En memoria de Henry James

Hay autores de los que se habla poco, pero que marcaron la diferencia entre lo vulgar y lo excelente. Su obra es fundamental para el género fantástico y por este motivo le dedico unas líneas:

henry_james_by_sargent_1913Nació en Nueva York en 1843 en una acaudalada familia de origen irlandés. Con sus padres se acostumbró de joven a viajar por Europa, continente por el que sintió una verdadera pasión a lo largo de su vida. Estudió en distintas ciudades de Europa, como Ginebra y París, y posteriormente inició la carrera de Derecho en la Universidad de Harvard, sin embargo abandonó los estudios oficiales por su descontento con el envaramiento del mundo académico. A partir de entonces su formación sería autodidacta.

En 1869 inició otro viaje por Europa, durante el cual tomaría conciencia del abismo cultural que entonces aún separaba ambos continentes. De esta sensación interior de saberse un americano en Europa surgiría Un peregrino apasionado y otros cuentos (A passionate pilgrim and other tales, 1875) donde estetiza este sentimiento y empieza su carrera literaria.

En 1875 viaja de nuevo a París, donde conocería, inmerso en el bullicioso ambiente creativo de la capital francesa, a algunos de los mejores escritores de su tiempo: Zola, Flaubert, Daudet y el también escritor de temas fantásticos Guy de Maupassant. Con ellos pudo conversar como un igual, pues James ya se había ganado un cierto prestigio literario, tanto por sus relatos en Américo como por El americano (The american, 1877) y Los europeos (The europeans, 1878), en donde abundaría en su visión de las diferencias internacionales. Esta fama que tenía en los cenáculos parisinos no se correspondía con el éxito popular, pues su obra se separaba de los gustos imperantes en su época y complacía solo a los más refinados lectores contemporáneos. Destacó como escritor y crítico literario y fue enormemente prolífico, con veinte novelas, más de un centenar de relatos y varias obras de teatro, aunque estas no tuvieron el éxito que el autor esperaba.

Pasó el resto de su vida viajando entre los Estados Unidos e Inglaterra, donde falleció en 1916, un año después de obtener la nacionalidad británica. Durante estos años vio cada vez más acrecentada su fama entre pequeños grupos de seguidores de su obra.

Obra:

13_cuentosEl estudio de la abundante y compleja narrativa de Henry James es un tema apasionante, sin duda, pero se escapa del tema tratado en este artículo. Así pues menciono solo lo más importante, aun sabiendo que caigo en un exceso de simplificación.

Los estudiosos dividen su obra en tres etapas debido a los cambios formales y de temática que experimentaron sus ficciones a lo largo de su vida.

Estas etapas son:

  • Las diferencias culturales entre América y Europa, o el tema internacional. En esta época James emplea sus vivencias personales y su experiencia viajando para afrontar la relación entre ambos mundos, y poner de manifiesto el impacto que la cultura europea provocaba en los americanos que conocían nuestro continente.
  • Obra experimental con inquietudes socio-políticas: es en esta segunda etapa cuando emplea a fondo la técnica narrativa del punto de vista subjetivo. Con esta técnica James redefine al narrador como un elemento más de la trama, dotándolo de una subjetividad propia de un personaje, que él siempre escoge con esmero por el “ángulo” que puede aportar a la narración. Como se ve, James era muy adelantado a su época, donde triunfaban todavía las descripciones explícitas y vibrantes del naturalismo. Esta etapa experimental le costó sacrificar parte de sus argumentos, tanto en complejidad como en ritmo, que se fue haciendo más lento. Centraba su prosa en la descripción minuciosa y sutil de los personajes. James es un precursor del monólogo interior.
  • Novelas de madurez: en esta época regresa a los temas del principio de su carrera, pero empleando las capacidades adquiridas durante su época experimental para hacerlo desde un punto de vista interior y a menudo moral.

En general podemos decir de él que fue un maestro en el misterio desde todos los puntos de vista. Sus obras acostumbran a estar teñidas de ambigüedad y el estilo destaca por su gran refinamiento formal. Fue un adelantado a su tiempo tanto por la naturaleza de sus obras como por las técnicas narrativas empleadas.

