De patógenos, virus, pandemias y disparates (y VI)

Ahora, a finales de agosto, quizás haya pasado desapercibida una noticia realmente importante, perdida entre los repuntes de la pandemia, la violencia racial en Estados Unidos o la movida de Messi y el Barça. Nos referimos a la erradicación de la polio en África.

La poliomielitis o parálisis infantil es una enfermedad cruel, que puede matar o dejar terribles secuelas. Hoy ha sido erradicada de la mayor parte de países. ¿Saben cómo? Gracias a las vacunas. Ya vimos en entradas anteriores que las vacunas figuran entre las herramientas más potentes para controlar e incluso eliminar enfermedades terribles. Millones de personas se han salvado gracias a ellas.

Fuente: rebuscando por Facebook

Entonces, ¿por qué hay gente que se niega a vacunarse, o impide que sus hijos se vacunen, arriesgándo su vida y la del prójimo?

Los movimientos antivacunas vienen de lejos… (Fuente: Escuela Andaluza de Salud Pública)

El rechazo a las vacunas es antiguo. De hecho, los movimientos antivacunas surgieron prácticamente al mismo tiempo que ellas. Hoy, gracias a que las redes sociales permiten que cualquier despropósito se difunda ampliamente, los antivacunas abundan. De hecho, este resurgir actual se apoya principalmente en un artículo publicado en 1998 por el dr. A. Wakefield y 12 coautores en la prestigiosa revista médica británica The Lancet.

Para formarse un criterio, es bueno consultar los documentos originales. El de Wakefield et al. (1998) aún puede verse en la web de la revista… con la palabra «RETRACTED» sobreimpresa una y otra vez. Ahí también puede descargarse en formato PDF; sólo ocupa 5 páginas. Conviene leerlo (aunque las grandes letras rojas de «RETRACTED» estorban un poco), pues pocos textos han causado tanto daño.

En pocas palabras, Wakefield et al. sugerían la existencia de un vínculo entre la vacuna triple vírica SPR y el comienzo del autismo. Muchos médicos y científicos pronto se dieron cuenta de que había algo raro en aquel artículo, tal como ahora veremos. Por desgracia, el daño ya estaba hecho. El artículo fue como maná del cielo para los antivacunas. En ciertos lugares bajó el número de vacunaciones. O sea, se puso en peligro la inmunidad de rebaño. Enfermedades más o menos controladas como el sarampión, la tosferina y la difteria resurgieron. Hubo una explosión de casos de sarampión en el mundo, uno de los virus más contagiosos.

Fuente: ar.pinterest.com

Los medios de comunicación tampoco ayudaron a frenar el disparate. Wakefield dio conferencias, era popular… Se empezó a hablar de «dos bandos» y «controversia», pero en realidad, el artículo de Wakefield et al. no era trigo limpio. De hecho, más de uno se preguntó como era posible que una revista seria como The Lancet lo hubiera publicado.

Fuente: Cuánto cabrón (disculpen, pero el sitio web se llama así…) 🙂

Analizándolo fríamente, para cualquier científico ese trabajo era una chapuza. Parece lógico que para llegar a una conclusión tan importante como relacionar una vacuna y el autismo se estudiaran muchos casos, ¿no? Pues lean el artículo y verán cuántos historiales clínicos de niños analizaron: doce . En serio: sólo 12.

Además, en el estudio no había grupo de control, ni doble ciego, ni nada de lo que se estila en estos casos. Los autores se limitaron a rebuscar hasta dar con 12 niños que casualmente tuvieran autismo y hubieran sido vacunados. Eso recibe un nombre: sesgo de selección. Ya comentamos el problema de las correlaciones espurias o forzadas en dos entradas. Además,  buena parte del estudio se basaba en una cronología breve entre la vacunación y la aparición de síntomas, que dependía de la memoria de los padres.

Fuente: Pandacurioso

Lo bueno de la Ciencia es que los estudios pueden ser reproducidos, para comprobar su veracidad. Así, en Finlandia, el análisis de dos millones de historiales de niños no encontró evidencia de que la triple vírica causara autismo. Hubo más estudios, y siguió sin aparecer esa relación entre triple vírica y autismo. Daba la impresión de que Wakefield et al. se habían limitado a escarbar hasta dar con casos en que, por casualidad, coincidieran autismo y vacuna.

Y había más cosas extrañas en el artículo, que empezaba a oler muy mal. En 2004 se descubrió que Wakefield había estado en nómina de un abogado que planteaba presentar una demanda contra la triple vírica. ¿Casualidad? Y casi la mitad de los niños del estudio habían llegado a Wakefield a través del abogado. Por si faltaba algo, justo antes de publicarlo se había presentado una patente de otra vacuna para competir con la triple vírica. El artículo, además de chapucero, hedía a conflicto de intereses.

Poco después, 10 de los coautores pidieron que se retirara su nombre del artículo. Me los imagino silbando disimuladamente y susurrando: «A mí no me miren, ¿eh? Tan sólo pasaba por aquí…». 🙂

Qué remedio, The Lancet retiró el artículo en 2010 (aunque, como ven, sigue ahí para poder ser leído, con el cartel de «REJECTED»), y Wakefield se quedó sin licencia para ejercer medicina en el Reino Unido. Pero el tema no acabó ahí. En 2011 apareció la prueba definitiva: el artículo, además de la chapuza y el conflicto de intereses, era un fraude.

El periodista Brian Deer pudo entrevistar a los padres de los niños del estudio y ver los historiales médicos. Ninguno de ellos estaba libre de informes erróneos o alteraciones. Una  importante revista médica, el British Medical Journal, publicó la investigación de Deer después de pasarla por una revisión por pares (los científicos sabemos la importancia que esto tiene). Puede leerse el artículo de Deer aquí. En resumen, el caso fue calificado de fraude elaborado, perpetrado por Wakefield. Probablemente es el montaje médico más dañino de los últimos 100 años.

Fuente: utero.pe

¿Cómo reaccionaron los antivacunas ante evidencias de fraude tan claras? Por supuesto, al modo conspiranoico: negándolas. Wakefield, por supuesto, era un mártir atacado injustamente por oscuros intereses de la Medicina oficial, etc. Nada nuevo bajo el sol. 😦

En fin, esa es la triste realidad a la que nos enfrentamos. Pese a todas las evidencias, los antivacunas siguen erre que erre poniéndose en peligro tanto ellos como a sus hijos como al resto de la sociedad, y sin argumentos válidos. Como mucho, suelen recurrir a frases lapidarias o imágenes que pretenden ser impactantes:

Fuente: Cabroworld

Dejando aparte que muchas vacunas se aplican conjuntamente en una dosis, y que bastantes se administran por vía oral, lo de poner una foto impactante para intentar convencer no vale. Más que nada, porque la alternativa a la vacunación infantil muy bien podría ser esta:

Fuente: Pandacurioso

Bien, amigo lector, con permiso del coronavirus y del virus del Nilo, y si los profesores sobrevivimos al inicio del curso, nos veremos en la próxima entrada. 😉

Un comentario en “De patógenos, virus, pandemias y disparates (y VI)

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