¿Existió otra humanidad? (y II)

La provincia de Ica (Perú) es rica en hallazgos arqueológicos, entre los cuales figuran las piedras talladas, unas andesitas mesozoicas alteradas por la erosión en las que resulta fácil grabar dibujos y símbolos. Así lo han hecho diversas culturas que habitaron la zona, legándonos imágenes de flores, peces, animales diversos, etc. Sin embargo, un cierto número de ellas pueden calificarse como ooparts: objetos fuera de contexto o anacronismos. Muestran escenas que no casan con lo que sabemos de las civilizaciones precolombinas. De hecho, más bien parecen caer dentro del ámbito de la ciencia ficción: seres humanoides conviviendo con dinosaurios, operaciones quirúrgicas avanzadas…

Asombroso, ¿verdad? A los españolitos de a pie nos abrió los ojos en 1975 el libro de J. J. Benítez Existió otra humanidad. A muchos nos impresionó y convenció de que en la Tierra hubo otras civilizaciones hace más de 65 millones de años.

La historia de las piedras de Ica había empezado la década anterior. La resumiremos, pues puede leerse con más detalle aquí.

Dr. Javier Cabrera Darquea (fuente: Wikipedia)

En 1966, al Dr. Javier Cabrera le regalaron una extraña piedra que tenía grabado un pez. El doctor interpretó que se trataba de una especie extinta hacía millones de años, y eso, según él, espoleó su curiosidad. Así, empezó a adquirir piedras talladas, primero suministradas por Carlos y Pablo Soldi, y finalmente por su mayor proveedor, Basilio Uchuya. En las décadas siguientes, el Dr. Cabrera llegó a poseer miles de piedras, e incluso fundó su propio museo para exhibirlas.

¿Por qué son tan especiales? Pues porque en ellas vemos imágenes de dinosaurios no avianos y otras criaturas prehistóricas, extinguidas hace millones de años. También hallamos seres humanoides que parecen poseer una avanzada tecnología, practican operaciones quirúrgicas, se pelean con los susodichos dinosaurios… Asimismo, hay mapas que no se corresponden con los continentes actuales. En suma, si esas piedras talladas fueran genuinas, deberíamos admitir que hace millones de años existió otra humanidad, lo que nos obligaría a reescribir la historia de la vida en nuestro planeta.

«Hombre del Gliptolítico» a lomos de un dinosaurio (fuente: lacienciaysusdemonios.com)

Según el Dr. Cabrera, el Hombre del Gliptolítico, como denominó a aquellos seres, cohabitó con los dinosaurios, creó genéticamente al hombre moderno y se largó de la Tierra por culpa de alguna catástrofe cósmica. Como cabría esperar, estos hallazgos atrajeron la atención de numerosos «especialistas» en las pseudociencias, no sólo J. J. Benítez y Jiménez del Oso. El mismísimo von Däniken se pasó por allí. Incluso miembros de la realeza, como la reina Sofía en España, adquirieron alguna de esas piedras.

En la década de 1970, todo parecía posible. Ay, cómo pasa el tiempo. Por desgracia, el asunto de las piedras de Ica tiene toda la pinta de ser un fraude, y bastante tosco. Ahora, más viejos y tal vez algo más sabios, podemos revisarlo y maravillarnos de nuestra credulidad acrítica en aquellos tiempos. En fin, vayamos por partes.

El hecho de que nunca se revelara el lugar donde se hallaron las piedras ya tendría que habernos hecho sospechar de que allí había gato encerrado. Sin una estratigrafía válida, es imposible fechar los hallazgos. La edad de las piedras no nos sirve pues, obviamente, será mayor que la de los grabados, pero sin poder estudiar el lugar donde se desenterraron, ¿cómo datarlos?

