Inteligencias más o menos alienígenas (VI)

A la hora de dar con especies inteligentes no mamíferas, también resulta interesante especular sobre las que pudieron haber existido.

Hace unos 65 MA (millones de años), la Tierra padeció una de las peores catástrofes de su historia: la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno (K/Pg). El impacto de un gran meteorito, más otros factores (intenso vulcanismo en el Decán, bajada del nivel del mar…), podaron numerosas ramas del Árbol de la Vida, permitiendo el auge de otras que hasta entonces medraban en la sombra.

Esa monumental escabechina, que supuso el final de la era Mesozoica, es la más conocida de las extinciones masivas, ya que implicó la aniquilación de los dinosaurios (aunque también desaparecieron muchos otros grupos de organismos, como los ictiosaurios, plesiosaurios, amonites, pterosaurios, etc.). Científicos y escritores han fantaseado con: «¿Qué habría pasado si esas criaturas hubieran sobrevivido?». ¿Habrían podido evolucionar hasta convertirse en especies inteligentes?

E imaginación no ha faltado. Una obra clásica (y muy entretenida, por cierto; recomendamos su lectura) de la ciencia ficción es la trilogía «Al Oeste del Edén», de Harry Harrison.

Yilané (fuente: it.wikifur.com)

En ella, el meteorito que causó la extinción K/Pg nunca cayó. En un presente alternativo, la especie dominante es la de los yilané, reptiles inteligentes que descienden de los mosasaurios (los cuales, por cierto, no están emparentados con los dinosaurios). Además, la civilización yilané convive con grandes mamíferos como los mastodontes y, por supuesto, con los pobres seres humanos.

Pasemos de la Literatura a la Paleontología. Si ustedes visitan el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, y buscan la zona donde se encuentran los fósiles de dinosaurios, se encontrarán con esto:

Sí, ya sé, la foto es una birria. Ese día no llevaba una cámara decente. 🙂 En fin, recurriremos a Internet:

Troodon (izquierda) y dinosauroide (derecha), lo que pudo haber sido y no fue… (fuente: http://www.mundoprehistorico.com)

La criatura en cuestión es un dinosauroide, y podemos encontrar representaciones suyas en diversos museos del mundo.

Fuente: dino.wikia.org

El dinosauroide fue propuesto por el paleontólogo Dale A. Russell en 1982. Este científico especuló sobre cómo podría haber evolucionado un dinosaurio del género Stenonychosaurus (o Troodon, si lo prefieren; no entraremos en discusiones nomenclaturales) si el meteorito le hubiera dejado tiempo para ello. Estos dinosaurios bípedos tenían un cerebro relativamente grande, buenos ojos, manos con dedos que podrían llegar a oponerse… Russell imaginó a sus posibles descendientes con aspecto humanoide (tal vez demasiado, según sus críticos), gran cerebro, vivíparos, aunque sin glándulas mamarias y con genitales internos. Interesante especulación…

Fuente: pixabay.com

En fin, el caso es que el famoso meteorito golpeó la península del Yucatán y el mundo mesozoico se fue al infierno, literalmente. Por tanto, nos quedamos sin averiguar cómo podrían haber evolucionado los dinosaurios y…

Eh, un momento; no vayamos tan rápido. Llegados hasta aquí, tal vez sea una buena idea rebobinar y echar un vistazo a la historia evolutiva de los vertebrados. Tradicionalmente, estos se han agrupado en 5 clases: peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En muchos libros de texto, estas clases se disponen en un esquema lineal, de menos a más «evolucionada». Así, a partir de los peces evolucionaron los anfibios, de estos los reptiles, etc. Por supuesto, al final de esa cadena estaríamos nosotros.

Bueno, pues olvídense de lo anterior. Esas clases se definían por el tipo de organización corporal y su fisiología: los peces tienen aletas y pseen branquias; los anfibios respiran mediante pulmones, aunque sufren metamorfosis y están muy ligados al agua; los reptiles son de sangre fría, tienen escamas y ponen huevos; etc.

