de nuestros nuevos amos.

Empezamos a talar bosques a gran escala para hacer sitio a los cereales. Mientras, como efecto colateral de vivir hacinados en poblados cada vez mayores, nuestras relaciones sociales se complicaron. El excedente de alimentos permitió que ciertos individuos pudieran especializarse y realizar diversas tareas. Por ejemplo, la defensa de los cultivos, para que otros no los robaran. O la coordinación, para que unas sociedades cada vez más complejas pudieran funcionar. De igual modo, el sedentarismo favoreció la acumulación de riqueza. Un cazador-recolector nómada sólo puede poseer aquello que pueda acarrear en sus viajes. En una sociedad agrícola, ese impedimento desaparece. Alguna gente empezó a acumular riqueza. O sea, poder.

El alud estaba en marcha. Ya no se podía detener.

Surgieron los estados, luego los imperios. Las desigualdades entre ricos y pobres alcanzaron proporciones increíbles, obscenas. La esperanza de vida bajó; para reponer las constantes pérdias de efectivos, la mujer acabó por convertirse en poco menos que una máquina de parir, de traer hijos al mundo, mientras los hombres copaban el poder. Hubo guerras cada vez más sangrientas, momentos de progreso y de barbarie, zonas luminosas en un océano de oscuridad. Las civilizaciones surgían y caían, entre sufrimientos sin cuento para la mayoría de la Humanidad. Las religiones contribuyeron a convertir las sociedades humanas en eficaces máquinas de matar y someter. Éxodos, hambre, ruina…

A los cereales no les importaba el sufrimiento de sus herramientas. Eran baratas, se reponían con facilidad y en conjunto funcionaban cada vez mejor. Los campos cultivados ocupaban extensiones cada vez mayores. Crecían en zonas que antes les estaban vedadas. Su éxito evolutivo era innegable. Los cereales eran los grandes triunfadores en la Tierra.

 

Los amos del mundo... :-)

Los auténticos amos del mundo… 🙂

A la larga, los seres humanos fueron convirtiéndose en una especie la mar de pintoresca. Tan pronto organizaban una guerra mundial que mataba a decenas de millones de individuos como enviaban una nave espacial a un satélite de Saturno o al núcleo de un cometa. En unas culturas se defendía la igualdad, mientras que en otras brillaba por su ausencia. Los cereales podían tolerar las excentricidades de sus herramientas, mientras que éstas los cuidaran y se aseguraran de propagar sus semillas.

Muchos seres humanos pensaron, a lo largo de la Historia, que eran libres, y se consideraron los amos de la Creación. Nunca lo fuimos. Y si la sociedad compleja a la que hemos llegado resulta inviable y nos extinguimos, ahogados en nuestros propios desechos… Bien, los cereales seguramente darán con otra especie a la que utilizar. Al fin y al cabo, provienen de una estirpe de manipuladores. 🙂

Terminaremos estas reflexiones en la 3ª y última parte de la entrada.