Por otro lado, como ya expusimos en una de las primeras entradas del blog, los fraudes suelen tener éxito porque nos dicen lo que queremos oír. Pueden acomodarse a nuestros prejuicios (véase el caso del hombre de Piltdown) o, como aquí, contarnos una historia apasionante de humanidades desconocidas, abnegados héroes descubridores que luchan contra el paradigma imperante, la cerrazón mental de los «científicos oficiales», esas malvadas criaturas que, fruto de oscuros contubernios, son incapaces de admitir lo obvio… 🙂

Basilio Uchuya fabricando una piedra tallada, más falsa que un billete de 3 euros 🙂 (fuente: pueblosoriginarios.com)

Pero los fraudes caen, tarde o temprano. Cuando las autoridades peruanas detuvieron a Basilio Uchuya por (supuestamente) traficar con antigüedades, el huaquero tuvo que reconocer que de antigüedades, nada de nada. Él las fabricaba. Bueno, él y más gente, pues los turistas las demandaban, pagaban su buen dinero y de algo había que vivir…

Lo disparatado, lo estrafalario de lo que se mostraba en las piedras hizo que científicos y arqueólogos no se las tomaran en serio. Y por si faltaba algo, en 1998 Vicente París ofreció pruebas inequívocas de fraude. Por ejemplo, microfotos que probaban el uso de pinturas actuales o de papel de lija. Por supuesto, los partidarios de la existencia de esa humanidad gliptolítica, como algunos la denominaron, aducen que la falsedad de unas piedras no implica que todas lo sean. Pero, aquí entre nosotros, es para mosquearse…

Algunas de las incongruencias de las piedras talladas tendrían que habernos hecho sospechar, ya por aquel entonces, que se trataba de un fraude, y bastante burdo. Hoy, que conocemos mucho más sobre lo dinosaurios, los fallos son aún más palmarios. Veamos unos cuantos, sin prisa pero sin pausa.

En primer lugar, la calidad técnica de las piedras no casa con la supuesta tecnología que exhiben. Dicho de otro modo, los grabados son más bien cutres. Según los defensores de la humanidad gliptolítica, esta poseía una tecnología avanzadísima, superior a nuestra actual civilización. Caramba, si esos humanoides decidieron preservar su sabiduría en forma de piedras grabadas, los dibujos se nos antojan muy infantiles:

A la izquierda, grabado hecho supuestamente por unos seres avanzadísimos hace millones de años. A la derecha, dibujo hecho hace unos siglos por un miembro de nuestra atrasada especie. Compárese la diferencia de calidad… (fuente: es.wikipedia.org) 😉

Los defensores de su autenticidad aducen que en varias piedras hay mapas que reflejan un mundo distinto al actual. De acuerdo, la deriva continental hace que los continentes vayan dando tumbos de un sitio a otro, pero los mapas de las piedras no es que sean muy detallados, precisamente:

Para tratarse de la obra de una civilización avanzadísima, el mapa no es un prodigio de la cartografía… (fuente: Wikipedia).

También consideran que una prueba de que aquellos humanoides eran muy avanzados se refleja en su dominio de la cirugía. Bueno, el instrumental que usan más bien parece propio de un carnicero que de un cirujano… E insistamos en la poca calidad de los dibujos, sin demasiados detalles:

El instrumental empleado en esta operación craneal no es precisamente un bisturí láser. Y tampoco estaría mal que el cirujano usara mascarilla… 🙂 (fuente: Wikipedia).