Por desgracia gran parte de su producción es de temas muy diferentes a los que nos ocupan. Hay, sin embargo, una novela que por ella sola ya permite escribir el nombre de Henry James con letras de oro en el libro de lo fantástico: Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw, 1898) Esta es una obra donde James demuestra todo lo que hemos dicho de él en los párrafos anteriores. Está considerada por muchos como una de las mejores novelas de terror jamás escritas y emplea a fondo su capacidad de introspección, el juego narrativo con el punto de vista del narrador, y la psicología de los personajes. Es un ejemplo magnífico de la característica ambigüedad del relato fantástico, pues admite diversas interpretaciones, desde psicológicas a sobrenaturales.

Otros relatos recomendables de este autor son Sir Edmund Orme (Sir Edmund Orme, 1892), El fantasma que pagaba alquiler  (The ghostly rental, 1876), y Los amigos de los amigos (The Friends of the Friends, 1896). Mención aparte merece una de sus últimas novelas, La fontana sagrada (The Sacred Fount, 1901), que comparte el estilo y la calidad de Otra vuelta de tuerca, con una ambientación vagamente parecida.

Algunas de sus obras:

  • El fantasma que pagaba alquiler (The ghostly rental, 1876).
  • Sir Edmund Orme (Sir Edmund Orme, 1892).
  • Los amigos de los amigos (The Friends of the Friends, 1896).
  • Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw, 1898).
  • La fontana sagrada (The Sacred Fount, 1901).

Existen numerosas antologías que recopilan sus mejores escritos fantásticos, entre ellas la extensa “13 cuentos de fantasmas” (Valdemar. Madrid, 2010) que incluye la novela Vuelta de tuerca.

John William Polidori

John_PolidoriJohn William Polidori nació en Londres en 1795. Recibió una educación excelente y fue un alumno aplicado. A los 16 años empezó la carrera de medicina, se licenció a los 19 y un año más tarde se doctoró con una tesis sobre el sonambulismo.

Su auténtica pasión era la literatura, por eso aceptó de buen grado cuando un famoso poeta, Lord Byron, le propuso acompañarle como médico privado en un largo viaje por el continente. Sin embargo Byron se mostró desdeñoso con Polidori, de quien se burlaba con frecuencia. Mary Shelley también le despreciaba y denominaba “el pobre Polidori”.

En 1816 se produjo la famosa reunión de escritores de Villa Diodati, en un clima de desenfreno pasional y opio. Tras leer una antología de relatos alemanes de fantasmas, Lord Byron propuso a sus invitados escribir cada uno una historia de terror. Mary Shelley iniciaría así su obra Frankenstein, al tiempo que Polidori haría lo mismo con Ernestus Berchtold o el moderno Edipo.

Finalmente Polidori y Byron se enemistarían, despidiendo éste a su médico. Polidori se dedicó entonces a viajar, siendo detenido en Milán. Lord Byron le ayudó para que recuperase la libertad.

Regresó a Inglaterra en 1821 y se encontró con la sorpresa de que un relato suyo, El vampiro  (The Vampyre, 1819), había tenido un gran éxito. Pero su autoría era atribuida popularmente a Lord Byron y no a él, a pesar de que el poeta negaba ser el autor. Esta obra suya inauguró una moda y también una estética, la del aristócrata decadente, pero seductor, que debe saciar su sed de sangre. La misma figura del vampiro está inspirada en Lord Byron, hasta el punto que el personaje lleva por nombre Lord Ruthven, que era el apodo que una amante de Byron le daba a éste, y quizás el motivo de la confusión sobre la autoría del relato.

Bram Stoker, Sheridan Le Fanu, R. L. Stevenson y más modernamente Anne Rice han bebido de esta fuente para concebir a sus criaturas, y aunque es la única contribución a la literatura de su autor, ha bastado para hacerlo entrar en la historia por la puerta grande. Polidori también recibió influencias de una larga tradición, empezando por las supersticiones populares, el folklore, la poesía e incluso la música (ver nota 1).

Polidori se tomó tan en serio este relato que para documentarse leyó un libro de Agustín Dom Calmet titulado Tratado sobre los vampiros (Traité sur les apparitions des esprits et sur les vampires, 1746) (ver nota 2). Estos personajes ya eran populares por aquel entonces, y formaban parte de las creencias de numerosos pueblos.

