Escalas, cadenas y árboles (II)

En la entrada anterior comentábamos que la visión mayoritaria del proceso evolutivo es la de una cadena, en la que cada eslabón representa a una especie más moderna y «evolucionada» que la precedente. La imagen parece un sendero hacia la perfección, construido al estilo de: «Fulano engendró a Mengano, el cual engendró a Zutano, el cual engendró a…» En cambio, la metáfora que está en la mente de los biólogos evolutivos actuales es la de un arbusto enmarañado, donde la idea de «progreso hacia la perfección» no aparece por sitio alguno.

Para hallar el origen de esta contradicción, debemos retroceder en el tiempo, más allá de la revolución científica, incluso más allá del triunfo del cristianismo, hasta llegar a la gran cadena de los seres. Este concepto, también conocido como Scala Naturae, es uno de los más poderosos (y persistentes) que los naturalistas heredaron de la Antigüedad clásica y los tiempos medievales, y ha condicionado mucho a las teorías evolutivas modernas.

La Scala Naturae arranca de filósofos griegos como Platón y Aristóteles, y fue aceptada por los pensadores cristianos, entre los que destacó Santo Tomás de Aquino (muy aristotélico, él). En la Scala Naturae, todo cuanto existe en el universo está dispuesto jerárquicamente, de abajo arriba, de lo vil a lo noble, de la imperfección a la perfección. La gran cadena de los seres comprende tanto a lo inanimado (hay metales viles y nobles como el plomo o el oro, respectivamente) como a lo animado. Entre las criaturas vivas, el hombre es la más noble; todas las demás ocupan eslabones intermedios en la cadena. Por encima de nosotros sólo están los seres espirituales, con Dios en la cúspide. Incluso los seres espirituales están jerarquizados. Según Santo Tomás de Aquino, existen nueve coros celestiales divididos en triadas, que giran en órbitas concéntricas alrededor del trono de Dios. De mayor a menor categoría son: Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles. Estos últimos son los encargados de mediar con los hombres. Pueden connsultarse los detalles en la Wikipedia (en inglés).

La gran cadena de los seres (fuente: commons.wikimedia.org)

Esta cadena sustentaba el orden social tradicional (con el rey en la cima, seguido de los señores feudales, etc.). Además, era ideal para justificar el racismo y la dominación de unas gentes sobre otras.

En el estudio de la naturaleza, la potente imagen mental de esta cadena se mantuvo. Así, el empleo de los términos superior e inferior referidos a distintos grupos zoológicos o botánicos se popularizó (y aún sigue; por ejemplo, todavía hablamos de «hongos inferiores» para referirnos a los que presentan estructuras reproductoras más simples). Los primeros evolucionistas, como Lamarck o Erasmus Darwin, también experimentaron su influjo: convirtieron la Scala Naturae en una escalera o rampa mecánica, al estilo de los grandes almacenes, al ligarla a las ideas de complejidad y de progreso. Por cierto, quizá algún día nos animemos a publicar entradas sobre estos dos científicos. Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin, es un personaje fascinante. En cuanto a Lamarck, ha pasado a la Historia como «el tipo que dijo algo equivocado sobre el cuello de las jirafas.» Esto supone una gran injusticia para uno de los mejores naturalistas de su época.

Disculpa la digresión, amigo internauta. A lo que íbamos: Charles Darwin se dio cuenta de que el concepto de cadena no explicaba bien la naturaleza, e intentó evitar esos términos, pese a lo difícil que era vencer una tradición intelectual tan arraigada. No lo logró del todo. En la próxima entrada nos centraremos en la evolución humana, y veremos cómo un arbusto enmarañado puede convertirse en una escalera mecánica, por donde los fósiles de nuestros ancestros ascienden hasta la perfección. 😉