Dejando aparte ciertas piedras que muestran escenas pornográficas y otras asaz pintorescas, mi alma de biólogo amante de la Taxonomía pide que me centre en la fauna que muestran. Véase, por ejemplo, esta:

1: Brontosaurus. 2: Tyrannosaurus. 3: Pteranodon. 4: Stegosaurus. 5: Triceratops. (fuente: a partir de lacienciaysusdemonios.com)

Tenemos cuatro dinosaurios y un pterosaurio volador (que no es un dinosaurio). Cuando se piensa en dinosaurios, mucha gente cree que todos vivieron al mismo tiempo. Y eso, me temo, se aplica al que talló la piedra. Pero si nos zambullimos en los abismos del tiempo, la era Mesozoica fue un periodo vastísimo, pues duró 185 MA (millones de años). Nos tememos que unos cuantos de esos dinosaurios (y el pterosaurio) no coincidieron en el pasado. ¿Hace cuánto que vivieron? Pues: Stegosaurus: 156-144 MA. Brontosaurus: 155-152 MA. Pteranodon: 86-84,5 MA. Triceratops (por cierto, no tenía 5 dedos funcionales en las patas, como aparece en la piedra) y Tyrannosaurus: 68-66 MA.

O sea, un brontosaurio y un tiranosaurio están más alejados entre sí que el tiranosaurio de nosotros, pues los dinosaurios no avianos se extinguieron hace unos 66 MA. Juntarlos todos, como en la saga de Parque Jurásico, es una incongruencia grave, un anacronismo tremendo.

Los partidarios de la humanidad gliptolítica podrían aducir que quizás esta habitó el planeta durante el Jurásico y el Cretácico, casi 90 MA, y a lo mejor la piedra es una especie de catálogo, pero eso es demasiado tiempo. Demasiado. Por otro lado, pese a lo difícil que es dejar restos fósiles, estamos hablando de tantos MA que es inevitable que quedaran más vestigios de aquellos individuos. Y ni rastro de ellos, oigan.

Algunas escenas muestran a esos humanoides luchando o siendo atacados por dinosaurios. Uno de los mayores disparates es contemplar a saurópodos, unas bestias herbívoras y de enorme tamaño, devorando humanos:

Dinosaurio saurópodo herbívoro agarrando por el pescuezo a un hombre gliptolítico de considerable tamaño (fuente: lacienciaysusdemonios.com).

Por cierto, ¿con qué cazaban a los tiranosaurios y similares? Puesto que se trataba de una civilización avanzada, cabría esperar que usaran armas de fuego, pistolas de rayos, qué se yo… Pero nada de eso. Cuchillos y hachas… 🙂

Titánica lucha entre un tiranosaurio (o algo parecido) y un par de hombres gliptolíticos. Yo apostaría por el dinosaurio (fuente: Pueblos Originarios).

Otras piedras contradicen lo que hoy conocemos sobre los dinosaurios no avianos. Algunas sugieren que los hombres gliptolíticos les practicaban la cesárea a los dinosaurios, o que algunos de estos eran vivíparos:

Parto de dinosaurio. Por suerte para la madre, el bebé no tiene placas en el lomo… 🙂

Hoy sabemos que los dinosaurios pertenecen a la rama del árbol de la vida de los arcosaurios, cuyos representantes vivos son las aves (auténticos dinosaurios) y los cocodrilos (estos no son dinosaurios, pero quedn muy próximos). Y todas las especies que conocemos, todas, son ovíparas. Asimismo hemos hallado fósiles de huevos de dinosaurios de muy distintas familias. Conclusión: eran ovíparos.

En otras piedras se sugiere que algunos dinosaurios podrían sufrir metamorfosis, como los anfibios:

Presunta metamorfosis de un Stegosaurus (Fuente: eugeniotait.info).

Biológicamente parece imposible. Los dinosaurios son amniotas; al igual que otros reptiles, aves o mamíferos, no sufren metamorfosis. Sí, existieron dinosaurios con hábitat acuático, como Spinosaurus, pero no sufrían metamorfosis. Más bien podrían equipararse a enormes cocodrilos. En suma, no hay ni rastro de renacuajos de dinosaurio, ni nada que apoye su existencia.

