Curioseando por YouTube te das cuenta de que para ciertos asuntos no hay nada nuevo bajo el sol. 🙂
Los más viejos del lugar, que sobrevivimos a nuestra adolescencia allá por los años setenta del siglo pasado, recordamos el boom de las pseudociencias en España a finales de la dictadura franquista e inicios de la democracia. En aquella época nos creíamos a pies juntillas todo lo que aparecía en las obras de Erich von Däniken, Peter Kolosimo, J. J. Benítez… Ay, qué recuerdos de aquellos libros de tapa dura dura de la colección Otros Mundos de Plaza & Janés… 🙂 Por otro lado, la ciencia ficción nos parecía algo poco serio comparado con las obras de tan abnegados autores, e incluso la despreciábamos.
Je, cuántas vueltas da la vida… Vas madurando y al final acabas escribiendo novelas de ciencia ficción y te conviertes en un científico que, cuando se fija en cómo funcionan realmente las pseudociencias, piensa: «Madre mía, ¿cómo pude creerme todo eso?». 🙂
Durante estas décadas la ciencia ha avanzado hasta alcanzar cotas que ni soñábamos entonces. Enviar sondas capaces de aterrizar en Titán o en el núcleo de un cometa; naves que sobrevuelan Plutón; capacidad de secuenciar genomas, incluso de criaturas extintas; todo el mundo unido por una red donde se intercambia información; dispositivos que puedes llevar en el bolsillo y que te permiten cotillear con alguien que vive en las antípodas, ver películas, saber dónde estás, oír música…
¿Y las pseudociencias? ¿Han avanzado o se quedaron como estaban, sin salir del día de la marmota? Me temo que esto último. Veámoslo con un ejemplo: los ovnis.
En aquella época había quien afirmaba que los ovnis eran naves espaciales extraterrestres, cuyas tripulaciones nos observaban y estudiaban. Para pasar desapercibidos se camuflaban simulando ser nubes, aunque lo hacían tan mal que los avispados ufólogos (que siempre llevaban una cámara en la guantera del coche) podían detectarlos. Por ejemplo, esto podría ser un platillo volante de incógnito, que capté revoloteando sobre tierras almerienses (el ovni, no yo): 🙂
Pues bien, esta misma semana, en YouTube, vi que alguien, todo serio, afirmaba que una nube parecida a la de la foto siguiente ocultaba una gran nave nodriza alienígena, al estilo de las de Independence Day:
La foto anterior procede de pixabay.com. Si quieren una más espectacular tomada desde un avión, prueben con este enlace de la Wikipedia.
Lo que más me chocó no fue el vídeo propiamente dicho, sino la sección de comentarios. Casi todo el mundo, salvo alguna honrosa excepción, se tragaba lo del ovni gigantesco camuflado.
En fin, tratemos de aproximarnos al caso con actitud científica, aplicando el principio de parsimonia; o sea, la navaja de Occam, más o menos. Si hay varias hipótesis para explicar un hecho, la más sencilla será la más probable. Si aguanta, pues nos quedamos con ella.
Hipótesis ufológica: existen naves espaciales alienígenas con una tecnología superior que necesitan envolverse en nubes para pasar desapercibidas.
Hipótesis alternativa: son simples nubes.
La segunda hipótesis es la más sencilla, sin duda. ¿Se sostiene? ¿Existen nubes con formas tan raras? Pues sí, señoras y señores. 🙂 Aquí tienen un par de fotos más, tomadas por un servidor de ustedes:
Veamos primero los ovnis más humildes, los platillos volantes de toda la vida. En realidad se trata de nubes lenticulares. Las nubes lenticulares, con esa pinta de platillos volantes, son frecuentes. Se trata de nubes estacionarias que suelen aparecer a sotavento de las montañas. En este sitio describen muy bien cómo se forman, con fotos espectaculares.
En cuanto a la enorme nave nodriza, simplemente se trata de un tipo de cumulonimbo; en concreto, el cumulonimbus incus. Lo de incus viene de yunque, debido a la forma tan peculiar de su parte superior. No es que ese inmenso yunque camufle a una nave nodriza, sino que se genera por causas naturales. Veámoslo.
En zonas inestables de la atmósfera, las corrientes ascendentes pueden crear nubes de desarrollo vertical, con un típico aspecto de coliflor, como el de la foto anterior (cumulus congestus). La nubes pueden seguir creciendo y subiendo, convirtiéndose en cumulonimbos, señal de que se avecina tormenta. No obstante, existe un obstáculo que detendrá ese crecimiento: la tropopausa. Cuando se topa con ella, la nube no puede pasar a la estratosfera y adopta esa forma de yunque… o nave nodriza, con imaginación. Puede verse en esta imagen (ya sé que no es una de mis mejores fotos; le echaremos la culpa a la cámara y a que había poca luz…):
Las nubes son fascinantes, con una gran diversidad de tipos. Incluso hay sociedades de amigos de las nubes que disfrutan fotografiándolas y compartiendo información sobre ellas. En ocasiones exhiben formas rarísimas, pero no hay nada de sobrenatural en eso. La naturaleza es bastante maravillosa de por sí.
Puestos ya, a lo mejor, sin saberlo, fotografié una flotilla de ovnis, con nave nodriza en forma de cigarro y todo, sobrevolando el Aeropuerto de Almería (aunque no sea el Área 51, supongo que también interesará a los alienígenas): 🙂
O a lo mejor esta otra era la Battlestar Galactica camuflada…:
Indudablemente, las fotos de nubes son especialmente dramáticas cuando las tomas al amanecer o al atardecer, con los rayos rojizos del sol iluminándolas por debajo… La pareidolia hace el resto.
Y pensándolo bien, si los ovnis son realmente naves extraterrestres tripuladas por seres con una tecnología avanzadísima, seguro que tienen métodos más eficaces para evitar que los localicemos. Francamente, lo de camuflarse tras una nube que apenas disimula su forma me parece de lo más cutre. Queda tan ridículo como el perro que se esconde detrás del rollo de papel higiénico, y ya cree que su dueño no lo ve: 🙂
Fuente: schnauzi.com