Muchos autores de ciencia ficción han creado personajes femeninos con un número de pechos mayor del habitual. Desconocemos el motivo (tal vez se deba a que los autores de CF implicados son de sexo masculino), pero ahí están. Los encontramos en libros tan famosos como la Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams (personaje: Eccentrica Gallumbits), en la película Desafío Total, etc.
Y como tantas veces ocurre, la realidad supera a la ficción. Véase aquí. Sin comentarios.
P.S.: De acuerdo, es probable que esta noticia sea un bulo (hoax), pero se non è vero, è ben trovato. 🙂
Recientemente he revisionado algunas viejas películas de terror. Entre ellas, cómo no, estaban algunas sobre nuestro monstruo favorito: la criatura de Frankenstein.
Probablemente la mejor película sobre el tema sea la de 1931, dirigida por James Whale y estrenada en España con el título «El doctor Frankenstein». No menos buena es la divertida parodia «El jovencito Frankenstein», dirigida por Mel Brooks en 1974.
Naturalmente se trata en ambos casos de adaptaciones bastante libres de la novela de Mary Shelley. Y aquí es donde surge lo interesante: ¿Quién y qué es Frankenstein en las películas, y por qué? Se trata de un Doctor, un médico (Neurocirujano en el caso de la película de Mel Brooks). En cuanto a su criatura, se nos presenta como un ser monstruoso, un delincuente, debido a que se equivocan de cerebro al crearlo (sic), poniéndole el de un criminal, en un caso, y un cerebro «anormal» en el segundo. De cualquier manera en las películas la criatura es una masa embrutecida, un ser hecho de trozos de cadáver recosidos o atornillados. Normalmente actúa como un deficiente mental y las películas dan de él una imagen de cabeza cosida, con tuercas y de ralo pelo negro sobre una frente demasiado alta.
En la novela todo es distinto: Frankenstein no es un doctor, pues ni tan siquiera termina la carrera al huir después de haber dado vida a la criatura en su cuarto, cuando todavía es un estudiante. ¿Por qué la posteridad le ha regalado un título académico del que carece? También es frecuente que se refieran a él como médico, cuando en la novela es un estudiante de química. ¿Por qué cambian la ciencia? La criatura por su parte no ha sido hecha «a pedazos» en la novela, y no tiene ninguna anomalía cerebral de ningún tipo. ¿Por qué la posteridad ha convertido a la criatura en un deficiente mental? Aunque las diferencias son numerosas, sólo una más: en todas las películas e ilustraciones que recuerdo la criatura es de pelo negro o calva, cuando el único detalle de su aspecto físico que se describe en el libro, junto con su gran tamaño, es que tiene una larga cabellera rubia.
Parece que con el tiempo cada generación ha adaptado la historia de Frankenstein a su manera, y la imagen que perdura y domina sobre las demás es la que nos ofrece, más de cien años después de haberse escrito el libro, el cine de terror.
El joven estudiante que abandona la carrera se convierte así en doctor. ¿Para darle más credibilidad intelectual al personaje, tal vez? La química, ciencia que estaba de moda en el momento de escribirse la novela, se convierte en medicina. ¿Es más creíble para el espectador moderno? Los útiles químicos que emplea en su habitación el joven estudiante se convierten en chisporroteantes artilugios eléctricos en la torre de un castillo, probablemente porque quedaba mejor en pantalla. El monstruo se tiñe su pelo rubio y se nos convierte en moreno. ¿Para los anglosajones de principios del siglo XX era inadmisible que el monstruo deforme, física y moralmente, que redibujan tenga aspecto nórdico? Y lo más curioso de todo; el ser inteligente, sensible, que ha leído «El paraíso perdido» de Milton, y ha llorado «Las Penas Del Joven Werther» al leer a Goethe, se vuelve un deficiente que, en lugar de tratar de convencer a su creador con inteligentes razonamientos, capaces de conmover al lector, apenas sabe emitir un gruñido.
No solo se ha adaptado la historia que se relata en la novela: prevalecen en el imaginario popular unos sucesos, personajes y situaciones completamente diferentes. La brillante novela de Mary Shelley, que nos hablaba de ciencia, teología, filosofía y también de familia y soledad, la hemos convertido en algo completamente distinto. Que sea mejor o peor da lo mismo, pero es evidente que rehacemos continuamente las historias que más nos impresionan.
Que una obra de ciencia ficción posea una sólida base científica no es garantía de éxito. Además, tiene que enganchar, despertar el sentido de la maravilla o lograr que sintamos empatía hacia los personajes.
Habitualmente, al pensar en ciencia ficción nos vienen a la mente novelas, cuentos, películas o series de televisión. Sin embargo, el mundo de los videojuegos también ha de ser tenido en cuenta, siquiera por el volumen de negocio que supone. En bastantes ocasiones, el aporte de la ciencia ficción es poco más que estético: sirve para ambientar un shooter o un survival, y ahí se queda. El escenario puede resultar muy futurista, galáctico o postapocalíptico, pero lo que realmente importa al jugador es la habilidad del personaje para disparar y salvar el pellejo. Se trata, por tanto, de obras con elementos de ciencia ficción, más que de ciencia ficción.