Los defensores de la humanidad gliptolítica arguyen que eso es un motivo para creer que aquellos humanoides conocían cosas que a nosotros se nos escapan; por tanto, se trata de una prueba de la autenticidad de las piedras. Claro, otra posibilidad es que quienes falsificaron las piedras no tenían ni idea de cómo funcionan los arcosaurios ni de los mecanismos de la evolución y metieron la pata. Aplicaré el principio de parsimonia, como buen científico, y me quedaré con la última hipótesis. 😉

Ah, la piedra del presunto dinosaurio marsupial me ha llegado al alma. Sin comentarios: 😀

Pero si hay algo que hoy nos muestra la falsedad de los grabados, dejando aparte incongruencias temporales o biológicas, es el propio aspecto de los dinosaurios. La Paleontología ha avanzado mucho en las últimas décadas y, ¿saben una cosa? Los dinosaurios de las piedras de Ica tienen el aspecto de los que aparecían en los libros de la década de 1960, cuando eran vistos como unos restiles torpes y lentos. Además, son los más populares en aquellos años.

Por ejemplo, fíjense en la imagen del tiranosaurio que vimos más arriba peleándose con el tipo del hacha, y compárese con la que hoy es más aceptada, después de los últimos descubrimientos. Frente a un tiranosaurio gordinflón que arrastra la cola como si fuera la de un vestido de novia y que mantiene el torso vertical (como el primer Godzilla, para entendernos), hoy lo representamos con el torso horizontal, la cola tiesa para hacer de contrapeso, aspecto de formidable depredador… Tal que así:

Lo mismo puede aplicarse al brontosaurio. Los saurópodos no eran tan gordos ni arrastraban las colas por el suelo. Además, ¿por qué en las piedras no hay velocirraptores, o dinosaurios emplumados? ¿Por qué no hay ni un Carnotaurus, un Argentinosaurus u otros dinosaurios que vivieron precisamente en lo que hoy es Sudamérica? Pues porque en aquellos años no aparecían en los libros de divulgación. Es tan simple como eso.

En resumen, todo se explica si nos fijamos en la foto siguiente. Aquí vemos a Basilio Uchuya mostrando una lámina con ilustraciones de los dinosaurios de aquellos años. Son idénticos a los de las piedras: la idea que en la década de 1960 se tenía de los dinosaurios. Más claro, agua:

Los disparates e incongruencias son innumerables. Para no cansarte, amigo lector, mencionaré alguno más. Aquí se ve un intento de relacionar las piedras con las pistas de Nazca, uno de los hitos arqueológicos favoritos de los defensores de la teoría de los antiguos astronautas:

El problema es el mono de la cola en espiral. Tiene toda la pinta de un mono araña. Los monos americanos (platirrinos) evolucionaron hace unos 40 MA. O sea, muchos MA después de que los supuestos hombres gliptolíticos se marcharan de nuestro planeta en busca de pastos más verdes. Vamos, que hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que tanto el mono como el colibrí que aparecen en las piedras se han copiado a partir de fotos de las pistas de Nazca, para parecer más misteriosas, a ver si cuela…

Y sobre el hombre mono, mejor corramos un tupido velo: 😀

En fin, dejémoslo ya. Quizá lo más interesante de este caso no son las piedras en sí, sino cómo solemos aceptar ciertas teorías sin el más básico espíritu crítico. Ahí radica la grandeza de la Ciencia: combinar el sentido de la maravilla con un sano escepticismo constructivo.

Inteligencias más o menos alienígenas (VI)

A la hora de dar con especies inteligentes no mamíferas, también resulta interesante especular sobre las que pudieron haber existido.

Hace unos 65 MA (millones de años), la Tierra padeció una de las peores catástrofes de su historia: la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno (K/Pg). El impacto de un gran meteorito, más otros factores (intenso vulcanismo en el Decán, bajada del nivel del mar…), podaron numerosas ramas del Árbol de la Vida, permitiendo el auge de otras que hasta entonces medraban en la sombra.

