Hasta ahora hemos buscado inteligencia en vertebrados como nosotros, con un cerebro encerrado dentro de un cráneo… Variaciones sobre el mismo tema, en el fondo.
Ya en 1555, el naturalista Pierre Belon ilustró lo similares que eran los esqueletos de humanos y pájaros, ambos vertebrados (fuente: en.wikipedia.org)
No obstante, en el Árbol de la Vida hay muchas otras ramas, ocupadas por seres muy diferentes a nosotros. Algunos de ellos son tan alienígenos que superan lo imaginado por los escritores de ciencia ficción. ¿Puede surgir la inteligencia en animales cuyo cuerpo (y su cerebro) sea completamente diferente?
A los seres humanos nos encantan las dicotomías: clasificar las cosas dividiéndolas de dos en dos. Blanco y negro, sin matices. La dicotomía más básica es la que distingue entre «nosotros» y «ellos». Por lo general, «nosotros» es un grupo bien descrito, con características bien definidas. Y todo lo que no quepa ahí va a parar al cajón de sastre de «ellos». Un cajón de sastre que suele ser mucho más amplio y heterogéneo que el reducido «nosotros».
Incluso hoy, en el siglo XXI, en los libros de texto se sigue dividiendo a los animales en vertebrados (como nosotros) e invertebrados.
He aquí un libro excelente para empezar a comprender a otras criaturas con mentes complejas pero muy distintas a la nuestra.
¿Qué son los invertebrados? Pues todos aquellos animales no vertebrados. 🙂 El problema es que ahí se incluyen seres tan diferentes como una esponja, un calamar, una medusa, una mariposa, una estrella de mar… Criaturas cuyos cuerpos y órganos, entre ellos el cerebro (si es que lo tienen), no se parecen en nada.
Hace mucho tiempo que los biólogos no tenemos en cuenta esa dicotomía a la hora de clasificar los animales. De hecho, el reino animal se divide en filos (en latín phylum, plural phyla). Cada filo corresponde a una forma diferente de organización corporal. Los vertebrados ni siquiera llegan a la categoría de filo, sino que son una parte del filo de los cordados. Y dentro de los invertebrados hay más de 30 filos diferentes. Ahí es nada… Algunos son muy reducidos y agrupan a seres minúsculos o extraños, de los que casi nadie ha oído hablar: micrognatozoos, ciclióforos, entoproctos, placozoos… Otros nos resultan más familiares: artrópodos (insectos, arácnidos, crustáceos…), equinodermos (estrellas y erizos de mar), cnidarios (medusas, corales), poríferos (esponjas), etc.
Por lo que sabemos, la separación entre los principales filos es antiquísima. Seguramente se dio antes de la explosión cámbrica, hace 541 MA. Desde entonces, cada filo ha evolucionado a su manera. Ya hemos visto que en el filo de los cordados aparecimos especies sociales, con cerebro grande. ¿Y en los demás?
La verdad, muchos de esos filos incluyen a animales pequeños, incluso microscópicos. Algunos, como los artrópodos (pensemos en los insectos) han tenido un éxito evolutivo enorme, pero este se basa en el pequeño tamaño y la alta tasa de reproducción, entre otras cosas. Nada de cerebros grandes en los filos de invertebrados… Excepto en uno.
La sepia o jibia es uno de los moluscos más notables.
El filo de los moluscos es uno de los más exitosos y diversos. En el se distinguen hasta 7 clases que han sobrevivido hasta la actualidad. Centrándonos en las más conocidas, tenemos a los bivalvos: almejas, mejillones, berberechos… Viven bien protegidos por sus conchas, y ni siquiera necesitan cerebro. En serio: son animales descerebrados, literalmente hablando. A pesar de eso, les va bastante bien: mares, ríos y lagos están llenos de ellos.
Los gasterópodos incluyen a caracoles, babosas y similares. Tampoco es que tengan un cerebro enorme. De hecho, como en muchos invertebrados, el sistema nervioso está bastante «descentralizado». En vez de un cerebro grande, poseen numerosos ganglios repartidos por el cuerpo.
Pero los cefalópodos son harina de otro costal. Calamares, pulpos, sepias… Ellos sí que tienen cerebros de buen tamaño. Para no extendernos demasiado, nos fijaremos en los pulpos (aunque las sepias también son bastante espabiladas).