Actualmente, la clasificación de las especies ha cambiado. Hoy se busca que los distintos taxones (especies, géneros, familias, etc.) sean monofiléticos, es decir, que incluyan a todos los descendientes de un antepasado común. Y eso ha provocado que algunos taxones clásicos se hayan hecho añicos; por ejemplo, los peces. Donde antes había una clase ahora hay varias, algunas de ellas extinguidas.

Nosotros no descendemos del grupo de peces más conocidos y diversos, los de aletas con radios (actinopterigios: atunes, sardinas, besugos, etc.), que han tenido un gran éxito evolutivo. Tampoco tenemos que ver con los peces cartilaginosos (condrictios: tiburones, rayas y compañía). Nuestros ancestros directos pertenecen a un grupo que hoy es una sombra de lo que fue, los peces con aletas lobuladas (sarcopterigios).

Peces de aletas lobuladas y tetrápodos primitivos (fuente: en.wikipedia.org)

Los sarcopterigios poseen aletas con huesos en la base, que evolucionarían para convertirse en patas. Esto ocurrió en el Devónico, hace unos 400 MA. Sus descendientes, entre los que nos incluimos, somos los tetrápodos (vertebrados con cuatro extremidades y que respiran mediante pulmones).

Los tetrápodos acabaron por escindirse en dos grandes líneas evolutivas. Una de ellas llevó hacia los anfibios, los cuales no se han caracterizado precisamente por sus grandes cerebros (espero que ninguno de ellos se sienta ofendido, que ahora hay que tener mucho cuidado con eso). 🙂 La otra línea condujo a los amniotas.

A diferencia de los anfibios, los amniotas ponían huevos con cáscara, por lo que no estaban tan ligados al agua. Eso les permitió colonizar la tierra firme con notable éxito, ya en el Carbonífero. Y hace unos 320 MA, antes de que se acabara ese periodo se habían diversificado en dos clases principales.

Por un lado estaban los sinápsidos, que se convirtieron en los dominadores de los ecosistemas terrestres durante el resto del Carbonífero y el Pérmico. Se trata de nuestra rama del Árbol de la Vida. Sí, somos sinápsidos; qué se le va a hacer. 🙂 No descendemos directamente de los reptiles; más bien se trata de grupos hermanos.

Dimetrodon species2DB15Especies de Dimetrodon. No, no eran dinosaurios, ni siquiera reptiles en sentido estricto, sino sinápsidos, igual que nosotros (fuente: en.wikipedia.org)

Los sinápsidos fueron los animales más espectaculares en aquella época. Incluso sobrevivieron a la Gran Mortandad, la mayor extinción masiva de la Historia de la Tierra, que supuso el final del Pérmico, hace unos 252 MA. Sus descendientes siguieron dominando el cotarro pero, ay, la gloria no dura para siempre.

La otra gran rama de los amniotas es la de los diápsidos. Este humilde grupo, que incluye a los reptiles típicos, empezó a diversificarse después de la Gran Mortandad, en el periodo Triásico, y antes de que este terminara ya habían hundido en la miseria a nuestros antepasados. Sic transit gloria mundi. 🙂 Pero no todos los reptiles son iguales, como veremos.

Dentro de los reptiles, y dejando aparte algunos grupos cuyas relaciones filogenéticas aún no están del todo claras (tortugas, ictiosaurios, plesiosaurios…), distinguimos dos grandes ramas. Por un lado están los lepidosaurios, cuyos supervivientes actuales son los lagartos y las serpientes. También hay notables lepidosaurios ya extinguidos, como los mosasaurios (sí, los que darían lugar a los yilané de Al Oeste del Edén).