Esa monumental escabechina, que supuso el final de la era Mesozoica, es la más conocida de las extinciones masivas, ya que implicó la aniquilación de los dinosaurios (aunque también desaparecieron muchos otros grupos de organismos, como los ictiosaurios, plesiosaurios, amonites, pterosaurios, etc.). Científicos y escritores han fantaseado con: «¿Qué habría pasado si esas criaturas hubieran sobrevivido?». ¿Habrían podido evolucionar hasta convertirse en especies inteligentes?

E imaginación no ha faltado. Una obra clásica (y muy entretenida, por cierto; recomendamos su lectura) de la ciencia ficción es la trilogía «Al Oeste del Edén», de Harry Harrison.

Yilané (fuente: it.wikifur.com)

En ella, el meteorito que causó la extinción K/Pg nunca cayó. En un presente alternativo, la especie dominante es la de los yilané, reptiles inteligentes que descienden de los mosasaurios (los cuales, por cierto, no están emparentados con los dinosaurios). Además, la civilización yilané convive con grandes mamíferos como los mastodontes y, por supuesto, con los pobres seres humanos.

Pasemos de la Literatura a la Paleontología. Si ustedes visitan el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, y buscan la zona donde se encuentran los fósiles de dinosaurios, se encontrarán con esto:

Sí, ya sé, la foto es una birria. Ese día no llevaba una cámara decente. 🙂 En fin, recurriremos a Internet:

Troodon (izquierda) y dinosauroide (derecha), lo que pudo haber sido y no fue… (fuente: http://www.mundoprehistorico.com)

La criatura en cuestión es un dinosauroide, y podemos encontrar representaciones suyas en diversos museos del mundo.

Fuente: dino.wikia.org

El dinosauroide fue propuesto por el paleontólogo Dale A. Russell en 1982. Este científico especuló sobre cómo podría haber evolucionado un dinosaurio del género Stenonychosaurus (o Troodon, si lo prefieren; no entraremos en discusiones nomenclaturales) si el meteorito le hubiera dejado tiempo para ello. Estos dinosaurios bípedos tenían un cerebro relativamente grande, buenos ojos, manos con dedos que podrían llegar a oponerse… Russell imaginó a sus posibles descendientes con aspecto humanoide (tal vez demasiado, según sus críticos), gran cerebro, vivíparos, aunque sin glándulas mamarias y con genitales internos. Interesante especulación…

Fuente: pixabay.com

En fin, el caso es que el famoso meteorito golpeó la península del Yucatán y el mundo mesozoico se fue al infierno, literalmente. Por tanto, nos quedamos sin averiguar cómo podrían haber evolucionado los dinosaurios y…

Eh, un momento; no vayamos tan rápido. Llegados hasta aquí, tal vez sea una buena idea rebobinar y echar un vistazo a la historia evolutiva de los vertebrados. Tradicionalmente, estos se han agrupado en 5 clases: peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En muchos libros de texto, estas clases se disponen en un esquema lineal, de menos a más «evolucionada». Así, a partir de los peces evolucionaron los anfibios, de estos los reptiles, etc. Por supuesto, al final de esa cadena estaríamos nosotros.

Bueno, pues olvídense de lo anterior. Esas clases se definían por el tipo de organización corporal y su fisiología: los peces tienen aletas y pseen branquias; los anfibios respiran mediante pulmones, aunque sufren metamorfosis y están muy ligados al agua; los reptiles son de sangre fría, tienen escamas y ponen huevos; etc.

Actualmente, la clasificación de las especies ha cambiado. Hoy se busca que los distintos taxones (especies, géneros, familias, etc.) sean monofiléticos, es decir, que incluyan a todos los descendientes de un antepasado común. Y eso ha provocado que algunos taxones clásicos se hayan hecho añicos; por ejemplo, los peces. Donde antes había una clase ahora hay varias, algunas de ellas extinguidas.

