Por supuesto, los cereales no son los únicos vegetales que cultivamos (o que nos usan para que los cultivemos). En otras familias botánicas hay ejemplos notables: cucurbitáceas, solanáceas, crucíferas, etc. Además, nuestros ancestros no sólo domesticaron plantas, sino también animales y hongos. Sin embargo, los cereales son los más importantes, no sólo como fuentes direstas de alimentación, sino también de forma indirecta (ya que los animales que comemos se alimentan a su vez de pastos y grano).
Considerar que los cereales nos domesticaron a nosotros, en vez de a la inversa, no es nuevo. La idea ya fue sugerida por el conocido naturalista y divulgador David Attenborough en una de sus series documentales para la BBC, La vida privada de las plantas (el libro se publicó en español en 1995).
Asimismo, también se recoge en el libro de Yuval Noah Harari, De animales a dioses (publicado en español en 2014).
Llama la atención que nos dejáramos domesticar por los cereales. ¿Acaso nuestros antepasados no se dieron cuenta de que con la agricultura vivían peor que cuando eran cazadores-recolectores? Alimentación más pobre, menor esperanza de vida, mayores amenazas…
Hay una historia (cruel) sobre la manera más adecuada de hervir una rana sin que ésta se escape de la cazuela. Si tratas de meter al pobre bicho en agua hirviendo, nada más tocar la superficie del líquido saltará y huirá. En cambio, si le ofreces una cazuela con agua fresquita, se dedicará a nadar felizmente en ella. A continuación sólo tienes que ir calentando poquito a poco el agua, de manera imperceptible. La rana no percibirá el aumento de temperatura hasta que sea demasiado tarde.
Algo así sucedió con la agricultura. Los cambios acaecieron poco a poco, generación tras generación. Cuando nuestros antepasados quisieron darse cuenta, ya no había vuelta atrás. Estaban atrapados. La agricultura los obligaba a permanecer en un lugar, al que debían defender con uñas y dientes. La población aumentó, por lo que no cabía volver a los métodos tradicionales de caza y recolección. Éramos demasiados. Tan sólo podíamos huir hacia adelante, y eso hicimos.
Puestos a seguir con reflexiones ociosas, algo similar pasa con la tecnología. Hemos dejado que se infiltre en nuestras vidas, y ya no podemos concebir la existencia sin ella. Hasta para comprar cualquier tontería en una tienda la necesitamos. Si el ordenador de la caja falla, tanto el dependiente como el comprador nos quedamos contemplando la pantalla con cara de resignación, parados, sintiéndonos inútiles, hasta que el ordenador vuelve a funcionar y da el visto bueno a la transacción. 😦
Sin tecnología, igual que sin agricultura, estamos perdidos. Sin embargo, nuestra actual sociedad tecnológica es muy frágil. Bastaría una violenta tormenta solar en el momento adecuado, o la detonación de unas cuantas bombas arcoíris, para que todos los aparatos electrónicos se averiaran de golpe, sumiendo al mundo en el caos.
Los cambios no tienen vuelta atrás. Bien sea por nuestra inconsciencia, bien porque otros seres vivos nos manipulan, es imposible retroceder a un pasado idílico, como algunos postulan. Somos siete mil millones, y subiendo. Sólo una agricultura y una tecnología avanzadas pueden mantener a tanta gente con vida. No nos queda otra que huir hacia adelante, a un futuro incierto, aunque diabólicamente interesante.
Es lo que hay.