Monstruos imposibles (II)

En la anterior entrada discutimos la inviabilidad de los gigantes con las mismas proporciones corporales que los seres humanos. Según la ley cuadrático-cúbica, al aumentar la longitud, la superficie se incrementa al cuadrado, mientras que el volumen lo hace al cubo. Eso quiere decir que al crecer, el peso sube desmesuradamente y no hay forma de sostenerlo sin que el organismo colapse. Sin embargo, existen y han existido animales enormes, que se las han apañado para superar estas limitaciones.

Coelophysis sizeFuente: es.wikipedia.org

Fijémonos en un grupo zoológico con especies pequeñas y otras colosales, a ser posible bípedas, como el de los dinosaurios terópodos. Escojamos un representante de pequeño tamaño, Coelophysis bauri. Medía un metro de altura y pesaba en torno a 28 kg. Observemos su esqueleto:

Coelophysis mount NHM2Fuente: es.wikipedia.org

Los huesos son delgados, gráciles, pero bastaban para sostener un dinosaurio de peso ligero. Debió de ser un animal rápido, buen cazador.

Consideremos ahora un dinosaurio bípedo gigante, quizás el más famoso: Tyrannosaurus rex. Este formidable carnívoro pesaba de 6 a 8 toneladas, con 4 metros de altura hasta las caderas. ¿Recuerdan ustedes la entrada anterior, con aquellos supuestos gigantes cuyos esqueletos eran fotocopias de los nuestros, sólo que aumentadas de tamaño? Pues bien, en la vida real el gigantismo tiene un precio. T. rex no es una copia agrandada de C. bauri.

Feathered Tyrannosaurus modelFuente: es.wikipedia.org

Para compensar el brutal aumento de peso que lleva aparejado el mayor tamaño, las proporciones de ciertas partes del cuerpo deben cambiar. Si han de soportar 8 toneladas de músculos, huesos y vísceras, las patas han de aumentar de grosor desproporcionadamente. Véase:

Tyrannosaurus peptidesFémur de Tyrannosaurius rex (fuente: es.wikipedia.org)

El fémur de T. rex, por ejemplo, es muy distinto del de C. bauri. En proporción, es más corto y grueso. Si mantuviera el aspecto del dinosaurio pequeño, se quebraría en cuanto diera el primer paso. Los animales grandes tienen patas gruesas como columnas y, aunque pueden ser rápidos, son incapaces de correr o galopar. Han de tener cuidado a la hora de repartir el peso sobre sus extremidades, para evitar accidentes fatales.

Hay un límite al tamaño de un animal terrestre. Llega un momento en que las patas han de crecer tanto en grosor que ya no caben bajo el cuerpo. T. rex está en el límite de los dinosaurios bípedos. Tan sólo hay unos pocos mayores que él, y no demasiado:

Largesttheropods.pngDinosarios terópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)

Es posible alcanzar mayor tamaño si el peso del cuerpo se reparte entre cuatro patas. No obstante, aquí también hay un tope. En cuanto a los dinosaurios cuadrúpedos, difícilmente los habrá mucho mayores que Argentinosaurus huinculensis.

Longest dinosaurs1.pngDinosarios saurópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)

Argentinosaurus está prácticamente en el límite de lo que puede caminar por tierra firme. Para poder disfrutar de las ventajas que conlleva un tamaño grande (protección frente a depredadores, acceso a determinadas fuentes de alimento…), este dinosaurio no sólo tenía las patas bien gordas, sino un esqueleto bastante modificado para que los músculos y articulaciones encajaran y funcionaran sin colapsar.

Hay animales mayores, sí. El récord de peso lo ostenta una hembra de ballena azul, con 173 toneladas. Sin embargo, se trata de un animal acuático. El medio líquido ayuda a soportar un cuerpo tan enorme. Cuando las ballenas varan en la orilla mueren aplastadas por su propia masa.

kingkong

Así que ya lo sabe: si quiere usted publicar la imagen de un gigante creíble, no es suficiente con copiar y aumentar de tamaño. Hay que rediseñar todo el esqueleto. Por ejemplo, en el magnífico libro De King Kong a Einstein, los autores proponen cómo debería ser un gigante relativamente modesto, de 3 metros de altura. Para que resultara viable, sus proporciones deberían cambiar. De hecho, sería más ancho que alto, y no se parecería demasiado a un ser humano.