Nosotros no descendemos del grupo de peces más conocidos y diversos, los de aletas con radios (actinopterigios: atunes, sardinas, besugos, etc.), que han tenido un gran éxito evolutivo. Tampoco tenemos que ver con los peces cartilaginosos (condrictios: tiburones, rayas y compañía). Nuestros ancestros directos pertenecen a un grupo que hoy es una sombra de lo que fue, los peces con aletas lobuladas (sarcopterigios).

Peces de aletas lobuladas y tetrápodos primitivos (fuente: en.wikipedia.org)

Los sarcopterigios poseen aletas con huesos en la base, que evolucionarían para convertirse en patas. Esto ocurrió en el Devónico, hace unos 400 MA. Sus descendientes, entre los que nos incluimos, somos los tetrápodos (vertebrados con cuatro extremidades y que respiran mediante pulmones).

Los tetrápodos acabaron por escindirse en dos grandes líneas evolutivas. Una de ellas llevó hacia los anfibios, los cuales no se han caracterizado precisamente por sus grandes cerebros (espero que ninguno de ellos se sienta ofendido, que ahora hay que tener mucho cuidado con eso). 🙂 La otra línea condujo a los amniotas.

A diferencia de los anfibios, los amniotas ponían huevos con cáscara, por lo que no estaban tan ligados al agua. Eso les permitió colonizar la tierra firme con notable éxito, ya en el Carbonífero. Y hace unos 320 MA, antes de que se acabara ese periodo se habían diversificado en dos clases principales.

Por un lado estaban los sinápsidos, que se convirtieron en los dominadores de los ecosistemas terrestres durante el resto del Carbonífero y el Pérmico. Se trata de nuestra rama del Árbol de la Vida. Sí, somos sinápsidos; qué se le va a hacer. 🙂 No descendemos directamente de los reptiles; más bien se trata de grupos hermanos.

Dimetrodon species2DB15Especies de Dimetrodon. No, no eran dinosaurios, ni siquiera reptiles en sentido estricto, sino sinápsidos, igual que nosotros (fuente: en.wikipedia.org)

Los sinápsidos fueron los animales más espectaculares en aquella época. Incluso sobrevivieron a la Gran Mortandad, la mayor extinción masiva de la Historia de la Tierra, que supuso el final del Pérmico, hace unos 252 MA. Sus descendientes siguieron dominando el cotarro pero, ay, la gloria no dura para siempre.

La otra gran rama de los amniotas es la de los diápsidos. Este humilde grupo, que incluye a los reptiles típicos, empezó a diversificarse después de la Gran Mortandad, en el periodo Triásico, y antes de que este terminara ya habían hundido en la miseria a nuestros antepasados. Sic transit gloria mundi. 🙂 Pero no todos los reptiles son iguales, como veremos.

Dentro de los reptiles, y dejando aparte algunos grupos cuyas relaciones filogenéticas aún no están del todo claras (tortugas, ictiosaurios, plesiosaurios…), distinguimos dos grandes ramas. Por un lado están los lepidosaurios, cuyos supervivientes actuales son los lagartos y las serpientes. También hay notables lepidosaurios ya extinguidos, como los mosasaurios (sí, los que darían lugar a los yilané de Al Oeste del Edén).

Los yilané serían lepidosaurios; nada que ver con los dinosaurios (fuente: paultomlinson.org)

La otra rama experimentó una evolución todavía más espectacular. Se trata de los arcosaurios. A partir de su humilde origen, antes de que acabara el Triásico ya dominaban la tierra e incluso el aire. Durante el Jurásico y el Cretácico ningún otro grupo animal se atrevió a toserles. Hasta que llegó el meteorito dichoso, claro.

Algunos arcosaurios se extinguieron en aquella catástrofe, como los pterodáctilos. Otros sobrevivieron y prosperaron, como los cocodrilos. Y luego tenemos a los dinosaurios, quizá los vertebrados más espectaculares que jamás hayan poblado la superficie terrestre.