Los yilané serían lepidosaurios; nada que ver con los dinosaurios (fuente: paultomlinson.org)

La otra rama experimentó una evolución todavía más espectacular. Se trata de los arcosaurios. A partir de su humilde origen, antes de que acabara el Triásico ya dominaban la tierra e incluso el aire. Durante el Jurásico y el Cretácico ningún otro grupo animal se atrevió a toserles. Hasta que llegó el meteorito dichoso, claro.

Algunos arcosaurios se extinguieron en aquella catástrofe, como los pterodáctilos. Otros sobrevivieron y prosperaron, como los cocodrilos. Y luego tenemos a los dinosaurios, quizá los vertebrados más espectaculares que jamás hayan poblado la superficie terrestre.

Ejemplos de los 3 principales grupos de dinosaurios: un ornitisquio (arriba), un saurópodo (centro) y un terópodo (abajo).

Los dinosaurios eran muy diversos. Los paleontólogos distinguen 3 grupos principales. Por un lado tenemos a los ornitisquios, con géneros tan conocidos como Triceratops, Stegosaurus, etc. Sin embargo, no es aquí donde debemos buscar a los más inteligentes. Tampoco en el segundo grupo, los saurópodos, también muy conocidos por sus especies de largo cuello y gran tamaño, como los diplodocus o los brontosaurios. Es en el siguiente grupo donde debemos detenernos: los terópodos.

Los terópodos eran bípedos. Muchos de ellos eran carnívoros, tan espectaculares y letales como los tiranosaurios. Otros eran más pequeños y ágiles, como los velocirraptores. Asimismo, en este grupo las escamas que cubrían sus cuerpos fueron evolucionando hasta convertirse en plumas, más vistosas y que probablemente servían a las especies más pequeñas para regular la temperatura.

Velociraptor y géneros próximos son los dinosaurios manirraptores más conocidos (fuente: es.wikipedia.org)

Busquemos a los terópodos más espabilados. Dentro de su gran diversidad, destaca un grupo, el de los manirraptores. Son relativamente modernos, pues aparecieron a mediados del Jurásico. Eran animales rápidos, cazadores activos que cambiaron la imagen que teníamos de los dinosaurios como criaturas pesadas y torpes. Desarrollaron brazos con manos largas y garras curvas en las patas traseras. En algunos casos, estas garras eran auténticos cuchillos, capaces de destripar a sus víctimas. Destacan Velociraptor y otros géneros emparentados de mayor tamaño (Deinonychus, Utahraptor, Dakotaraptor…). Debieron de ser un espectáculo impresionante, con su cuerpo emplumado, sus garras y sus dientes… Siempre que uno no fuera su presa, claro. 🙂

Hand drawn TroodonEste es el aspecto probable de un ejemplar de Troodon (o Stenonychosaurus), el presunto antepasado del dinosauroide. Ya no se parece tanto a un lagarto, como ocurría en las reconstrucciones más antiguas que vimos arriba (fuente: en.wikipedia.org)

En cuanto a sus cerebros, aquí tenemos probablemente a las especies más inteligentes de dinosaurios, como el famoso Troodon, a partir del cual Russell imaginó el dinosauroide. Eran unos animales prometedores, pero cayó el meteorito, liquidó a los dinosaurios y eso nos permitió a los mamíferos, descendientes de los antaño poderosos sinápsidos, tener una oportunidad. No la desaprovechamos, y aquí estamos.

Por tanto, parece que nos quedamos sin averiguar en qué se habría convertido Troodon, aunque… Resulta que no todos los dinosaurios manirraptores se extinguieron. Un grupo sobrevivió, y con bastante éxito, así que podemos ver cómo han evolucionado. Es un grupo muy estrechamente emparentado con Troodon, por cierto. Se trata de las aves.

Sí, ya sé que un pavo no tiene pinta de dinosaurio manirraptor, pero técnicamente hablando lo es. En tal caso, ¿por qué no surgió algo parecido al dinosauroide entre las aves? ¿Son realmente inteligentes, al estilo de ciertos mamíferos?

Nos vemos en la próxima entrada, amigo lector. 😉