El Vampiro influyó en muchos autores posteriores, convirtiéndose en un subgénero: Carmilla de Sheridan Le Fanu, El vampiro y La hermosa vampirizada de Alejandro Dumas, Olalla de Stevenson, El vampiro de Baudelaire, Berenice de Poe, La Familia de Vourdalak de Tolstoi y especialmente la famosa novela Drácula de Bram Stoker.

Sin saber cómo orientar su vida, y viendo que sus mejores obras se atribuían a Byron o no obtenían el reconocimiento del público, Polidori entró en un periodo de decadencia personal que le sumió en una profunda depresión. Finalmente decidió poner fin a su vida en 1821 y para ello ingirió ácido prúsico. Éste es un veneno que fue inventado por el alquimista Konrad Dippel, que sirvió a Mary Shelley como fuente de inspiración para crear al doctor Frankenstein.

Nota 1: Cronología vampírica

  • 1190    Walter Map: De Nagis Curialium.
  • 1196    William de Newburgh: Chronicles.
  • 1610    Leo Allatius: De Graecorum hodie quirundam opinationabus.
  • 1679    Phillip Rohr: De Masticatione Mortuorum.
  • 1744    Cardenal Giuseppe Davanzati: Dissertazione sopre I Vampiri.
  • 1746    Dom Augustin Calmet: Dissertations sur les Apparitions des Anges des Demons et des Espits, et sur les revenants, et Vampires de Hundrie, de boheme, de Moravic, et de Silesie.

Hasta esta fecha han dominado las supersticiones y los libros contra la brujería, pero a partir de esta época empieza a predominar la literatura como ficción que, conforme muere la creencia en los vampiros, pretende substituir esa creencia con una ficción que preserve la emoción de lo numinoso y lo terrorífico.

  • 1747    Goethe: La novia de Corinto.
  • 1800    Coleridge: Christabel.
  • 1800    Silvestro de Palma: I Vampiri (ópera estrenada en la Scala de Milán).
  • 1801    Robert Southey: Thalaba.
  • 1810    John Stagg: El Vampiro.
  • 1821    Polidori: El vampiro.
  • 1847    Tolstoi: La Familia del Vourdalak.
  • 1872    Le Fanu: Carmilla.
  • 1887    Stevenson: Olalla.
  • 1897    Stoker: Drácula.

 Nota 2 Muestra del interés que despertaba el tema, y de la credulidad que aún manifestaba mucha gente, es el fenómeno conocido como la controversia sobre el vampirismo del siglo XVIII, el cual se extendió durante una generación. El problema se vio agravado por las denuncias desde las aldeas de los considerados como ataques de vampiros, fruto de la superstición presente en las comunidades rurales. Se llegó a desenterrar los cadáveres para atravesarlos con estacas de madera. Aunque muchos sabios declararon que los vampiros no existían, y atribuyeron los hechos a la inhumación prematura o la enfermedad de la rabia, la superstición y la histeria colectiva aumentaba. Don Agustín Calmet, un teólogo francés muy respetado y erudito, escribió un ensayo en 1746, en el que se mantuvo ambiguo, cuando no favorable, acerca de la existencia de los vampiros. Calmet recogió testimonios de los accidentes que involucraban vampiros; muchos lectores, incluyendo a Voltaire, críticaron al sabio por considerar que avalaba la existencia de estos seres sobrenaturales. A raiz de la obra del reputado Calmet, Voltaire escribió en su Diccionario filosófico:

¿Es posible que haya vampiros en el siglo XVIII, después del reinado de Locke, de Saftersbury, de Trenchard y de Collins? Y en el reinado de D’Alembert, de Diderot, de Saint-Lambert y de Duclos, ¿se cree en la existencia de los vampiros, y el reverendo benedictino dom Agustín Calmet imprimió y reimprimió la historia de los vampiros, con la aprobación de la Sorbona? Los vampiros eran muertos que salían por la noche del cementerio para chupar la sangre a los vivos, ya en la garganta, ya en el vientre, y que después de chuparla se volvían al cementerio y se encerraban en sus fosas. Los vivos a quienes los vampiros chupaban la sangre se quedaban pálidos y se iban consumiendo, y los muertos que la habían chupado engordaban, les salían los colores y estaban completamente apetitosos. Era en Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París. Confieso que en esas dos ciudades hubo agiotistas, mercaderes, gentes de negocios, que chuparon a la luz del día la sangre del pueblo; pero no estaban muertos, sino corrompidos. Esos verdaderos chupones no vivían en los cementerios, sino en magníficos palacios.