Ejemplos de los 3 principales grupos de dinosaurios: un ornitisquio (arriba), un saurópodo (centro) y un terópodo (abajo).

Los dinosaurios eran muy diversos. Los paleontólogos distinguen 3 grupos principales. Por un lado tenemos a los ornitisquios, con géneros tan conocidos como Triceratops, Stegosaurus, etc. Sin embargo, no es aquí donde debemos buscar a los más inteligentes. Tampoco en el segundo grupo, los saurópodos, también muy conocidos por sus especies de largo cuello y gran tamaño, como los diplodocus o los brontosaurios. Es en el siguiente grupo donde debemos detenernos: los terópodos.

Los terópodos eran bípedos. Muchos de ellos eran carnívoros, tan espectaculares y letales como los tiranosaurios. Otros eran más pequeños y ágiles, como los velocirraptores. Asimismo, en este grupo las escamas que cubrían sus cuerpos fueron evolucionando hasta convertirse en plumas, más vistosas y que probablemente servían a las especies más pequeñas para regular la temperatura.

Velociraptor y géneros próximos son los dinosaurios manirraptores más conocidos (fuente: es.wikipedia.org)

Busquemos a los terópodos más espabilados. Dentro de su gran diversidad, destaca un grupo, el de los manirraptores. Son relativamente modernos, pues aparecieron a mediados del Jurásico. Eran animales rápidos, cazadores activos que cambiaron la imagen que teníamos de los dinosaurios como criaturas pesadas y torpes. Desarrollaron brazos con manos largas y garras curvas en las patas traseras. En algunos casos, estas garras eran auténticos cuchillos, capaces de destripar a sus víctimas. Destacan Velociraptor y otros géneros emparentados de mayor tamaño (Deinonychus, Utahraptor, Dakotaraptor…). Debieron de ser un espectáculo impresionante, con su cuerpo emplumado, sus garras y sus dientes… Siempre que uno no fuera su presa, claro. 🙂

Hand drawn TroodonEste es el aspecto probable de un ejemplar de Troodon (o Stenonychosaurus), el presunto antepasado del dinosauroide. Ya no se parece tanto a un lagarto, como ocurría en las reconstrucciones más antiguas que vimos arriba (fuente: en.wikipedia.org)

En cuanto a sus cerebros, aquí tenemos probablemente a las especies más inteligentes de dinosaurios, como el famoso Troodon, a partir del cual Russell imaginó el dinosauroide. Eran unos animales prometedores, pero cayó el meteorito, liquidó a los dinosaurios y eso nos permitió a los mamíferos, descendientes de los antaño poderosos sinápsidos, tener una oportunidad. No la desaprovechamos, y aquí estamos.

Por tanto, parece que nos quedamos sin averiguar en qué se habría convertido Troodon, aunque… Resulta que no todos los dinosaurios manirraptores se extinguieron. Un grupo sobrevivió, y con bastante éxito, así que podemos ver cómo han evolucionado. Es un grupo muy estrechamente emparentado con Troodon, por cierto. Se trata de las aves.

Sí, ya sé que un pavo no tiene pinta de dinosaurio manirraptor, pero técnicamente hablando lo es. En tal caso, ¿por qué no surgió algo parecido al dinosauroide entre las aves? ¿Son realmente inteligentes, al estilo de ciertos mamíferos?

Nos vemos en la próxima entrada, amigo lector. 😉

Monstruos imposibles (II)

En la anterior entrada discutimos la inviabilidad de los gigantes con las mismas proporciones corporales que los seres humanos. Según la ley cuadrático-cúbica, al aumentar la longitud, la superficie se incrementa al cuadrado, mientras que el volumen lo hace al cubo. Eso quiere decir que al crecer, el peso sube desmesuradamente y no hay forma de sostenerlo sin que el organismo colapse. Sin embargo, existen y han existido animales enormes, que se las han apañado para superar estas limitaciones.

