Cómo ser un buen negacionista de la Ciencia

Volvamos con el blog, que lo tenemos un poco abandonado últimamente, entre tormentas solares, meteoritos, guerras y demás. Ocupémonos de un tema candente: el negacionismo de la Ciencia.

Aunque no es un fenómeno nuevo, las redes sociales y unos medios de comunicación poco rigurosos son el caldo de cultivo ideal para que proliferen diversas teorías que niegan hechos comúnmente aceptados por cualquier persona con un mínimo conocimiento científico: la redondez de la Tierra, la importancia de las vacunas, la influencia humana en el cambio climático, la evolución de las especies…

El filósofo Lee C. McIntyre se ha ocupado, entre otras cosas, de estudiar el fenómeno del negacionismo. En concreto, resulta interesante este libro:

Aunque se centra en el panorama sociopolítico estadounidense, la lectura del libro nos proporciona material para varias entradas del blog. En esta intentaremos ponernos en el pellejo de un negacionista, al cual regalaremos unos cuantos consejos prácticos. 🙂

Supongamos que hay alguna afirmación científica que a usted no le gusta. Puede que le incomode por razones puramente económicas, ya que va en contra de los intereses de su negocio. O que menoscabe su identidad, su ideología política, sus creencias religiosas… El caso es que desea combatirla con todas sus fuerzas pero claro, se topa con un problema.

Cualquier teoría científica actual ha tenido que pasar por un duro proceso para ser aceptada por la comunidad de científicos. Debe ajustarse a la evidencia (o sea, los datos disponibles), pasar por una fase experimental, ser verificable, haber sido revisada por pares, sobrevivir a la crítica constructiva de los expertos, tener cierta capacidad predictiva… Como resultado, las teorías científicas suelen estar bien asentadas, y son la mejor herramienta de que disponemos para conocer el mundo que nos rodea. Para modificar o tumbar una, se requieren nuevas evidencias muy sólidas, más experimentos, etc.

Por descontado, usted no dispone de tales evidencias. Simplemente, esa teoría científica no le gusta. Le ofende. ¿Cómo combatirla, cuando carece de argumentos válidos? Pues muy sencillo: haciendo trampas. Hay diversas tácticas retóricas para simular debates legítimos donde en realidad no existen. Así, su rechazo visceral quedará disimulado bajo una pátina de aparente razón.

McIntyre nos explica los cinco elementos básicos de estas trampas de razonamiento:

Nº 1: Cherry picking.

En algunas partes de España se emplea el verbo florear con la acepción de: «escoger lo mejor de algo». El símil inglés del cherry picking (seleccionar cerezas) resulta muy apropiado. Igual que quien escoge sólo las cerezas que más le gustan y descarta las demás, el buen negacionista considerará únicamente aquellos hechos que se adecúen a sus intereses, despreciando el resto. No importa que ese resto sea una inmensa mayoría…

Esta imagen hallada en Facebook lo expresa de maravilla. Es lo que en Ciencia conocemos como sesgo de confirmación:

Nº 2: Confianza en falsos expertos (y denigración de los verdaderos).

Por desgracia, en esta vida lo importante no es la sabiduría, sino la apariencia de sabiduría. Es decir, la fachada antes que el contenido. Por tanto, al buen negacionista le bastará con encontrar un sujeto de apariencia más o menos respetable y que sea capaz de hablar en jerga pseudotécnica, como si supiera. Con la capacidad de difusión de las redes sociales, el éxito está asegurado. 😦

Puede que incluso los negacionistas logren que un científico famoso apoye sus tesis. Sucede en ocasiones. No obstante, la Ciencia rechaza el principio de autoridad (o sea, el clásico magister dixit). Por supuesto, se respeta a los científicos ilustres, pero estos han de apoyarse siempre en los hechos, la evidencia. Ni el mismísimo Einstein redivivo podría convencer al resto de sus colegas de una teoría disparatada, sin base sólida, porque no resistirá el escrutinio público de los pares.

