Monstruos imposibles (y IV)

Finalmente, ocupémonos de la gente diminuta, tamaño liliputiense. Por ejemplo, las hadas, como las de esta famosa foto trucada:

Cottingley_Fairies_1El famoso escritor Arthur Conan Doyle creía que esta foto era auténtica  (fuente: en.wikipedia.org)

Ya hemos visto que los gigantes son inviables, mayormente porque sus piernas serían incapaces de aguantar el peso corporal. Sin embargo, parece que esas hadas no tendrían ese problema, ¿verdad?

Pues tampoco son posibles, y por el mismo motivo: la inexorable ley cuadrático-cúbica.

Como ya vimos, al aumentar el tamaño, las superficies se incrementan al cuadrado y el volumen lo hace al cubo. Cuando reducimos las dimensiones, ocurre lo que cabía esperar: en proporción, el volumen disminuye muchísimo más que la superficie. Dicho de otro modo: a menor tamaño, la relación entre superficie y volumen es mucho mayor. Y aquí entra en juego el metabolismo.

Para que la vida funcione, hay que tomar del exterior nutrientes, oxígeno, etc., y excretar al medio los productos de desecho. Y todo esto se hace a través de membranas. O sea, de superficies.

Los animales grandes, como Homo sapiens, tenemos un problema. Nuestra relación entre superficie y volumen es muy baja. Para compensarla y poder llevar todo lo necesario a cada una de nuestras células, bombeamos el aire mediante un complejo sistema respiratorio, nuestro corazón no para de mover la sangre, los pulmones tienen alvéolos para incrementar su superficie (al igual que el intestino posee microvellosidades, por el mismo motivo)… En fin, a fuerza de ir eliminando a los menos eficientes, las mejores estrategias para vivir con un cuerpo grande han ido superando la criba de la evolución.

 IncredibleShrinkingMan-posterFuente: es.wikipedia.org

Pensemos ahora en una de esas hadas, en el increíble hombre menguante o en Pulgarcito. Así, a ojo, supongamos que uno de estos diminutos seres mide 15 veces menos que un humano normal. La superficie de su cuerpo se habrá reducido 225 veces y el volumen 3375. O sea, la relación entre superficie y volumen se ha incrementado por 15.

Como el metabolismo depende de la superficie de intercambio disponible, su velocidad se multiplicará por 15. En proporción, consumirá 15 veces más oxígeno que nosotros; bien rápido tendrá que respirar, el pobrecillo. Necesitará 15 veces más comida. Sus músculos serán 15 veces más fuertes de lo necesario para un cuerpo de ese tamaño (la fuerza de un músculo depende de su sección).

Además, las criaturas de sangre caliente de tamaño tan pequeño tienen problemas para mantener la temperatura. Con una relación superficie/volumen tan alta, el calor se disipa a gran velocidad a través de la piel desnuda. En caso de cubrirse con vestidos, la ropa le pesaría 15 veces más, en proporción.

Demasiado para su cuerpecillo. Un metabolismo tan veloz lo consumiría bien pronto. Eso, si los propios músculos, excesivos para su tamaño, no le rompen los huesos. O si no se muere antes de hambre, buscando alimento desesperadamente. O de frío. O de un golpe de calor. O de un pisotón por parte de un animal mayor. Ah, y un cerebro tan pequeño tendría menos neuronas. El Pulgarcito en cuestión no sería tan espabilado como el de los cuentos… 🙂

Hay mamíferos muy pequeños, desde luego, como la musarañita (Suncus etruscus), pero está en el límite. No llega a 5 cm, debe comer diariamente el doble de su peso, su corazón late 25 veces por segundo… Su vida es corta.

21005GLos insectos basan su éxito evolutivo, entre otras cosas, en su pequeño tamaño.

Los reyes del mundo enano son los insectos y otros artrópodos. Sus cuerpos son muy diferentes a los nuestros, ideales para las dimensiones reducidas, con patas muy finas. El sistema respiratorio también es diferente. No necesitan pulmones; les basta con tráqueas, unos tubos que llevan el aire directamente al interior del cuerpo. Por cierto, ese peculiar modo de respirar les impide alcanzar tamaños grandes.

Dorylaimidae2Los nematodos o gusanos redondos poseen cuerpos simples: un tubo digestivo, gónadas, sistema nervioso y poco más. Gracias a su tamaño minúsculo no necesitan branquias ni sistema circulatorio.

Si seguimos bajando hasta lo realmente diminuto, triunfan animales como los nematodos. Estos gusanos, algunos de ellos tan molestos como las lombrices intestinales o el Anisakis, son tan pequeños que su relación entre superficie y volumen es enorme. No necesitan sistema respiratorio ni circulatorio, y les va de fábula.

03mucor02Hifas de un hongo. Un cuerpo tan simple proporciona una relación entre superficie y volumen enorme.

Los hongos son otros organismos que deben su elevada tasa de crecimiento a la relación entre superficie y volumen. Sus cuerpos se componen de diminutos filamentos (hifas), tan delgados que la superficie disponible es enorme. Por eso pueden intercambiar nutrientes y crecer a velocidad asombrosa. Como bien saben los buscadores de setas, éstas pueden brotar en cuestión de horas.