En la próxima entrada seguiremos comentando más curiosidades acerca del tamaño y la forma.

Monstruos imposibles (I)

En muchos relatos de fantasía encontramos criaturas imposibles de hallar en el mundo real. Dragones, cíclopes, gigantes, enanos… Por supuesto, aunque seamos conscientes de su inexistencia, no nos importa. Las historias fantásticas son para disfrutarlas, así que el lector suspende voluntariamente el sentido de incredulidad, y todos contentos. 🙂

A veces, alguien intenta convencernos de que estas criaturas son reales. Internet está repleto de bulos (hoaxes, para los anglófilos) de todo tipo, y llama poderosamente la atención la credulidad de la gente que los toma por ciertos. En las novelas, nadie engaña a nadie. Escritores y lectores sabemos a lo que jugamos, y distinguimos entre lo fantástico y lo real. En el caso de los bulos, en cambio…

De vez en cuando, nos cuelgan en Facebook algún enlace a un supuesto hallazgo asombroso, que revolucionará la Paleontología o la Arqueología. He aquí un ejemplo reciente: «El Instituto Smithsonian admite haber destruido miles de esqueletos de humanos gigantes a principios del 1900». A este titular acompaña una foto:

c92ac-giant-skeleton-smithsonian-conspiracyFuente: exociencias.wordpress.com

Por lo general, el texto de este tipo de noticias es un panfleto conspiranoico acerca de los malvados científicos o historiadores «oficiales». En el caso que nos ocupa, parece que hay un complot para ocultar pruebas que demostrarían que los gigantes de los que habla la Biblia estuvieron campando por sus respetos incluso en América. Nada nuevo bajo el sol.

Pero centrémonos en la imagen anterior. Sin ser experto en fotografía, basta con verla para constatar que está trucada. El que haya gente que la dé por auténtica resulta divertido a la par que triste.

Apliquemos un poco de Ciencia básica. La cual, dicho sea de paso, fomenta el espíritu crítico, y nos induce a ser prudentes. Antes de dar por cierta una noticia, estudiémosla. Por si acaso.

Un gigante con un esqueleto así no puede existir. Es inviable. Lo demostró hace siglos un señor cuyo nombre sin duda les sonará: Galileo. 🙂

Justus Sustermans - Portrait of Galileo Galilei, 1636Galileo Galilei (fuente: es.wikipedia.org)

Entre sus múltiples aportaciones, consideremos el enunciado de la ley cuadrático-cúbica. Citamos de la Wikipedia:

Cuando un objeto se somete a un aumento proporcional en tamaño, su nuevo volumen es proporcional al cubo del multiplicador y su nueva superficie es proporcional al cuadrado del multiplicador.

Dicho con palabras más sencillas, si un cuerpo mide, por ejemplo, el doble que otro, y se mantienen las proporciones (esto es importante; insistiremos en ello), su superficie aumenta al cuadrado (en este caso, 4 veces), mientras que el volumen lo hace en función del cubo (en este caso, 8 veces).

Volvamos al esqueleto gigante. Si se dan cuenta, mantiene las proporciones de un humano normal: piernas largas, huesos gráciles… Si tapan ustedes al tipo que está de pie a su lado, diríamos que se trata del esqueleto de uno de nuestros semejantes.

Obviamente, ese gigante pesará más que un ser humano. Si la foto fuera auténtica, mediría unos 7 metros de altura, comparándolo con el individuo de detrás. Para redondear los cálculos, digamos que es unas 4 veces más alto que un hombre. Entonces, ¿cuánto pesaría el gigante?

Quizás alguno piense: «Si mide 4 veces más, pesará 4 veces más, ¿verdad? Tampoco es tanto; como los huesos son más grandes, soportarán bien el peso del cuerpo».

Pues no.

