John William Polidori nació en Londres en 1795. Recibió una educación excelente y fue un alumno aplicado. A los 16 años empezó la carrera de medicina, se licenció a los 19 y un año más tarde se doctoró con una tesis sobre el sonambulismo.
Su auténtica pasión era la literatura, por eso aceptó de buen grado cuando un famoso poeta, Lord Byron, le propuso acompañarle como médico privado en un largo viaje por el continente. Sin embargo Byron se mostró desdeñoso con Polidori, de quien se burlaba con frecuencia. Mary Shelley también le despreciaba y denominaba “el pobre Polidori”.
En 1816 se produjo la famosa reunión de escritores de Villa Diodati, en un clima de desenfreno pasional y opio. Tras leer una antología de relatos alemanes de fantasmas, Lord Byron propuso a sus invitados escribir cada uno una historia de terror. Mary Shelley iniciaría así su obra Frankenstein, al tiempo que Polidori haría lo mismo con Ernestus Berchtold o el moderno Edipo.
Finalmente Polidori y Byron se enemistarían, despidiendo éste a su médico. Polidori se dedicó entonces a viajar, siendo detenido en Milán. Lord Byron le ayudó para que recuperase la libertad.
Regresó a Inglaterra en 1821 y se encontró con la sorpresa de que un relato suyo, El vampiro (The Vampyre, 1819), había tenido un gran éxito. Pero su autoría era atribuida popularmente a Lord Byron y no a él, a pesar de que el poeta negaba ser el autor. Esta obra suya inauguró una moda y también una estética, la del aristócrata decadente, pero seductor, que debe saciar su sed de sangre. La misma figura del vampiro está inspirada en Lord Byron, hasta el punto que el personaje lleva por nombre Lord Ruthven, que era el apodo que una amante de Byron le daba a éste, y quizás el motivo de la confusión sobre la autoría del relato.
Bram Stoker, Sheridan Le Fanu, R. L. Stevenson y más modernamente Anne Rice han bebido de esta fuente para concebir a sus criaturas, y aunque es la única contribución a la literatura de su autor, ha bastado para hacerlo entrar en la historia por la puerta grande. Polidori también recibió influencias de una larga tradición, empezando por las supersticiones populares, el folklore, la poesía e incluso la música (ver nota 1).
Polidori se tomó tan en serio este relato que para documentarse leyó un libro de Agustín Dom Calmet titulado Tratado sobre los vampiros (Traité sur les apparitions des esprits et sur les vampires, 1746) (ver nota 2). Estos personajes ya eran populares por aquel entonces, y formaban parte de las creencias de numerosos pueblos.
El Vampiro influyó en muchos autores posteriores, convirtiéndose en un subgénero: Carmilla de Sheridan Le Fanu, El vampiro y La hermosa vampirizada de Alejandro Dumas, Olalla de Stevenson, El vampiro de Baudelaire, Berenice de Poe, La Familia de Vourdalak de Tolstoi y especialmente la famosa novela Drácula de Bram Stoker.
Sin saber cómo orientar su vida, y viendo que sus mejores obras se atribuían a Byron o no obtenían el reconocimiento del público, Polidori entró en un periodo de decadencia personal que le sumió en una profunda depresión. Finalmente decidió poner fin a su vida en 1821 y para ello ingirió ácido prúsico. Éste es un veneno que fue inventado por el alquimista Konrad Dippel, que sirvió a Mary Shelley como fuente de inspiración para crear al doctor Frankenstein.
Nota 1: Cronología vampírica
- 1190 Walter Map: De Nagis Curialium.
- 1196 William de Newburgh: Chronicles.
- 1610 Leo Allatius: De Graecorum hodie quirundam opinationabus.
- 1679 Phillip Rohr: De Masticatione Mortuorum.
- 1744 Cardenal Giuseppe Davanzati: Dissertazione sopre I Vampiri.
- 1746 Dom Augustin Calmet: Dissertations sur les Apparitions des Anges des Demons et des Espits, et sur les revenants, et Vampires de Hundrie, de boheme, de Moravic, et de Silesie.
