El último artículo científico Q1 que queremos comentar es el de Lozier et al. (2009): Predicting the distribution of Sasquatch in western North America: anything goes with ecological niche modelling (La predicción de la distribución de Sasquatch en el oeste de Norteamérica: todo vale con el modelado de nicho ecológico). Puede descargarse aquí en PDF.
Hoy existe software potente y fácil de manejar para obtener modelos de nichos ecológicos. Dicho de otro modo, podemos deducir el área que ocupa una especie determinada (y, por tanto, las amenazas que se ciernen sobre ella), tomando los datos de avistamientos de esa especie (que en muchos casos están disponibles en bases de datos accesibles al público) e introduciéndolos en el programa adecuado.
El artículo reflexiona sobre los problemas de estos programas, sobre todo si en ellos se introducen datos equivocados, como las malas identificaciones. Para ejemplificarlo, los autores van a una base de datos de avistamientos del bigfoot (hay de todo en Internet…) y tratan los datos con el software MAXENT. De este modo calculan el área de distribución del bigfoot (o sasquatch) en los estados de Washington, Oregón y California.
Oso negro (Ursus americanus) (fuente: es.wikipedia.org)
Pues bien, el área de distribución del bigfoot coincide con la del oso negro (Ursus americanus). Con prudencia, los autores sugieren que los avistamientos de bigfoot podrían, en ocasiones, ser de osos.
Esto es, grosso modo, lo que la «ciencia oficial» nos dice sobre el yeti y sus parientes. Para ser justos, deberíamos hacer referencia a algún artículo del bando de los criptozoólogos, comparándolo con los anteriores. Quizás, el más significativo es el de Ketchum et al. (2013): Novel North American Hominins, Next Generation Sequencing of Three Whole Genomes and Associated Studies (Nuevos homininos norteamericanos, secuenciación de nueva generación de tres genomas completos y estudios asociados) . Fue publicado en la revista DeNovo.
En esa página web descubrimos que hay que pagar 30 dólares para conseguirlo y, francamente, pensamos que hay mejores formas de invertir ese dinero, sobre todo ahora en verano (en cerveza y tapas, básicamente). Al menos, se facilita gratis un resumen del trabajo. Por curiosidad, intentamos averiguar la categoría de la revista DeNovo. Resultado: no hay ni rastro de ella en los índices de calidad científica.
Bigfoot (fuente: es.wikipedia.org)
Por suerte, la autora principal del trabajo tiene una página web, The Sasquatch Genome Project, donde puede descargarse un PDF con el texto del artículo, así como diversos anejos.
En suma, Ketchum et al. analizaron nada menos que 111 muestras biológicas y, tras lo que parece un exhaustivo trabajo de secuención del ADN, llegaron a la conclusión de que el sasquatch o bigfoot es un híbrido entre el ser humano (por parte de madre) y una especie desconocida de primate (por parte de padre). Esta afirmación es asombrosa; de ser cierta, revolucionaría nuestros conocimientos de la evolución de los homínidos.
Entonces, ¿por qué la «ciencia oficial» no le ha hecho (con perdón) ni puñetero caso? ¿Se debe a un contubernio entre malvados científicos resentidos, que desean sabotear los logros de estos modernos émulos de Galileo? Y que conste: lo del «efecto Galileo» no nos lo hemos inventado para mofarnos. Lo tomamos de la página inicial de The Sasquatch Genome Project.
Nada de oscuras conspiraciones. Como de costumbre, lo que tumba a los artículos pseudocientíficos es la metodología.
Para publicar en una revista científica, hay que superar un proceso de revisión por pares (peer review) en ocasiones despiadado, pero siempre necesario (fuente: SCIENCE AND INK)
Queda claro que los autores intentaron publicar el artículo sobre el sasquatch en revistas científicas. El problema es que ninguna dio el visto bueno. Melba Ketchum tuvo el detalle de colgar en esa web las observaciones que los árbitros o evaluadores (referees) hicieron, así como sus réplicas y contrarréplicas. Leyéndolas, un servidor de ustedes ha disfrutado como un cerdo en un maizal. Pocas cosas muestran mejor que esta cómo funciona la ciencia.
Alguna revista de postín, como PLOS ONE (categoría: Q1), ni siquiera envió el manuscrito a los revisores, para enfado de la autora principal. En cambio, la prestigiosa Nature (Q1), lo remitió nada menos que a 4 referees distintos. Al repasar sus objeciones al artículo, vienen a la mente imágenes de una manada de depredadores atacando a una presa débil. Los golpes son bellos, precisos y letales.
Como indican algunos referees, las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, y en ningún momento Ketchum et al. las aportan. No sólo eso, sino que los resultados podrían explicarse por una mala manipulación o contaminación de las muestras de ADN. Por otro lado, la exposición de la metodología es muy confusa. En conciencia, ninguna revista seria puede aceptar un trabajo así.
En la web de The Sasquatch Genome Project, Ketchum se queja con amargura de la actitud de las revistas hacia su artículo, pero es lo que hay. La vida es dura. Todos los que hemos logrado publicar en una revista Q1 hemos pasado por el duro trance de la revisión por pares, y en ocasiones hemos albergado pensamientos asesinos hacia algunos referees. Sin embargo, es necesario y lo aceptamos. Sobrevivir al proceso de revisión otorga una cierta garantía de calidad y credibilidad. Así funciona la ciencia.
¿Qué sucedió con el trabajo después de sufrir varios rechazos? Según leemos en la web antes citada, hartos de la negativa a publicar por parte de las revistas científicas, los autores decidieron crear la suya propia (DeNovo). Y así se acabaron los problemas con los referees, aunque no con la credibilidad. 🙂 El internauta curioso podrá encontrar aquí una visión crítica sobre la publicación del artículo de Ketchum et al. (2013).
Bueno, amigo internauta, esperamos haberte ilustrado no sólo sobre el yeti y sus parientes, sino acerca del funcionamiento básico de la comunicación científica. Te deseamos que pases un buen mes de agosto y que todos sobrevivamos al calor veraniego (o al frío invernal, si vives en el hemisferio austral).
P.S.: Muchos trabajos científicos llevan al final una sección de agradecimientos, y aquí no podíamos ser menos. La idea de escribir estas entradas sobre el yeti surgió en un máster sobre actualización científica que imparto junto al catedrático de Botánica de la Universidad de Almería, Dr. Juan F. Mota. Fue él quien utilizó alguno de los artículos que hemos visto para mostrar la diferencia entre ciencia y pseudociencia a nuestros alumnos. Me pareció divertido e interesante, y profundicé en ello. Gracias, Juan. Te debo una cerveza. 🙂