Mundos perdidos y tierras huecas (II)

Un inciso: antes de adentrarnos en las complejidades de vivir en una Tierra hueca al estilo de Pellucidar, merece la pena detenerse en la fauna que lo habita. Burroughs se ciñe a unos cuantos clichés de los «mundos perdidos», pero también nos deja varias consideraciones muy interesantes.

Es típico que en los mundos perdidos los autores coloquen un batiburrillo de animales pertenecientes a muy diversos periodos geológicos, separados por cientos de millones de años. Da la impresión de que, tras echar un vistazo a una guía de animales prehistóricos, los escritores eligen los más vistosos y los encasquetan en las novelas, mezclándolos sin orden ni concierto. Pellucidar no podía ser menos (véase este listado). 🙂

Eryops BWEryops, un laberintodonto típico (fuente: en.wikipedia.org)

Así, en Pellucidar nos encontramos con criaturas tan antiguas como un laberintodonto, término que se aplica a unos anfibios y reptiloides primitivos, similares a salamandras gigantes. Los primeros representantes de este grupo polifilético aparecieron hace 365 MA (millones de años), en el Devónico, nada menos.

 Crystal Palace IchthyosaurusAsí se pensaba que era el aspecto de un ictiosaurio a finales del siglo XIX (fuente: es.wikipedia.org)

Los laberintodontos conviven con animales más modernos, mesozoicos. Así, los mares de Pellucidar están dominados por ictiosaurios (245-90 MA) y plesiosaurios (199-65 MA).

 Pteranodon amnh martyniukEsqueleto de Pteranodon (fuente: es.wikipedia.org)

En tierra firme nos encontramos dinosaurios tan icónicos como Diplodocus, del periodo Jurásico (hace unos 150 MA), y sobre ellos vuelan los ejemplares de Pteranodon, del Cretácico superior (hace unos 85 MA). Debemos insistir en que aunque estos reptiles parezcan contemporáneos, entre ellos existe la misma distancia temporal que entre el tiranosaurio y nosotros.

 Madrid MNCN-Megatherium americanum2Este esqueleto de megaterio del Museo de Ciencias Naturales de Madrid fue el primero que se montó de un animal prehistórico (fuente: es.wikipedia.org)

Frente a especies tan antiguas, en Pellucidar hay otras de mamíferos que llegaron a convivir con Homo sapiens: osos y leones de las cavernas, uros e incluso un megaterio. No obstante, tanto mamíferos como anfibios y reptiles tienen algo en común: su mal carácter. En cuanto divisan a un ser humano, se lanzan como locos sobre él a todo correr, profiriendo estremecedores rugidos. De hecho, nada más llegar a Pellucidar, un megaterio se les echa encima a los protagonistas, lo cual tiene su mérito; más que nada, porque se trata de un perezoso gigante que correr, lo que se dice correr, no era su punto fuerte. Más adelante habrá una persecución a cargo de un laberintodonto, algo un poco complicado porque estas criaturas paticortas, con pinta de salamandras gigantes, no eran especialmente ágiles en tierra firme. 🙂

 Hyaenodon Heinrich HarderHyaenodon (fuente: es.wikipedia.org)

Bueno, no todo eran animales hostiles. Algunos humanos domesticaron a los diplodocus como monturas, y el protagonista principal logró hacerse acompañar de un Hyaenodon como si de un perro se tratase. Y hablando de humanos, hay individuos anatómicamente modernos, altos, apuestos y nobles (ay, el mito del buen salvaje…), que comparten mundo con varias especies de humanoides menos inteligentes, más simiescas.

Ejemplar adulto de mahar, la especie inteligente dominante en Pellucidar (fuente: non-aliencreatures.wikia.com)

La especie inteligente dominante en Pellucidar es la de los mahars, unos reptiles alados (también se les da bien nadar) descendientes de Rhamphorhynchus, un pterosaurio volador del Jurásico. Burroughs deja caer que, en caso de que la historia se repitiera, el ser humano no tendría por qué ser necesariamente la especie dominante. Quizá Homo sapiens haya triunfado en nuestro mundo por accidente. En circunstancias distintas, la evolución podría conducir a que otra criatura predominara, tal como ocurre en Pellucidar.

