De vacunas, ARN y ciencia ficción (II)

Para entender cómo funcionan estas vacunas revolucionarias, conviene repasar cómo se gestiona la información genética en nuestro organismo.

Grosso modo, las instrucciones para que funcionen nuestras células se guardan en los cromosomas del núcleo, en forma de ADN. No obstante, esta molécula no va a dar las órdenes directamente, sino que se vale de un intermediario. Podríamos comparar el ADN con unos tomos de valor incalculable, guardados a cal y canto en una biblioteca. No los podemos sacar de ella, pero los bibliotecarios nos permiten hacer fotocopias de lo que nos interese y llevárnoslas.

Esas «fotocopias» corresponden a otra molécula: el ARN. Concretamente, el ARN mensajero (ARNm). Él sí que podrá salir del núcleo e ir a las fábricas celulares, los ribosomas (formados por otro tipo de ARN, dicho sea de paso), y allí entregar las instrucciones para que fabriquen proteínas. Estas son las auténticas herramientas de la célula, las que la hacen funcionar.

Por tanto, el ARNm es la clave. ¿Y si suministramos a la célula ARNm con instrucciones para que haga lo que nosotros queramos?

La idea de usar el ARN como herramienta no es nueva. A los aficionados a la ciencia ficción les sonará uno de los autores más queridos del género, Larry Niven. El creador de la serie de Mundo Anillo también nos ha deleitado con muchas otras novelas y relatos. Para el tema que nos ocupa, el ARN, cabe destacar Un mundo fuera del tiempo (A World Out of Time, 1976).

No vamos a desvelar aquí el argumento de la novela; les animamos a ustedes a que la lean. Lo que nos interesa es que Niven propone que en el futuro, la memoria se puede almacenar en el ARN. O dicho de otro modo, el ARN es capaz de convertirse en una especie de almacén de información… disponible para cualquiera. Por tanto, podemos extraer ARN de unos individuos y dárselo a otros, bien en forma de pastillas o inyectándolo. Así podríamos transferir recuerdos de un sujeto a otro, aprender idiomas, nuevos oficios, etc.

Claro, la realidad es más prosaica y el ARN no da tanto de sí. Una pena, porque un adiestramiento a base de tomar pastillas o inyecciones parece bastante descansado. 🙂 Sin embargo, sí que podemos suministrar ARNm a las células para que hagan cosas que nos interesen, como fabricar la proteína S del coronavirus. La proteína S es una molécula inofensiva, pero activará nuestro sistema inmunitario para que fabrique anticuerpos que reconozcan al virus cuando llegue, se creen linfocitos con memoria… O sea, hará lo mismo que una vacuna clásica, pero sin necesidad de meternos en el cuerpo virus atenuados, como indicamos en la entrada anterior.

Tanto la vacuna de Pfizer-BioNTech como la de Moderna contra la covid-19 usan ARNm. Claro, tienen sus pegas; al fin y al cabo son vacunas muy novedosas. Lo que resulta maravilloso es que hayan podido desarrollarse en tan poco tiempo, pero cuando la necesidad apremia, pues… En fin, necesitan conservarse a muy baja temperatura, puede que sea necesaria una tercera dosis de recuerdo, y otros inconvenientes. Sin embargo, están abriendo camino para las vacunas de la siguiente generación. Incontables vidas podrán ser salvadas, y eso es lo que importa.

Pero inyectar ARNm no es el único modo de obligar a nuestras células a fabricar proteínas inofensivas de virus para poner en marcha al sistema inmunitario. Hemos de hablar de los vectores de genes, y también los problemas que están dando, quizá magnificados por la prensa, pero que haberlos, haylos. Nos ocuparemos de ellos en la próxima (y última) entrada de esta serie.

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