¿Y las bacterias? Son tan, tan minúsculas que su superficie de intercambio es tremenda. Eso les permite un ritmo de vida frenético: algunas pueden fabricar copias de sí mismas en cuestión de minutos. Cuando eres diminuto no necesitas un cuerpo complejo. La propia relación entre superficie y volumen es la clave del éxito.

En resumen, pueden existir gigantes y enanos, pero la física impone restricciones. Sus cuerpos serán muy diferentes a los nuestros. Téngase esto en cuenta cuando intenten trucar fotos con supuestos hallazgos que revolucionarían nuestros conocimientos arqueológicos y todo eso. 🙂

Por fin terminamos esta serie de entradas, amigo lector. Que pases un feliz mes de agosto y sobrevivas a chiringuitos playeros, medusas, cuñados y demás plagas estivales. Y si vives en el Hemisferio Sur, que el frío te sea leve. 🙂

Monstruos imposibles (III)

Para terminar con los gigantes que caminan sobre dos patas, dediquemos unas palabras a los realmente grandes. O sea, Godzilla. 🙂

Gojira 1954 Japanese posterFuente: es.wikipedia.org

En la Wikipedia leemos que las distintas versiones del entrañable monstruo japonés alcanzan de 50 a 108,2 m de altura, y pesan de 20.000 a 90.000 toneladas. Si tenemos en cuenta que el Titanic desplazaba 52.310 toneladas, imaginemos el peso de un transatlántico sostenido por dos patas…

Si el gigantismo impone limitaciones a los animales caminantes, peor lo tienen los voladores. Mientras que el peso sube en función del cubo, la superficie alar sólo lo hace al cuadrado. Por tanto, conforme se aumenta de tamaño crecen desmesuradamente los problemas de sustentación. Veámoslo con un ejemplo aeronáutico.

Consideremos un avión de dimensiones modestas, como el Bombardier CRJ200. Transporta 50 pasajeros. Mide 27,77 m de largo, su superficie alar es de 48,35 m2 y su peso máximo al despegar de 24.091 kg. Comparémoslo con un gigante: el Antonov An-225.

El An-225 (84 m) triplica la longitud del CRJ200. Su volumen se ajusta a lo que cabría esperar según la ley cuadrático-cúbica; el peso máximo al despegar es de 640.000 kg, nada menos. Pero el An-225 no es una mera copia aumentada de un avión más pequeño. En tal caso, no podría volar. Observemos la imagen siguiente, en la cual hemos reducido los dibujos de ambos aviones aproximadamente al mismo tamaño.

CRJ_AnFuente: Google imágenes.

Para sostener un peso casi 27 veces mayor, las alas tienen que aumentar su superficie desproporcionadamente. Compárenlas en el dibujo. Si el An-225 mantuviera las proporciones del CRJ200, su superficie alar sería de unos 435 m2. Sin embargo, en realidad es mucho mayor: 905 m2. E incluso eso es insuficiente para mantener al An-225 en el aire. Fue necesario ponerle más motores, y mucho más potentes.

Los seres vivos no tienen la posibilidad de añadir motores turbofán adicionales. El empuje que pueden generar los músculos es limitado. Un ave grande tiene que aumentar desproporcionadamente la superficie de sus alas, pero sólo hasta cierto punto. Le queda el recurso de intentar bajar peso sin perder resistencia; por ejemplo, con huesos huecos. Sin embargo, el tamaño no puede crecer indefinidamente. El ave voladora mayor de la que se tiene noticia fue Pelagornis sandersi, que vivió hace unos 25 millones de años. Tenía el aspecto de un albatros gigante. Su envergadura alar alcanzaba los 7,4 m, y su peso no excedía los 40 kg gracias a que, entre otras cosas, sus huesos eran huecos y había reducido la musculatura hasta el mínimo imprescindible.

 Quetzscale1Fuente: es.wikipedia.org

Los pterosaurios, con otro esquema corporal, alcanzaron dimensiones mayores, aunque no demasiado. Quetzalcoatlus northropi tenía una envergadura alar de 11 m, con un peso estimado de hasta 250 kg. Hay científicos que piensan que era incapaz de volar con esa masa. Estaba en el límite de lo que la naturaleza permite a un animal volador más pesado que el aire.

MothraMothra y Godzilla (fuente: popcultureaddict.com)

Por eso son imposibles las criaturas voladoras como Mothra, otro simpático monstruo japonés colega de Godzilla. En sus distintas versiones, según la Wikipedia, pesa de 15.000 a 25.000 toneladas. Para comparar, el mayor buque de la Armada Española, el Juan Carlos I, desplaza 26.000 toneladas. Pero Mothra tiene las proporciones de una polilla. Por más que la envergadura alar sea de 75 a 250 m, son insuficientes para sustentar tanto peso. Y no digamos si pretendía posarse en el suelo, con esas patitas que parecen alambres… 🙂

En resumen: un animal volador gigante no puede tener las proporciones de uno pequeño. Ha de cambiar su aspecto, pero eso tiene un límite. Para que pudieran existir monstruos como Mothra o Godzilla, habría que rediseñar completamente el cuerpo. O recurrir a la magia. O emplear otros materiales que no fueran músculos, huesos y tendones. O incorporar globos de algún gas más ligero que el aire.

Y para terminar esta serie de entradas veraniegas, en la última dejaremos los gigantes y nos ocuparemos de los enanos. 🙂