 Voltaire. Diccionario filosófico, 1764.

 http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/Diccionario-Filosofico-Voltaire.htm

También en L’Encyclopédie le dan un buen rapapolvo a Calmet:

Vampire ; c’est le nom qu’on a donné à de prétendus démons qui tirent pendant la nuit le sang des corps vivans, & le portent dans ces cadavres dont l’on voit sortir le sang par la bouche, le nez & les oreilles. Le P. Calmet a fait sur ce sujet un ouvrage absurde dont on ne l’auroit pas cru capable, mais qui sert à prouver combien l’esprit humain est porté à la superstition.” (Vampiro. Es el nombre que se les dio a supuestos demonios que se succionan durante la noche la sangre de cuerpos vivos y la llevan en estos cadáveres de los que se ve la sangre salir de la boca, la nariz y los oídos. El padre Calmet hizo sobre el tema una obra absurda de la cual no se le hubiera creído capaz, pero que sirve para demostrar hasta qué grado el espíritu humano se deja llevar por la superstición)

Diderot y d’Alembert. La Enciclopedia, 1751-1772.

 http://alembert.fr/

Clara Reeve, o cómo estropear la innovación literaria con la moral

ClaraReeveClara Reeve fue una novelista y ensayista inglesa, hija de un clérigo y nacida en Ipswich en 1729. Tuvo una excelente educación, destacando en historia y latín.

Contribuyó notablemente a la historia de la literatura con su influyente obra  El progreso del romance (The Progress of Romance, 1785). Se trata de una innovadora historia de la narrativa y de la evolución de la épica novelística, clara precursora de las historias modernas de la novela.

Como curiosidad, una cita donde Clara Reeve formula la distinción entre romance y novela (distinción casi inexistente en español):

El romance es una fábula heroica, que trata de personas y cosas. La novela es un cuadro de la vida real y sus costumbres, y acerca del tiempo en que se escribió. El romance describe con lenguaje elevado y orgulloso, algo que no ha pasado ni pasará nunca. La novela presenta una relación familiar de esas cosas tal y como ocurren cada día ante nuestros ojos, como podrían ocurrirles a nuestros amigos o a nosotros mismos.

Clara Reeve. El progreso del romance, 1785.

Reeve resultó influida por el alarmismo de los críticos más conservadores, que consideraban peligrosa la novela de Walpole. A ésta la acusaban de ser excesivamente emocional y perturbadora; sus excesos narrativos podían, al igual que las drogas, causar adicción y pervertir la mente de las jóvenes casaderas, que tal vez llegarían a contraer matrimonio con hombres indignos de su afecto y condición, precipitándose en el abismo de una vida desgraciada. La influyó por un igual el estilo contenido y realista de su maestro, Richardson; para Reeve Otranto caía en el ridículo y el exceso emocional, así que se propuso convertirla en una narración de marcado carácter moralista, evitando en lo posible los elementos fantásticos.

El resultado de esta imitación de El castillo de Otranto, se titulaba El viejo barón inglés, una historia gótica (The Old English Baron, a Gothic Story, 1777). En su primera edición se había titulado El campeón de la virtud, una historia gótica (The Champion of Virtue, a Gothic Story). Obsérvese que la imitación llegaba hasta la coletilla «una historia gótica» puesta al final del título, para tentar de nuevo a los lectores con una morbosidad que luego les escatimaba en el texto.

Su intención era mejorar la novela de Walpole, reconduciéndola a un orden tradicional. La manera de hacerlo consistió en introducir los mismos efectos misteriosos de lo sobrenatural, pero cambiando la explicación final por otra de marcado carácter racionalista. Otra característica de su obra fue la lucha de clases contra la opresión feudal y la introducción de elementos de lo cotidiano. Para lograrlo cambió el exotismo de la primera novela gótica por algo más costumbrista. Así pues, Reeve tomó una novela exitosa y que rompía moldes, le quitó cuanto aportaba de original y multiplicó sus defectos moralizantes. Con todo ello convirtió lo novedoso de su trama en otra obra dieciochesca moralizante. No está mal para tratarse de una estudiosa del progreso en el arte de la novela.