Coelophysis sizeFuente: es.wikipedia.org

Fijémonos en un grupo zoológico con especies pequeñas y otras colosales, a ser posible bípedas, como el de los dinosaurios terópodos. Escojamos un representante de pequeño tamaño, Coelophysis bauri. Medía un metro de altura y pesaba en torno a 28 kg. Observemos su esqueleto:

Coelophysis mount NHM2Fuente: es.wikipedia.org

Los huesos son delgados, gráciles, pero bastaban para sostener un dinosaurio de peso ligero. Debió de ser un animal rápido, buen cazador.

Consideremos ahora un dinosaurio bípedo gigante, quizás el más famoso: Tyrannosaurus rex. Este formidable carnívoro pesaba de 6 a 8 toneladas, con 4 metros de altura hasta las caderas. ¿Recuerdan ustedes la entrada anterior, con aquellos supuestos gigantes cuyos esqueletos eran fotocopias de los nuestros, sólo que aumentadas de tamaño? Pues bien, en la vida real el gigantismo tiene un precio. T. rex no es una copia agrandada de C. bauri.

Feathered Tyrannosaurus modelFuente: es.wikipedia.org

Para compensar el brutal aumento de peso que lleva aparejado el mayor tamaño, las proporciones de ciertas partes del cuerpo deben cambiar. Si han de soportar 8 toneladas de músculos, huesos y vísceras, las patas han de aumentar de grosor desproporcionadamente. Véase:

Tyrannosaurus peptidesFémur de Tyrannosaurius rex (fuente: es.wikipedia.org)

El fémur de T. rex, por ejemplo, es muy distinto del de C. bauri. En proporción, es más corto y grueso. Si mantuviera el aspecto del dinosaurio pequeño, se quebraría en cuanto diera el primer paso. Los animales grandes tienen patas gruesas como columnas y, aunque pueden ser rápidos, son incapaces de correr o galopar. Han de tener cuidado a la hora de repartir el peso sobre sus extremidades, para evitar accidentes fatales.

Hay un límite al tamaño de un animal terrestre. Llega un momento en que las patas han de crecer tanto en grosor que ya no caben bajo el cuerpo. T. rex está en el límite de los dinosaurios bípedos. Tan sólo hay unos pocos mayores que él, y no demasiado:

Largesttheropods.pngDinosarios terópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)

Es posible alcanzar mayor tamaño si el peso del cuerpo se reparte entre cuatro patas. No obstante, aquí también hay un tope. En cuanto a los dinosaurios cuadrúpedos, difícilmente los habrá mucho mayores que Argentinosaurus huinculensis.

Longest dinosaurs1.pngDinosarios saurópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)

Argentinosaurus está prácticamente en el límite de lo que puede caminar por tierra firme. Para poder disfrutar de las ventajas que conlleva un tamaño grande (protección frente a depredadores, acceso a determinadas fuentes de alimento…), este dinosaurio no sólo tenía las patas bien gordas, sino un esqueleto bastante modificado para que los músculos y articulaciones encajaran y funcionaran sin colapsar.

Hay animales mayores, sí. El récord de peso lo ostenta una hembra de ballena azul, con 173 toneladas. Sin embargo, se trata de un animal acuático. El medio líquido ayuda a soportar un cuerpo tan enorme. Cuando las ballenas varan en la orilla mueren aplastadas por su propia masa.

kingkong

Así que ya lo sabe: si quiere usted publicar la imagen de un gigante creíble, no es suficiente con copiar y aumentar de tamaño. Hay que rediseñar todo el esqueleto. Por ejemplo, en el magnífico libro De King Kong a Einstein, los autores proponen cómo debería ser un gigante relativamente modesto, de 3 metros de altura. Para que resultara viable, sus proporciones deberían cambiar. De hecho, sería más ancho que alto, y no se parecería demasiado a un ser humano.

En la próxima entrada seguiremos comentando más curiosidades acerca del tamaño y la forma.