La capacidad de las piernas para soportar el peso corporal depende de su sección transversal. Según la ley cuadrático-cúbica, ese gigante 4 veces más alto tendrá unos huesos de las piernas con una sección 16 veces mayor. Un gigante con piernas 16 veces más resistentes… Qué maravilla, ¿no?

Lo malo es que el peso del cuerpo depende del volumen, y éste aumenta al cubo. Calculemos. Ese gigante pesará 64 veces más que una persona normal. Más o menos, 4500 kg. Lo mismo que un elefante indio adulto, para hacernos una idea. Y todo ese peso descansa en dos fémures largos y no muy gruesos, con las mismas proporciones que los nuestros (ahí va otra foto conspiranoica):

689a7-femurFuente: exociencias.wordpress.com

Un fémur semejante no lo aguantaría. Las piernas del gigante se quebrarían como cañas en cuanto diera un paso. Crac-crac.

Por cierto, también moriría de insuficiencia renal. El cuerpo del gigante tendría 64 veces más sangre que nosotros, pero la superficie de filtración de los riñones sólo sería 16 veces mayor. Sus órganos no darían abasto. Lo mismo podría decirse de los pulmones, y de cualesquiera otros órganos donde haya intercambios a través de superficies. El volumen del cuerpo crece desmesuradamente, en comparación.

Y estamos hablando de un gigante cuya altura es de unos 7 metros. En algunas páginas conspiranoicas se citan gigantes de hasta 11 metros. Echando números, sale alrededor de 15 toneladas. O sea, el peso de 5 hipopótamos adultos, soportado por dos piernas con huesos largos… Crac-crac.

Por supuesto, en la naturaleza hay animales de tamaño colosal. Sin embargo, no son meras copias aumentadas de los más pequeños, como en el caso de las fotos trucadas. El esqueleto de un gigante de ese tamaño tendría que ser muy diferente. La ley cuadrático-cúbica es inexorable. Para ser gigante hay que pagar un precio, como veremos en la próxima entrada.

Los hongos de Lovecraft

Como ya comentamos en otras entradas (véase la de H. G. Wells), los autores anglosajones han asociado a los hongos con lo siniestro, la putrefacción, el declive, lo anormal. Poco hay de positivo o agradable, en suma.

Ciñéndonos a lo fantástico, consideremos el caso de Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Buscar hongos en sus obras nos proporciona una buena excusa para releerlas. 🙂 Y lo tenemos fácil: una de ellas se titula Fungi from Yuggoth (Hongos de Yuggoth), que agrupa 36 sonetos escritos entre 1929 y 1930. Abarcan desde lo onírico hasta el horror cósmico, pasando por otros difícilmente clasificables.

Fungi_from_Yuggoth_1993Fuente: en.wikipedia.org

Veamos qué le sugerían los hongos a Lovecraft. Pese a lo prometedor del título de la obra, sólo aparecen en un verso del soneto XIV (Star-Winds):

[…] This is the hour when moonstruck poets know

What fungi sprout in Yuggoth, and what scents

And tints of flowers fill Nithon’s continents, […]

En el soneto, los hongos se asocian con el crepúsculo, el otoño, lo alienígeno, lo onírico y los poetas lunáticos. Hace que los contemplemos como si se tratara de criaturas raras, ajenas.

¿Qué es Yuggoth, y a qué hongos se refiere? Poco más se puede averiguar en el poema, así que tendremos que buscar en otra obra de Lovecraft: The Whisperer in Darkness (El que susurra en la oscuridad), escrita en 1930 y publicada en 1931.

El Yuggoth de The Whisperer in Darkness se nos presenta como un planeta situado más allá de la órbita de Neptuno. Lovecraft llega a identificarlo con Plutón, que precisamente fue descubierto mientras escribía este relato. El Yuggoth lovecraftiano no es el mundo aparentemente muerto que nos reveló la sonda New Horizons. En cambio, se trata de un lugar con extrañas ciudades, donde medra una colonia de criaturas extaterrestres de una raza conocida como Mi-go. ¿Y los hongos? Pues son los propios Mi-go; al menos, en parte.