Nº 3: Razonamiento ilógico.

Este libro del filósofo Julian Baggini nos permite conocer un montón de técnicas tramposas para triunfar en una discusión. Quizás algún día hagamos una entrada al respecto. De momento, quedémonos con que es posible triunfar en un debate cuando no se dispone de argumentos sólidos o razonables.

De todas estas técnicas tramposas, una de las más conocidas es la falacia del hombre de paja. Es muy fácil. Si usted es incapaz de rebatir el argumento bien fundado de un oponente, basta con que invente una caricatura grotesca de dicho argumento. Entonces sí que podrá atacar con saña a la caricatura y, en apariencia, habrá vencido en la discusión. Por supuesto, usted no habrá refutado nada, pero ¿qué importa? A ojos de los espectadores, habrá triunfado.

Tomemos un ejemplo de la vida real (sin dar nombres, para que no nos pongan un pleito). Si alguien pretende, con buenos argumentos, elaborar una ley que otorgue ciertos derechos a los grandes simios, el negacionista de turno podrá argüir que: «¡Vosotros pretendéis que los orangutanes compartan pupitres en las escuelas con nuestros hijos!». Evidentemente, eso es un disparate, que nunca ha sido propuesto por los defensores de los animales. Pero como es tan grotesco, puede ser atacado con facilidad. Y encima, le reirán la gracia al tramposo… 😦

La falacia del hombre de paja no sólo se usa en el negacionismo. A veces, resulta útil en las discusiones de pareja, pero esa es otra historia. 🙂 Hay multitud de técnicas tramposas más, pero ya nos referiremos a ellas uno de estos días.

Nº 4: La Ciencia ha de ser perfecta.

En el fondo, la duda es lo único que necesita un negacionista. Por eso, le exigirá a la Ciencia que sea perfecta, que no deje lugar a dudas, que absolutamente todos los científicos estén de acuerdo.

Evidentemente, los únicos que exigen que la Ciencia sea perfecta son los mismos que jamás se han dedicado a ella. A diferencia de las religiones y las teorías conspiranoicas, la Ciencia nunca presumirá de poseer la verdad absoluta. De hecho, nunca pretenderá conocerla, pues se apoya en la evidencia, y siempre puede aparecer algo nuevo que nos obligue a replantearnos una teoría, e incluso a desecharla. Gracias a eso, la Ciencia, se corrige a sí misma y evoluciona.

Si una teoría científica prevalece (pongamos por caso, la evolución por selección natural propuesta por Darwin) se debe a que es útil, ha sobrevivido a la crítica y se ha alcanzado un consenso amplio sobre ella. No se le puede exigir perfección. La perfección es un ideal, una entelequia. En realidad, la Ciencia es una herramienta, la mejor que tenemos para conocer el mundo. Y se basa en dos pilares: la democracia y la humildad; dos conceptos que a muchos negacionistas les resultan ajenos.

Nº 5: Teorías de la conspiración.

Las teorías conspiranoicas sugieren que existe una conspiración secreta entre personas poderosas que buscan alcanzar un objetivo oculto o malévolo. El hecho de que nos consideren a millones de científicos (con los sueldos que nos pagan…) «personas poderosas» que, encima, se ponen de acuerdo entre ellas para conspirar, es… En fin, perdonen la expresión, pero es pa’ mear y no echar gota. 😀

Ya hemos comentado en otras entradas algunas de estas teorías, y no insistiremos aquí. No obstante, por muy desquiciadas que sean, en el fondo son gratificantes para quienes las aceptan. Se sienten miembros de un grupo selecto de personas que conocen «la verdad». Se sienten importantes. Están en el bando de los buenos, luchando contra un enemigo poderosísimo y artero. Hablan con otros que les dan la razón. Reafirman la identidad. Son alguien en la vida. ¿Qué más se puede pedir?

El tema del negacionismo y las conspiranoias da mucho más de sí, por lo que seguiremos con él en próximas entradas. ¿De dónde surge? ¿Por qué es tan popular?