En la anterior entrada discutimos la inviabilidad de los gigantes con las mismas proporciones corporales que los seres humanos. Según la ley cuadrático-cúbica, al aumentar la longitud, la superficie se incrementa al cuadrado, mientras que el volumen lo hace al cubo. Eso quiere decir que al crecer, el peso sube desmesuradamente y no hay forma de sostenerlo sin que el organismo colapse. Sin embargo, existen y han existido animales enormes, que se las han apañado para superar estas limitaciones.
Fijémonos en un grupo zoológico con especies pequeñas y otras colosales, a ser posible bípedas, como el de los dinosaurios terópodos. Escojamos un representante de pequeño tamaño, Coelophysis bauri. Medía un metro de altura y pesaba en torno a 28 kg. Observemos su esqueleto:
Los huesos son delgados, gráciles, pero bastaban para sostener un dinosaurio de peso ligero. Debió de ser un animal rápido, buen cazador.
Consideremos ahora un dinosaurio bípedo gigante, quizás el más famoso: Tyrannosaurus rex. Este formidable carnívoro pesaba de 6 a 8 toneladas, con 4 metros de altura hasta las caderas. ¿Recuerdan ustedes la entrada anterior, con aquellos supuestos gigantes cuyos esqueletos eran fotocopias de los nuestros, sólo que aumentadas de tamaño? Pues bien, en la vida real el gigantismo tiene un precio. T. rex no es una copia agrandada de C. bauri.
Para compensar el brutal aumento de peso que lleva aparejado el mayor tamaño, las proporciones de ciertas partes del cuerpo deben cambiar. Si han de soportar 8 toneladas de músculos, huesos y vísceras, las patas han de aumentar de grosor desproporcionadamente. Véase:
Fémur de Tyrannosaurius rex (fuente: es.wikipedia.org)
El fémur de T. rex, por ejemplo, es muy distinto del de C. bauri. En proporción, es más corto y grueso. Si mantuviera el aspecto del dinosaurio pequeño, se quebraría en cuanto diera el primer paso. Los animales grandes tienen patas gruesas como columnas y, aunque pueden ser rápidos, son incapaces de correr o galopar. Han de tener cuidado a la hora de repartir el peso sobre sus extremidades, para evitar accidentes fatales.
Hay un límite al tamaño de un animal terrestre. Llega un momento en que las patas han de crecer tanto en grosor que ya no caben bajo el cuerpo. T. rex está en el límite de los dinosaurios bípedos. Tan sólo hay unos pocos mayores que él, y no demasiado:
Dinosarios terópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)
Es posible alcanzar mayor tamaño si el peso del cuerpo se reparte entre cuatro patas. No obstante, aquí también hay un tope. En cuanto a los dinosaurios cuadrúpedos, difícilmente los habrá mucho mayores que Argentinosaurus huinculensis.
Dinosarios saurópodos gigantes (fuente: es.wikipedia.org)
Argentinosaurus está prácticamente en el límite de lo que puede caminar por tierra firme. Para poder disfrutar de las ventajas que conlleva un tamaño grande (protección frente a depredadores, acceso a determinadas fuentes de alimento…), este dinosaurio no sólo tenía las patas bien gordas, sino un esqueleto bastante modificado para que los músculos y articulaciones encajaran y funcionaran sin colapsar.
Hay animales mayores, sí. El récord de peso lo ostenta una hembra de ballena azul, con 173 toneladas. Sin embargo, se trata de un animal acuático. El medio líquido ayuda a soportar un cuerpo tan enorme. Cuando las ballenas varan en la orilla mueren aplastadas por su propia masa.
Así que ya lo sabe: si quiere usted publicar la imagen de un gigante creíble, no es suficiente con copiar y aumentar de tamaño. Hay que rediseñar todo el esqueleto. Por ejemplo, en el magnífico libro De King Kong a Einstein, los autores proponen cómo debería ser un gigante relativamente modesto, de 3 metros de altura. Para que resultara viable, sus proporciones deberían cambiar. De hecho, sería más ancho que alto, y no se parecería demasiado a un ser humano.
En la próxima entrada seguiremos comentando más curiosidades acerca del tamaño y la forma.