El propio Walpole acusó esta crítica a su obra, tildando a su vez la de Reeve de ser «insípida». Otros críticos han afirmado que no aporta nada a la novela gótica siendo, según palabras de Temma Berg, una mera «redecoradora del castillo de Otranto». En realidad el curioso intento de Reeve pretendía quitar a la novela de Walpole lo mejor que tenía: el onirismo y los elementos sobrenaturales. En vez de conseguirlo solo logró afianzar su fama, abriendo la veda de las imitaciones de la obra de Walpole. Por poner un ejemplo de hasta qué punto llegaría la veneración de autoras posteriores por esta novela, diremos que influenció a Mary W. Shelley para escribir a su vez Frankenstein, o el moderno Prometeo.

El motivo para mencionar a Clara Reeve es, como habrá supuesto ya el lector, mostrar lo difícil que era romper moldes, y cómo aun habiéndolo logrado un autor, el establishment trataba de reconducir la literatura de nuevo a los cauces que juzgaba estética y moralmente adecuados. Muchos han sido los que se han erigido en jueces de la moral y las buenas costumbres en la literatura de género, pero al igual que lo ha hecho la historia, nosotros preferimos olvidarlos y dar todo el mérito a los creadores.

Charlotte Dacre: sexualidad y fantasía en el siglo XVIII

CharlotteDacre

Charlotte Dacre nació en Londres en 1782, en el seno de una acaudalada familia. Falleció en 1841. Su nombre de soltera fue Charlotte King. Se casó con el editor Nicholas Byrne de quien tuvo tres hijos. Su marido, colaborador del Morning Post, la animó a publicar en él sus primeros poemas, momento en que adoptó el pseudónimo Rosa Matilda. “Dacre”, en substitución de su verdadero apellido, también es un pseudónimo y por él se la conoce habitualmente hoy en día.

Como novelista recogió la influencia gótica, pero aportó unos caracteres femeninos más agresivos, contrarios a las normas sociales del decoro. Su obra permaneció en la oscuridad durante mucho tiempo, si bien influyó en los grandes autores del momento.

Su obra más importante, Zofloya, o el moro (Zofloya; or, the Moor: A Romance of the Fifteenth Century, 1806) rompió moldes en todos los sentidos. La protagonista, una dama veneciana, se muestra cruel y malvada, además de sexualmente activa. Resulta especialmente lujuriosa y depravada, mostrando al lector todos sus deseos, sin ahorrar detalles. Para mayor provocación la protagonista se interesa por un moro, que resulta ser un personaje diabólico. Zofloya sigue los pasos de El monje, pero incorporando ecos fáusticos e influencias de Milton y Sade.

Al género que practicó esta autora se le suele llamar «gótico femenino» (Female Gothic).

Otras obras suyas:

Horas de soledad (Hours of Solitude, 1805). Colección de poemas donde ya aparece el tema del amante diabólico.

Confesiones de la monja de San Omer (Confessions of the Nun of St. Omer, 1805). Novela gótica dedicada a Matthew Lewis, el inspirador de sus obras.

El libertino (The Libertine, 1807).

Las pasiones (The Passions, 1811).

Sophia Lee, la creadora del gótico histórico

Sophia LeeLa escritora y dramaturga inglesa Sophia Lee nació en Londres en 1750. Era hija de un famoso actor y empresario teatral llamado John Lee. Ello motivó que Sophia escribiera una obra dramática titulada El capítulo de los accidentes (The Chapter of Accidents, 1780), y parece probable que lo hiciera por problemas económicos, cuando su padre se hallaba enfermo. Tuvo la fortuna que la obra alcanzara cierto éxito y fuese representada en varios teatros, paliando así las necesidades de la familia. El dinero obtenido con la obra le permitió abrir, junto a sus hermanas, un colegio para señoritas llamado Belvedere House. La escuela consiguió cierta reputación y le proporcionaría unas rentas adecuadas a su clase, con lo que pudo dedicarse a la literatura.