Un pulpo tiene 3 corazones, sangre azul y 9 cerebros: el principal y uno en cada tentáculo (fuente: voynetch.com)
Si hay criaturas realmente alienígenas en nuestro planeta, son los pulpos (orden: octópodos). Poseen unn cerebro con casi tantas neuronas como el de un perro, pero organizado de forma bien distinta, repartido en buena medida entre los tentáculos…
Fuente: http://www.100cia.site
Los pulpos exhiben un comportamiento complejo. Son muy adaptables, tienen capacidad de aprender, de imitar a otros animales, pueden incluso manipular objetos o usarlos como herramientas…
Algunos pulpos pueden valerse de conchas e incluso de cocos para esconderse de los depredadores y tender emboscadas a sus presas (fuente: pixabay.com)
Su cuerpo flexible puede meterse casi por cualquier sitio. La piel experimenta asombrosos cambios de textura y color que permiten expresar sus estados de ánimo y comunicarse con otros congéneres. Incluso parece que los pulpos sueñan.
En cautividad, los pulpos son capaces de abrir botes con tapón de rosca, superar laberintos, reconocer a sus cuidadores, apagar las luces que les molestan mediante chorros de agua… Otra lectura recomendable sobre las habilidades de los pulpos es:
¿Cómo puede haber surgido un cerebro tan grande en un animal más bien solitario y poco social?
Los cefalópodos más primitivos se movían por los mares protegidos por una concha en la que encerraban su cuerpo blando, pero en la línea evolutiva que llevó a los pulpos, esta concha desapareció, en aras de la rapidez y la flexibilidad.
Numerosos animales, entre ellos los seres humanos, opinan que los pulpos son un apetitoso manjar (fuente: okdiario.com)
Los pulpos son depredadores que cazan presas muy diversas, desde cangrejos hasta peces. Por otra parte, en el mar hay muchas criaturas que comen pulpos: un bocado exquisito de carne blanda, desprotegida. Por tanto, los pulpos tuvieron que desarrollar un comportamiento muy flexible, tanto para cazar como para evitar ser cazados. A diferencia de otros moluscos, aquí si que ayuda tener un cerebro grande y complejo.
Los pulpos son inteligentes, mucho. Pero uno se pregunta de qué les sirven ese cerebro, esa inteligencia, si mueren a los 3 años de edad o poco más. Se reproducen y adiós. La esperanza de vida varía en las diversas especies de pulpo, pero suele oscilar entre 6 meses y 5 años.
Suena trágico, pero la naturaleza es así. En el fondo, lo que importa es la capacidad de transmitir los genes a lo largo del tiempo. Los pulpos crecen muy rápido y se reproducen pronto. Las hembras ponen un montón de huevos que cuidan hasta que eclosionan y sus paralarvas se liberan al plancton. Luego, la hembra muere. Los machos también. Ya han cumplido.
En cuanto llega el momento de reproducirse, los pulpos están condenados a muerte. Los cambios hormonales que sufren conllevan un efecto secundario: las glándulas digestivas se inactivan. Ya no podrán alimentarse y morirán de inanición. El hecho de que hayan desarrollado un cerebro tan grande y que sean bastante inteligentes resulta irrelevante. A la naturaleza no le importa. Para ella, el bienestar de las criaturas individuales, sean pulpos, gallinas o seres humanos es indiferente.
Los pulpos contrastan con los seres humanos. En animales sociales, como nosotros, la experiencia de las abuelas cuenta mucho. Durante miles de siglos, su conocimiento ha sido la diferencia entre la vida y la muerte. La supervivencia de las abuelas hasta más allá de su periodo fértil incrementa la supervivencia del grupo. Se trata de una ventaja evolutiva, y así se ha seleccionado. Aparentemente, para los pulpos, criaturas más bien solitarias, la longevidad no aporta gran cosa a la supervivencia de la especie. Por tanto, no se ha seleccionado.
¿Podría hacerlo en el futuro? A saber. La evolución no prevé el futuro. Las mutaciones, los cambios, suceden al azar, y el medio selecciona. Es lo que hay.
¿Cómo evolucionarán los pulpos en el futuro? Cthulhu sabrá… 🙂 (fuente: pixabay.com)
En la siguiente entrada terminaremos con esta serie de inteligencias más o menos alienígenas, palabra de honor. 🙂