Представник СтарцівPrimordial o Antiguo, enemigo de los Mi-go (fuente: en.wikipedia.org)

Los Mi-go son citados en otra novela de Lovecraft: At the Mountains of Madness (En las montañas de la locura), escrita en 1931 y publicada en 1936.  Esta obra se centra en otras criaturas lovecraftianas, como los Primordiales y los obscenos shoggoths. De los Mi-go se indica que se trata de una raza invasora del espacio exterior, la cual luchó contra los Primordiales mucho antes de la aparición de la especie humana.

Lovecraft,_Mountains_of_MadnessLos protagonistas de At the Mountains of Madness, perseguidos por un shoggoth.

Poco más se dice de ellos en At the Mountains of Madness; concretamente, que son una mezcla de crustáceos y hongos. Un servidor de ustedes solamente ha encontrado tal mezcla en la mesa de un restaurante, cuando ha pedido un revuelto de setas y gambas (sabroso plato, por cierto; aquí tienen unas cuantas recetas). Obviamente, no era esto lo que Lovecraft tenía en mente acerca de los Mi-go. 🙂 Por suerte, en The Whisperer in Darkness disponemos de bastante información sobre estas criaturas.

  MigoMi-go: medio cangrejo, medio hongo (fuente: en.wikipedia.org)

En cuanto a su aspecto físico, recuerdan a grandes cangrejos con patas articuladas armadas con garras. Poseen una cabeza sin ojos, llena de apéndices similares a antenas o tentáculos. También tienen alas, que les permiten desplazarse a través del éter del espacio (al parecer, Lovecraft aún creía en la existencia del éter, que no sobrevivió al triunfo de la teoría de la relatividad). Son extremadamente inteligentes, además de telépatas. Su dominio de la cirugía hace que, mediante una sencilla operación, puedan emitir sonidos con voz susurrante.

Dejando aparte su aspecto cangrejoide, los Mi-go son más que nada hongos, o algo parecido. En un momento de la novela, el narrador se refiere a ellos como «los hongos vivientes de Yuggoth». Nos dice que son un tanto fungiformes, más vegetales que animales (en aquella época, los hongos se incluían todavía en el Reino Vegetal, aunque hoy sabemos que están más emparentados con los animales que con las plantas), que poseen una sustancia similar a la clorofila, pero con un peculiar sistema nutricional que los separa de los «hongos cormofíticos». Da la impresión de que Lovecraft no entendía bien lo que es un hongo, pues «hongo cormofítico» suena tan absurdo como «invertebrado con vértebras»; palabra de micólogo. 🙂

Los Mi-go no son abiertamente hostiles respecto a los humanos, pero van a lo suyo y si interferimos con sus intereses, no mostrarán piedad ni empatía. También hacen gala de algunas costumbres enojosas, como la de extraer los cerebros del prójimo y envasarlos en unos cilindros metálicos, que pueden ser conectados a máquinas y transportados donde fuere menester.

La intención de Lovecraft, expresada por el narrador en primera persona, es que los Mi-go provoquen miedo o inquietud, y sean vistos como algo alienígeno. Y una de las formas de lograrlo es identificarlos con los hongos. La raíz «fung-» suena exótica a un angloparlante. Fungoso, fúngico, fungiforme, fungosidad… Son palabras que contribuyen a generar extrañeza en el lector. Por eso, Yuggoth, residencia en el Sistema Solar de los Mi-go, es un planeta fúngico, como se sugiere más de una vez en la novela.

Sí, da la impresión de que para los escritores anglosajones, los hongos no son de este mundo. Qué diferencia si los comparamos con los rusos, que los consideran preciados frutos de la Madre Tierra. Pero esa ya es otra historia, que será contada en otra ocasión. 🙂

Nota final: leyendo a Lovecraft, parece evidente que era un hombre culto, preocupado por estar al día y documentarse. Cita a científicos como Wegener o Einstein (con el que sus personajes no están de acuerdo, por cierto), o a recopiladores de lo paranormal, como Charles Fort. A veces podía confundirse, como en el caso de los hongos, o adoptar teorías hoy desacreditadas, como que la Luna surgió del océano Pacífico o la existencia del éter. Lo que queda claro es que, desde el punto de vista intelectual, no vivía de espaldas al mundo.