Lewis Carroll y las setas alucinógenas (I)

Desde tiempo inmemorial, el ser humano ha buscado alcanzar estados alterados de consciencia para acceder a otras realidades, hablar con los espíritus, pedir consejo a los antepasados, rogar a los dioses… Es comprensible; resulta difícil contactar con esas entidades estando sobrio. Para lograrlo existen diversas estrategias: ayunar, someterse a privaciones sensoriales, recitar mantras una y otra vez, contemplar un mandala, danzar… Y, por supuesto, tomar drogas.

Nuestros remotos antepasados pronto se dieron cuenta de que la ingestión de ciertos alimentos alteraba las percepciones y cambiaba nuestro estado de ánimo. ¿Cuál fue la primera droga que probaron? Quién sabe, aunque una de las principales candidatas, al menos en Eurasia, es una seta: Amanita muscaria.

Am_muscaria2Amanita muscaria

La falsa oronja o seta de los enanitos, como también se la conoce, resulta inconfundible con su sombrero rojo salpicado de escamas blancas. No es raro que nuestros ancestros se decidieran a comerla. Al fin y al cabo, muchos frutos rojos del bosque eran bien sabrosos, ¿verdad? Menuda sorpresa se llevaron.

Entre otras sustancias, la falsa oronja contiene ácido iboténico y muscimol. Este último actúa en las sinapsis, interfiriendo con el normal funcionamiento de las neuronas y provocando efectos diversos: sensación de euforia, subida del tono muscular y, entre otras cosas, alucinaciones. Por ejemplo, se puede conversar con seres imaginarios, el entorno cambia de tamaño y se agiganta… Al final, el intoxicado suele dormirse y tener sueños que parecen premonitorios.

Seguramente, Amanita muscaria fue empleada por las antiguas religiones eurasiáticas en sus rituales. Sin embargo, con el auge del Cristianismo los viejos cultos fueron eliminados o demonizados, y el uso de esta seta como enteógena se perdió. De hecho, en Europa fue reemplazada por plantas solanáceas como el beleño o la mandrágora.

Sin embargo, su uso no había desaparecido del todo. En la primera mitad del siglo XVIII, el militar y geógrafo sueco von Strahlenberg (1676-1747) pasó unos años estudiando la geografía y las gentes de Siberia, y tomó nota del uso ritual de la falsa oronja por los chamanes de varios pueblos indígenas. Von Strahlenberg publicó sus experiencias en un libro, que alcanzó cierta popularidad y fue traducido a varios idiomas.

Y eso nos lleva a Lewis Carroll, pseudónimo de Charles L. Dodgson (1832-1898).

 LewisCarrollSelfPhotoLewis Carroll (fuente: es.wikipedia.org)

Mucho se ha escrito sobre el autor de Alicia en el país de las maravillas (1865). Ciertamente fue un hombre peculiar. Además de escritor, descolló como fotógrafo, matemático, ilusionista… Es conocida su particular relación con las niñas, sobre todo con Alice Liddell y sus hermanas. A Carroll se le ha tachado de pedófilo y pervertido. Incluso hay quien ha propuesto que era, en realidad, Jack el Destripador. No obstante, la mayoría de los estudiosos piensa que Carroll era un individuo inofensivo, rarezas aparte. Sin embargo, las insinuaciones quedan, y son creídas por bastante gente. Es lo que tiene acusar a los difuntos: que éstos no pueden defenderse.

Alice 05a-1116x1492Una de las célebres ilustraciones de John Tenniel para Alicia en el país de las maravillas (fuente: es.wikipedia.org)

También se le ha reprochado a Carroll el consumo de setas alucinógenas. ¿En qué se basa esta afirmación? Pues en unas conocidas escenas de Alicia en el país de las maravillas. Concretamente, la sensación de distorsión del tamaño, típica de la ingesta de Amanita muscaria, aparece varias veces en el libro cuando Alicia come o bebe diversas sustancias. En una de ellas, de hecho, crece o se encoge al tragar unos trocitos de seta, siguiendo las indicaciones de una oruga que habla y fuma (no eran tiempos tan políticamente correctos como los actuales). Y no sólo cambia el tamaño de su cuerpo, sino que se le deforma. Por ejemplo, tras comer la seta el cuello se le alarga de manera aparatosa, lo que provoca el enfado de una paloma, que la confunde con una serpiente.

Alice_par_John_Tenniel_11Otra ilustración de John Tenniel (fuente: es.wikipedia.org)

Cambios en la percepción del tamaño de personas y cosas, charlas con criaturas imaginarias, ambiente onírico… Son síntomas reconocibles de la intoxicación por Amanita muscaria. ¿Cómo lo sabía Carroll? Pues porque había probado la seta, sugieren algunos. ¿Cómo, si no? Y a lo mejor, añaden, de ahí sacaba su inspiración para escribir unas historias tan fantásticas.

¿Existe una explicación alternativa al conocimiento por parte de Carroll de los síntomas de intoxicación por la ingesta de muscimol? En la próxima entrada daremos nuestra opinión.

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