En la entrada anterior hablamos de un cuento fantástico de Pío Baroja, Médium. Esto nos da pie para comentar algunos aspectos del espiritismo y su relación con la literatura fantástica y la ciencia.
De izquierda a derecha: Margaret, Kate y Leah Fox (fuente: es.wikipedia.org)
Aunque la comunicación con el Más Allá es un tema recurrente a lo largo de la Historia, el movimiento espiritista nace y se propaga con fuerza en el siglo XIX. Las principales responsables del surgimiento del espiritismo fueron las hermanas Fox. Alcanzaron gran fama al mostrar que los muertos se comunicaban con ellas mediante golpes (raps). Al cabo de los años confesaron que lo suyo era una burda estafa, pero la avalancha espiritista ya se había desencadenado, imposible de detener.
Allan Kardec (fuente: es.wikipedia.org)
El pedagogo y escritor Allan Kardec (pseudónimo de Hippolyte Léon Denizard Rivail, 1804-1869) se encargó de poner orden en las doctrinas espiritistas y divulgarlas, con notable éxito. Las sociedades espiritistas proliferaron como setas, al igual que los médiums, y no digamos las novelas, informes y artículos periodísticos que narraban los contactos con los difuntos. Tan popular fue el espiritismo en la segunda mitad del siglo XIX que recurrieron a él escritores de la talla de Benito Pérez Galdós (con fines satíricos, eso sí). Pero ¿qué tenía el espiritismo para alcanzar tamaña popularidad en tan poco tiempo?
Es normal que a los seres humanos nos angustie la muerte. ¿Todo se acaba con ella, o el alma sobrevivirá? ¿Qué hay Más Alla? Ansiamos pervivir, a ser posible en otro mundo mejor que este valle de lágrimas. Por otro lado, nos causa una enorme tristeza perder a nuestros seres queridos. Nos negamos a aceptar que desaparezcan. Deseamos que, de algún modo, sigan ahí, aguardándonos, y que la muerte no sea un adiós, sino un hasta luego. Eso da sentido a la vida, la hace más soportable.
Desde tiempo inmemorial, la religión ofrecía respuestas consoladoras a esas preguntas. Sin embargo, en la civilización occidental la razón y la ciencia fueron abriéndose paso poco a poco, y la visión que la ciencia ofrecía del mundo ya no era tan reconfortante. El orden del universo podía explicarse sin necesidad de recurrir a dioses. La puntilla la dio Charles Darwin en 1859, al publicar El origen de las especies. Incluso algo tan complejo como el ser humano podía surgir mediante procesos naturales. Un universo sin dioses ni almas era posible.
En medio de esta crisis de fe, el espiritismo entró como un elefante en una cacharrería. Afirmaba que la inmortalidad del alma podía probarse, pues era posible comunicarse con los espíritus de los muertos. Más aún: se hacía pasar como ciencia (aunque no lo era, como veremos en una próxima entrada), lo cual le otorgaba prestigio. Para muchos, fue un descubrimiento maravilloso, a la par que tranquilizador. ¡Podía demostrarse de forma empírica y rigurosa que el alma sobrevivía a la muerte!
Sesión espiritista (fuente: commons.wikimedia.org)
En suma, el espiritismo era un cóctel de religión y ciencia que a muchos les sentó de maravilla, pues obtenían el consuelo de la religión sin necesidad de renegar de la ciencia. Las librerías se llenaron de relatos en los que fantasmas de toda índole dictaban sus historias y enseñanzas a los médiums en trance. Y los libros se vendían bastante bien.
Sin embargo, no se trataba de auténticos relatos fantásticos, como muy bien expone David Roas en su tesis doctoral (La recepción de la literatura fantástica en la España del siglo XIX). No se busca desasosegar al lector mediante el efecto ominoso del fantasma. En cambio, los espiritistas pretenden hacer pasar sus relatos como verídicos. De hecho, algunos se redactan no como obras literarias, sino como informes científicos (pseudocientíficos, más bien). Como mucho, contribuyeron a renovar el interés por los auténticos cuentos de fantasmas, pero los relatos espiritistas no dan miedo. Los fantasmas no son terroríficos ni malvados. Hablar con los difuntos es tan normal como un experimento de química.
En próximas entradas comentaremos la relación que algunos científicos y escritores famosos mantuvieron con el espiritismo. Hubo de todo, como en botica. Ya verán… 🙂