Hasta esta fecha han dominado las supersticiones y los libros contra la brujería, pero a partir de esta época empieza a predominar la literatura como ficción que, conforme muere la creencia en los vampiros, pretende substituir esa creencia con una ficción que preserve la emoción de lo numinoso y lo terrorífico.
- 1747 Goethe: La novia de Corinto.
- 1800 Coleridge: Christabel.
- 1800 Silvestro de Palma: I Vampiri (ópera estrenada en la Scala de Milán).
- 1801 Robert Southey: Thalaba.
- 1810 John Stagg: El Vampiro.
- 1821 Polidori: El vampiro.
- 1847 Tolstoi: La Familia del Vourdalak.
- 1872 Le Fanu: Carmilla.
- 1887 Stevenson: Olalla.
- 1897 Stoker: Drácula.
Nota 2 Muestra del interés que despertaba el tema, y de la credulidad que aún manifestaba mucha gente, es el fenómeno conocido como la controversia sobre el vampirismo del siglo XVIII, el cual se extendió durante una generación. El problema se vio agravado por las denuncias desde las aldeas de los considerados como ataques de vampiros, fruto de la superstición presente en las comunidades rurales. Se llegó a desenterrar los cadáveres para atravesarlos con estacas de madera. Aunque muchos sabios declararon que los vampiros no existían, y atribuyeron los hechos a la inhumación prematura o la enfermedad de la rabia, la superstición y la histeria colectiva aumentaba. Don Agustín Calmet, un teólogo francés muy respetado y erudito, escribió un ensayo en 1746, en el que se mantuvo ambiguo, cuando no favorable, acerca de la existencia de los vampiros. Calmet recogió testimonios de los accidentes que involucraban vampiros; muchos lectores, incluyendo a Voltaire, críticaron al sabio por considerar que avalaba la existencia de estos seres sobrenaturales. A raiz de la obra del reputado Calmet, Voltaire escribió en su Diccionario filosófico:
¿Es posible que haya vampiros en el siglo XVIII, después del reinado de Locke, de Saftersbury, de Trenchard y de Collins? Y en el reinado de D’Alembert, de Diderot, de Saint-Lambert y de Duclos, ¿se cree en la existencia de los vampiros, y el reverendo benedictino dom Agustín Calmet imprimió y reimprimió la historia de los vampiros, con la aprobación de la Sorbona? Los vampiros eran muertos que salían por la noche del cementerio para chupar la sangre a los vivos, ya en la garganta, ya en el vientre, y que después de chuparla se volvían al cementerio y se encerraban en sus fosas. Los vivos a quienes los vampiros chupaban la sangre se quedaban pálidos y se iban consumiendo, y los muertos que la habían chupado engordaban, les salían los colores y estaban completamente apetitosos. Era en Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París. Confieso que en esas dos ciudades hubo agiotistas, mercaderes, gentes de negocios, que chuparon a la luz del día la sangre del pueblo; pero no estaban muertos, sino corrompidos. Esos verdaderos chupones no vivían en los cementerios, sino en magníficos palacios.
Voltaire. Diccionario filosófico, 1764.
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/Diccionario-Filosofico-Voltaire.htm
También en L’Encyclopédie le dan un buen rapapolvo a Calmet:
Vampire ; c’est le nom qu’on a donné à de prétendus démons qui tirent pendant la nuit le sang des corps vivans, & le portent dans ces cadavres dont l’on voit sortir le sang par la bouche, le nez & les oreilles. Le P. Calmet a fait sur ce sujet un ouvrage absurde dont on ne l’auroit pas cru capable, mais qui sert à prouver combien l’esprit humain est porté à la superstition.” (Vampiro. Es el nombre que se les dio a supuestos demonios que se succionan durante la noche la sangre de cuerpos vivos y la llevan en estos cadáveres de los que se ve la sangre salir de la boca, la nariz y los oídos. El padre Calmet hizo sobre el tema una obra absurda de la cual no se le hubiera creído capaz, pero que sirve para demostrar hasta qué grado el espíritu humano se deja llevar por la superstición)
Diderot y d’Alembert. La Enciclopedia, 1751-1772.
http://alembert.fr/