El retrete del placer criminal

¿Te ha chocado el título de esta entrada, amigo internauta? Pues no lo hemos inventado; corresponde a un antiguo relato fantástico.

Retrocedamos hasta la primera mitad del siglo XIX. No corrían buenos tiempos para España. Tras el desastre que supuso la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas, más la pérdida de casi todas las colonias en América, ocupaba el trono Fernando VII, el Rey Felón; sin duda, uno de los monarcas más nefastos de nuestra historia. Todavía hoy estamos pagando algunas consecuencias de las decisiones que tomó durante su reinado.

Empero, centrémonos en la literatura fantástica. Mientras que en el resto de Europa triunfaba la novela gótica, la férrea censura española, bajo el control de una Iglesia muy reaccionaria, no era partidaria de que ciertas cosas se divulgaran y corrompieran las mentes y las almas de la grey católica. Así que nada de fantasía e ideas raras, sobre todo si procedían de la pérfida Francia; en puesto de eso, realismo, a ser posible decente y moralizante; y, por supuesto, vidas de santos y mártires. Se censuró a Goethe, a Walter Scott, el gran Hoffmann ni siquiera llegó… Y no digamos la novela gótica, con litros de sangre, cabezas cortadas y delectación en lo macabro. Por suerte, los censores no gozaban de unos cerebros privilegiados, y algún que otro editor avispado se las arregló para sortearlos con felina habilidad. 🙂

portada_espectros_Página_008NOTA: todas las imágenes de esta entrada corresponden al tomo que contiene la obra citada en el título, y proceden del archivo PDF que puede descargarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

¿Cómo puedes colarle a un severo censor ultracatólico una historia donde rezuma la sangre, donde asustadas doncellas desvelan parte de sus encantos, donde hay amenazas de violación, donde los crímenes más brutales se exhiben sin tapujos? Pues muy sencillo: recurriendo al viejo truco del propósito moralizante. O sea: si tomamos la precaución de que los malos sean castigados en las últimas páginas, podremos mostrar las mayores barbaridades que se nos ocurran. Así, argüiremos frente al censor que quienes cometen tan nefandas tropelías reciben su merecido y, por tanto, la virtud resplandece y el lector aprenderá una valiosísima lección moral. Y si cuela, cuela. Y colaba, sí, señor. 🙂

Muchas de las obras góticas que sortearon la censura y se publicaron en España eran malas de solemnidad. Solía tratarse de traducciones baratas del francés. En el caso de que la obra original tuviera calidad literaria, el traductor solía destrozarla, pues no era un escritor profesional. Sin embargo, gozaron de considerable éxito, pues en España existía un público ávido de emociones fuertes.

Aparte de traducciones más o menos abominables del francés, también hay obras autóctonas que alcanzaron cierta fama. De ellas nos centraremos aquí en la Galería fúnebre de historias trágicas, espectros y sombras ensangrentadas (1831) de Agustín Pérez Zaragoza Godínez.

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En doce tomos, Pérez Zaragoza recopila una serie de relatos  furiosamente góticos. Es decir, sangre, crímenes y horror a espuertas. Puede que algunos sean originales, pero otros, en cambio, son traducciones del francés, manifiestamente mejorables. Se nota en la transcripción de nombres rusos (un francés transcribe el sonido «u» con la grafía «ou», por ejemplo), en alguna que otra confusión en el empleo de los verbos «ser» y «estar» («¡Somos perdidas!» no significa lo mismo que «¡Estamos perdidas!», por citar un caso), en el uso de artículos delante de nombres de países que habitualmente no los llevan en español («la España», «la Hungría»…), etc. En estos casos, el nombre del autor real no aparece por lado alguno, que sepamos.

El lector curioso puede descargarse la obra completa en PDF en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, escaneada a partir de los originales. Nos llama la atención la ortografía de la época, el desmesurado tamaño de las letras (20 líneas por página y unos 35 caracteres por línea), las truculentas ilustraciones, que en su época epataban al lector pero que hoy nos hacen esbozar una sonrisa…

portada_espectros_Página_078Tremebunda venganza en «El alcalde de Nóchera»

No todo lo que aparece en la Galería fúnebre es encuadrable en el género fantástico. Comprobémoslo en uno de los tomos, el segundo, que incluye tres relatos pletóricos de crímenes. «El alcalde de Nóchera o Nicolo, señor de Forliño» es simplemente una truculenta historia de maridos celosos y tremebundas venganzas ambientada en Italia. Nada de fantástico; más bien, el autor se solaza en el escándalo, las mutilaciones y los asesinatos.

portada_espectros_Página_160Certera puñalada en «La bohemiana de Trebisonda»

En cambio, «La bohemiana de Trebisonda o un sequín por la cabeza de un cristiano» contiene claros elementos fantásticos (una cabeza cortada con siniestras habilidades, sin ir más lejos), con la clara idea de provocar intranquilidad y miedo en el lector.

portada_espectros_Página_008Más gótico, imposible, en «La princesa de Lipno»

Y finalmente llegamos al cuento o novela corta que da título a esta entrada: «La princesa de Lipno o el retrete del placer criminal». Lo del retrete queda gracioso, puesto que según el DRAE significa: «Aposento dotado de las instalaciones necesarias para orinar y evacuar el vientre.» Sin embargo, existe otra acepción, hoy en desuso, aplicable a la época en que se escribió esta obra: «Cuarto pequeño en la casa o habitación, destinado para retirarse.» En cualquier caso, la historia es gore a más no poder. Hoy causa risa, pero en su época debió de poner los pelos de punta.

«La princesa de Lipno o el retrete del placer criminal» es un relato del tipo fantástico explicado. Todas las visiones macabras y fantasmales que aparecen en la obra reciben al final una explicación, al estilo de Clara Reeve, como ya comentamos en otra entrada del blog. Y, por supuesto, al final los malos son castigados, lo cual da el necesario toque moralizante. Una excusa para poder publicar delante de las narices del censor un relato truculento, más bien. Al menos, a diferencia de Reeve, aquí la moralina no estropea el efecto fantástico, ni le quita el susto al lector de la época.

En fin, amigo internauta, esperamos haber despertado tu interés. La calidad de estos relatos, para qué engañarnos, es mínima. Sin embargo, al igual que ciertas películas de serie B, llegan a resultar tremendamente divertidos. Y, sobre todo, nos muestran cómo éramos hace casi dos siglos; en algunos aspectos, tal vez no tan distintos a lo que somos hoy.