Pío Baroja y lo fantástico

Necesitamos encasillar a la gente, acotar sus vidas, ideas y obras con un par de frases para quedarnos tranquilos. Así, por ejemplo, a muchos escritores se les coloca en una determinada corriente literaria, se describe su personalidad en pocas palabras (misógino, aventurero, de derechas, de izquierdas, lo que sea) y así pasan a la posteridad. Suele ser injusto, pues incontables matices se pierden por el camino.

Pío_Baroja_y_NessiPío Baroja y Nessi (fuente: commons.wikimedia.org)

Fijémonos en uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, Pío Baroja (1872-1956), admirado por autores de la talla de Hemingway (el sentimiento no era mutuo, por cierto) y Dos Passos. Para muchos aficionados a la literatura, Pío Baroja fue un típico representante de la generación del 98, caracterizado por su estilo sobrio y realista, cargado de pesimismo. Lo consideran un hombre triste y misántropo, y de su obra sólo conocen las novelas históricas y de aventuras con personajes vascos, así como las costumbristas, de un escepticismo deprimente, como El árbol de la ciencia.

Baroja es mucho más que eso.

Quizá, en nuestra literatura de los siglos XIX y XX, tan sólo Galdós le supere como escritor (es cuestión de gustos, por supuesto). Y de huraño y tristón, nada; según su sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, era una persona bastante jovial. Doctor en Medicina, con una sólida formación científica (en El árbol de la ciencia se nota, a juzgar por los nombres que cita, que estaba al tanto de lo que se cocía en los círculos científicos), ávido lector, con inquietudes filosóficas, poseedor de una vasta biblioteca sobre ocultismo y brujería… Se trata de un autor al que merece la pena conocer.

Baroja también escribió relatos de corte fantástico, sobre todo en su juventud. Acabo de leer la antología titulada Cuentos, publicada por Alianza Editorial en 1966 y reeditada en numerosas ocasiones. Lleva un interesante prólogo de Julio Caro Baroja e incluye un buen número de historias cortas, mayormente del libro Vidas sombrías (1900), aunque hay otras posteriores.

En su mayoría, estos cuentos no tienen que ver con la temática fantástica. Un inciso: los interesados en aquelarres y brujería vasca disfrutarán con La dama de Urtubi, pero el relato, en sí, no tiene nada de fantástico; posee una sólida base antropológica y es una aventura con final feliz (siempre que no seas sorgina, claro). 🙂

En otros relatos del libro hallamos elementos fantásticos, oníricos, alegóricos o inquietantes, pero hay tres cuentos que podemos calificar como fantásticos en sentido estricto: el lector se enfrenta a unos hechos sin explicación racional (como debe ser; el «fantástico explicado» no es fantástico), y eso genera inquietud. En El trasgo y La sima, los personajes se topan con entes sobrenaturales que los aterrorizan. ¿Son reales? El autor deja al lector con la duda, pues tal es el efecto buscado. Estas dos historias, al transcurrir en ambientes rurales, pueden resultar un tanto ajenas al lector urbanita, pero esto no ocurre con el cuento que abre la antología: Médium. Es, sin duda, el que mejor logra el «efecto fantástico». Inquieta. Da mal rollo, que es de lo que se trata. 🙂

En resumen: afirman que la literatura española se caracteriza por su querencia hacia el realismo. Sin embargo, lo fantástico está ahí, aguardando al lector que sepa hallarlo… y disfrutarlo.