Burroughs parece inclinarse más por el concepto de «contingencia»: las cosas son así, pero podrían haber sido de otro modo. Esto es algo asumido hoy por la comunidad científica, y que Stephen J. Gould argumentó con bastante éxito en su memorable libro La vida maravillosa. Por cierto, Pellucidar no es el único universo de ficción donde los reptiles se convierten en formas dominantes. Recordemos la trilogía del Edén, de Harry Harrison.

Por lo que hoy conocemos del funcionamiento de la evolución, Burroughs se mostró bastante perspicaz. No obstante, la idea de que el ser humano es la «cima» de la evolución estaba y sigue estando muy extendida. Se trata de un concepto más lamarckiano que darwiniano: lo que impulsa a la evolución es una especie de pulsión hacia la complejidad y perfección que representamos nosotros. Ya lo comentamos en otra entrada.

La evolución humana vista como una cadena de progreso lineal (fuente: commons.wikimedia.org)

La imagen anterior es un icono de la evolución humana: una fila de homínidos, desfilando uno tras otro como si fueran a bailar la conga. 🙂 A la izquierda, el más simiesco; a la derecha, un hombre moderno. Es una imagen que sugiere progreso y una evolución lineal, finalista, unidireccional. Sin embargo, el registro fósil, cada vez más abundante, nos muestra que la evolución humana es más como un frondoso arbusto, en el que nosotros, que sepamos, ocupamos la única ramita superviviente.

Para Burroughs, la evolución humana se acerca más a la metáfora del arbusto que a la de la conga.  Si nos ceñimos sólo a las dos primeras novelas de la serie (At the Earth’s Core y Pellucidar), vemos que, aparte de los seres humanos, hay al menos tres especies de homínidos. Tenemos a los hombres simios, bastante primitivos, arborícolas y dotados de colas prensiles. Por otro lado están los sagoths, de aspecto goriloide pero dotados de lenguaje, y que son empleados como sirvientes por los mahars. En cambio, hay unos hombres bestias también inteligentes, con rasgos que recuerdan a los de las ovejas, que practican la agricultura. Desde luego, parecen quedar fuera de la «conga evolutiva». 🙂 En posteriores novelas, más especies humanoides se sumarán a las precedentes, constituyendo un arbusto evolutivo realmente enmarañado.

Batalla entre humanos y sagoths, una de las razas simiescas de Pellucidar (fuente: edgarriceburroughs.blogspot.com.es)

Citamos literalmente a Burroughs:

From the foregoing facts and others that I have noted during my long life within Pellucidar, which is now passing through an age analogous to some pre-glacial age of the outer crust, I am constrained to the belief that evolution is not so much a gradual transition from one form to another as it is an accident of breeding, either by crossing or the hazards of birth. In other words, it is my belief that the first man was a freak of nature–nor would one have to draw overstrongly upon his credulity to be convinced that Gr-gr-gr and his tribe were also freaks.

[De los hechos anteriores y de otros que he notado durante mi larga vida en Pellucidar, que ahora está pasando por una era análoga a algunas eras preglaciares de la corteza exterior, tiendo a creer que la evolución no es tanto una transición gradual de una forma a otra como un accidente de crianza, ya sea por cruzamiento o por los azares del nacimiento. En otras palabras, es mi creencia que el primer hombre fue una anormalidad de la naturaleza –ni tampoco habría que recurrir excesivamente a su credulidad para convencerse de que Gr-gr-gr y su tribu también eran anormalidades.]

Otro acierto de Burroughs es que los mahars consideren a los humanos criaturas no inteligentes, y que ello se deba a la incapacidad de comprender la mente del otro. Los mahars son sordos como tapias, por lo que su comunicación se realiza proyectando sus pensamientos con un sexto sentido a la cuarta dimensión. En serio. : ) En cualquier caso, los mahars son incapaces de captar los sonidos. Por tanto, no pueden concebir la existencia de algo como un lenguaje hablado, capaz de transmitir conocimientos. O sea, piensan que toda criatura inteligente ha de funcionar como ellos.

Interesante y profunda cuestión la que Burroughs nos plantea. ¿Seríamos capaces de reconocer a otra especie inteligente si esta no se ajusta a nuestras expectativas? A lo mejor podríamos tenerla delante de las narices y no darnos cuenta…

En la siguiente entrada, ahora sí, consideraremos lo que supondría vivir en una Tierra hueca, tarea esta bastante complicada para sus habitantes. El paso del tiempo, la fuerza de la gravedad…