Confieso que, pese a mi afición por la ciencia ficción, no había leído Solaris, la famosa novela de Stanisław Lem. Tampoco había visto la renombrada adaptación al cine de Tarkovski. Es curioso, pues Lem es un autor que me gusta, aunque algunas de sus obras no acaban de engancharme. No sé; el desinterés quizá se debiera a mi rechazo hacia la actitud de algunos intelectuales, que ensalzan Solaris (novela y película), al mismo tiempo que desprecian a muchos grandes clásicos de la ciencia ficción estadounidense.
Es notorio el tradicional antiamericanismo en cierto sector de la intelectualidad española, paralelo a su adoración por las obras provenientes del difunto bloque soviético. ¿Ha sido Solaris sobrevalorada por su origen (polaco, en este caso), en vez de por su calidad intrínseca? Por otro lado, tal vez me equivocara. ¿Y si me estuviera perdiendo una obra en verdad excelente?
Sólo había una forma de salir de dudas. Sin pararme a ojear críticas y reseñas que me influenciaran, decidí leerme la novela de Lem (1961) y, acto seguido, visionar las tres películas que sobre ella se hicieron, dirigidas por Nirenburg e Ishimbayeva (1968), Tarkovski (1972) y Soderbergh (2002). Por supuesto, no de una sentada; el cuerpo humano tiene sus limites… 🙂
A continuación, paso a exponer mis impresiones.
LA NOVELA (1961):

He leído el ejemplar de Solaris que tenía olvidado en la biblioteca (¿cuándo lo compraría?), publicado por Minotauro (Argentina, 1977). Lo primero que me llamó la atención fue la traducción, manifiestamente mejorable. Eché un vistazo a los datos que figuran en la página 6, y me encontré con una referencia al «original inglés». ¿Inglés? O sea, se trata de la traducción de una traducción, circunstancia harto frecuente en las obras de autores eslavos. Existe una edición española traducida directamente del polaco pero, puesto que tenía a mano la de Minotauro, preferí ahorrarme unos euros. 🙂
Me ha gustado Solaris. La considero una buena novela de ciencia ficción, o incluso una buena novela, a secas. No obstante, comprendo que pueda haber lectores a quienes les resulte pesada. Y a partir de aquí, habrá spoilers por todos lados. Avisado quedas, amigo internauta.
El océano de Solaris y sus dos soles (fuente: es.wikipedia.org; ilustración de Dominique Signoret)
El argumento se resume pronto. En torno a un sistema binario orbita el planeta Solaris. Casi toda su superficie está ocupada por un vasto océano, pero no de agua, sino de una materia que parece orgánica. Más aún: se sospecha que este océano puede ser una entidad inteligente, de dimensiones planetarias. Ríete tú de la hipótesis de Gaia… 🙂
Sobre el océano existe una estación dedicada a su estudio. A ella llega Kelvin, el protagonista (la novela está narrada en primera persona). Seremos testigos de todo lo que sucede a través de sus ojos, con una percepción quizá distorsionada. También constataremos cómo piensa, cuáles son sus miedos.
Yo destacaría tres aspectos de la novela:
1º) ¿Es posible entenderse con una inteligencia alienígena?
El portentoso océano de Solaris genera una disciplina científica consagrada a su estudio: la solariología. A lo largo de la novela, no sólo se nos describe la belleza y complejidad del océano, sino que Lem se explaya acerca de las distintas teorías de los solaristas, escuelas de pensamiento, controversias académicas… A mí, como científico, me encantan esas disquisiciones, pero comprendo que haya lectores que se aburran con ellas. Por decirlo en lenguaje coloquial, cortan el rollo. Qué se le va a hacer; es inevitable. No se puede contentar a todo el mundo todo el tiempo.
Las simetríadas son unas misteriosas formaciones generadas por el océano de Solaris (fuente: es.wikipedia.org; ilustración de Dominique Signoret)
La estación se encarga de estudiar el comportamiento del océano. El problema radica en que éste resulta incomprensible. Unas veces parece obrar con propósito, mientras que otras muestra una aleatoriedad desmoralizante. No hay manera dehallarle algún sentido. Y aquí está lo que más me gusta de la novela. Las descripciones de Lem despiertan nuestro sentido de la maravilla, pero no sólo eso. Solaris es una lúcida reflexión sobre la dificultad (o imposibilidad) de comprensión mutua entre inteligencias que hayan evolucionado en mundos distintos.
Muchos científicos piensan que es posible comunicarse con criaturas alienígenas pensantes mediante un lenguaje que todos comprenderán: el de las matemáticas. Lem, en cambio, no es tan optimista. Tal vez estemos pecando de chovinismo. ¿Y si es imposible entenderse? Más aún: ¿y si somos incapaces de detectar una inteligencia alienígena? Lo que a nosotros nos parece lógico, tal vez no lo sea para otras mentes, sobre todo si son tan distintas como la de Solaris, de escala planetaria. Lem nos da una lección de humildad, y me temo que puede estar en lo cierto.
2º) ¿Por qué el ambiente de la estación es tan desquiciado?
Desde el momento en que Kelvin llega a la estación, el lector se da cuenta de que allí pasa algo raro. Muy raro. La atmósfera es extraña, rayana en lo absurdo, y se va tornando ominosa conforme avanzamos en la novela. Además, los dos sabios que quedan vivos en la estación, Snaut y Sartorius, no actúan con normalidad. Más bien da la impresión de que están como cabras. Responden con evasivas, no hablan claramente… Parecen guardar secretos, estar ofuscados o ambas cosas. Esa actitud se va contagiando a Kelvin, que al principio no sabe muy bien qué ocurre, y poco a poco se va contagiando del humor general. Y para empeorarlo, por los pasillos vagan seres que no deberían estar ahí. A mi entender, esa atmósfera inquietante, esa incertidumbre, está magníficamente lograda.
Y es que no sólo los humanos están experimentando, tratando de averiguar cómo comunicarse con el océano. Puede que éste haga lo mismo, pero de un modo extraño, incluso cruel: enfrentando a los habitantes de la estación con sus propios fantasmas. No es de extrañar que actúen como actúan. O quizá ya tenían problemas antes de llegar a la estación, y Solaris se ha limitado a hacerlos emerger. Desde luego, todos guardaban esqueletos en los armarios.
3º) ¿Qué ocurre si te enamoras de un fantasma, a sabiendas de que lo es?
Desde luego, esto no suele acabar bien, pero es lo que ocurre cuando tomamos decisiones importantes cegados por los sentimientos. Prefiero no entrar en detalles para no revelar el final (la última frase es memorable, por cierto). Simplemente, digamos que la conclusión es una especie de esperanza desesperanzada. O al revés. 🙂
En resumen, se trata de una novela recomendable, aunque puede que no guste a todo el mundo. Obviamente, se trata de la opinión personal de un mero aficionado a la ciencia ficción (y a la literatura, en general), sin mayores pretensiones.
En la próxima entrada hablaremos de las películas, empezando por la de Nirenburg e Ishimbayeva (1968).