En este entorno apacible se dedicó a escribir la novela gótica El subterráneo, un cuento de otros tiempos (The Recess, or a Tale of other Times, 1785). El término “recess” es un tanto difícil de traducir, pues significa hueco, nicho o escondrijo. Es una novela histórica que alcanzaría gran fama, llegando a ser traducida a varias lenguas europeas, entre ellas el español en 1795, con el título El subterráneo; o: la Matilde. La novedad de esta obra radica en rehuir el entorno fabuloso y poco creíble de otras novelas góticas medievalizantes. En su lugar opta por un contexto realista y, en general, bastante más verosímil. El relato cae sin embargo en la morbosidad y truculencia características de los primeros argumentos góticos: dos hermanas gemelas, hijas del duque de Norfolk y María de Escocia, se hallan presas en las mazmorras de un sombrío castillo para evitar que la reina Isabel las haga asesinar por razones políticas.

Aunque no se trata de una obra sobrenatural se inscribe de lleno en la corriente gótica, tanto por su atmósfera como por el desbordamiento de las pasiones y la truculencia de la trama. Logra un efecto de suspense terrorífico gracias al uso magistral de la psicología, el ambiente claustrofóbico, la mentalidad tortuosa de los protagonistas y un cierto sadismo, sobre todo psicológico. Aunque las hermanas logran escapar, las experiencias que les esperan tras la libertad son tan terribles que su anterior reclusión terminará por parecerles un remanso de paz y felicidad. El ambiente de esta obra es singularmente sombrío y hace un uso excelente de los recursos psicológicos como fuente de inquietud y aun de terror. Demuestra que el verdadero miedo no está en los efectos sobrenaturales tanto como en el mundo real y especialmente en nuestras acciones. Sin proponérselo Sophia Lee acababa de lograr lo que se había propuesto, sin conseguirlo, Clara Reeve: demostrar que se podía escribir una novela gótica como El castillo de Otranto, sin apelar a lo sobrenatural y sin abandonar las sendas morales de su época. Como curiosidad mencionamos que a esta corriente que mezcla lo gótico con la novela histórica, huyendo de lo sobrenatural, suele llamársela «gótico histórico».

La marca mínima

A veces queremos escribir un relato fantástico cuya acción transcurre en un mundo muy diferente al nuestro. Entonces existe el problema del entorno. Ya sea de fantasía o ciencia ficción, el relato transcurre en un tiempo o lugar muy diferente al que conocemos. Nuestra idea puede ser mostrar un solo aspecto, un detalle del mismo que es la esencia del relato. Para darle forma podemos vernos obligados a perdernos en detalles descriptivos sobre lo que diferencia el entorno del relato de nuestro propio mundo. Ese detallismo puede hacer que la idea original, sencilla pero eficaz, se vea alargada, estirando el tiempo narrativo más de lo deseable.

La solución es lo que se suele llamar la marca mínima. La idea es dejar que ese mundo obedezca a las mismas reglas que el nuestro en todo, salvo en lo que la idea le obliga a ser diferente. Así no tenemos que describir una biología, unas costumbres, un idioma diferentes… Basta con dejar el mayor parecido posible para que nos centremos en explicar bien la esencia de nuestra historia, sin perdernos en los detalles.

Se trata pues de una economía de medios. La ciencia ficción ha empleado mucho este recurso en las series de televisión: recordemos a nuestros esforzados exploradores de la galaxia hallando cada semana una nueva civilización… con la cual entablan contacto enseguida pues hablan el mismo idioma, usan los mismos medios de comunicación y sus costumbres son idénticas en todo, salvo en aquello que, expresamente, queremos destacar como diferente. Desde luego esto permite un gran ahorro en tiempo y medios para rodar una serie de televisión. También economiza al espectador, lector en el caso de un relato, todas las largas explicaciones sobre cómo logran descifrar el idioma y todo lo demás.

Caso aparte son los mundos creados precisamente para poder disfrutar de toda una amplia gama de diferencias, de multitud de situaciones y ambientes distintos. Desde El Señor de los Anillos a La guerra de las galaxias, pasando por numerosos autores que han creado magistralmente sociedades diferentes para extasiarnos con sus detalles, como Jack Vance en su serie de La Tierra moribunda.

En estos mundos, completos y maravillosos, sí vale la pena extenderse. Si queremos en cambio centrarnos en una sola idea, economicemos medios, contemos sólo lo imprescindible; Allan Poe nos enseñó que un cuento es mucho mejor si se centra en una idea concisa y bien explicada. No llenemos de paja los relatos y sepamos distinguir cuándo es menester una ambientación extensa y diligente, y cuándo basta con resaltar lo imprescindible.