Por fortuna, hay videojuegos que se valen de la ciencia ficción para narrar una gran historia (sin olvidar la jugabilidad, por supuesto). Y en algunos de ellos hay muy buena ciencia detrás. Un ejemplo notable es The Last of Us (2013), uno de los mejores juegos creados para PS3, y remasterizado para PS4 en 2014.
The Last of Us es un juego redondo. Los gráficos sacan todo el partido posible a la PS3, la ambientación es magnífica, la banda sonora no le va a la zaga, la historia está muy bien llevada y pronto les tomas cariño a los personajes. Y por si le faltara algo, tiene una base científica sólida, que lleva a una extrapolación inquietante. En este caso, tiene que ver con la Micología, la disciplina científica que se ocupa de los hongos. Puesto que uno de nosotros es micólogo de profesión, se decidió a comprar el juego y completarlo. Todo sea por el interés científico (a ver si cuela…). 🙂
¿De qué va The Last of Us? Quédense tranquilos los que piensen jugarlo; aquí no vamos a soltar spoilers, sino que nos limitaremos a comentar a grandes rasgos el argumento, y nos centraremos en la parte de extrapolación científica. Se trata de una historia que, en principio suena poco original: una enfermedad diezma a la Humanidad, y los supervivientes las pasan canutas en un mundo lleno de peligros, infectados, represión… La excelencia de The Last of Us radica en la manera de contarla, los personajes, la cuidada ambientación… y el agente causal de la enfermedad, un hongo que existe en el mundo real, y es capaz de modificar la conducta de sus víctimas, convirtiéndolas en zombis. Cordyceps, se llama la criatura.
Seamos más precisos. Cordyceps es un género de hongos ascomicetos que incluye varios cientos de especies, muchas de ellas parásitas de insectos y otros artrópodos (aunque las hay que atacan a otros hongos). Algunas tienen interés medicinal, tanto en la farmacopea tradicional china como en la obtención de antibióticos. Hasta hace poco se incluía en la familia Clavicipitaceae (la misma a la que pertenece el famoso cornezuelo del centeno), aunque ahora se ubica en su propia familia, Cordycipitaceae. Ciertas especies de Cordyceps se han separado en un nuevo género, Ophiocordyceps (qué se le va a hacer; de algo tienen que vivir los taxónomos, porque peor es de robar…). 😉
El hongo que se dedica a escabechar a la Humanidad en The Last of Us está basado en el de las hormigas zombis, que actualmente se denomina Ophiocordyceps unilateralis. Lo de «hormigas zombis» suena a película de serie B, pero es real. O. unilateralis toma el control del cerebro del insecto y lo obliga a modificar su comportamiento para incrementar la posibilidad de infectar a más hormigas. Podemos verlo en este vídeo de la BBC, narrado por el gran divulgador David Attenborough:
Una hormiga afectada por O. unilateralis cambia drásticamente su comportamiento. El hongo toma el control del cerebro del insecto, y hace que éste suba por el tallo de una planta hasta alcanzar una posición elevada, y se aferre a ella con las mandíbulas. Poco después, la hormiga muere. Una vez que el hongo ha consumido el contenido del insecto, forma un estroma alargado, en el cual se producen los peritecios (diminutos cuerpos fructíferos en cuyo interior se desarrollan las esporas, las cuales se dispersan por el aire). Desde esa plataforma, O. unilateralis tiene más posibilidades de infectar a posibles anfitriones.
Los guionistas de The Last of Us se inspiraron en este ciclo vital y propusieron una especulación razonable. Uno de estos Cordyceps muta y ataca a los seres humanos. Al igual que O. unilateralis, modifica la conducta de los infectados. En este caso, pierden el control de sus actos y atacan a otros seres humanos, mordiéndoles (esto no ocurre sólo en los hongos; el virus de la rabia, sin ir más lejos, provoca este cambio de comportamiento en un perro, como es bien sabido). De este modo, el hongo se propaga con mayor eficacia. Por si faltaba algo, la enfermedad no tiene cura; cuando el hongo se instala en el cerebro, no hay forma de sacarlo de ahí. Se desencadena así una pandemia fúngica que conduce a un escenario postapocalíptico. Y quien quiera saber más, que pruebe a jugarlo o, en su defecto, échele un vistazo a algún let’s play de los que abundan en YouTube. Éste es bueno:
Por cierto, una anécdota: en los títulos que aparecen a partir del minuto 22, hay imágenes de diversos hongos. Pueden distinguirse plasmodios de mixomicetos, esporangios de Pilobolus… En cualquier caso, impresionan. 🙂
Parásitos que toman el control del cerebro de sus anfitriones… O. unilateralis y el virus de la rabia no son los únicos. Obviamente, cuando empleamos expresiones como «tomar el control» o «convertir en zombis» da la impresión de que los parásitos son unos seres maquiavélicos, dotados de una inteligencia perversa que emplean para lograr sus horrendos fines. Por supuesto, ni los hongos ni los virus piensan (de hecho, los virus ni siquiera son seres vivos, pero ésa es otra historia). Estos comportamientos tan complejos, por mucho que nos maravillen, nada tienen de sobrenaturales. Pueden explicarse mediante la evolución por selección natural.
En los parásitos, como en cualquier hijo de vecino, existe diversidad genética. Si alguno de ellos, por azar, posee genes que provoquen un pequeño cambio en el comportamiento del anfitrión (por ejemplo, esos genes pueden codificar la producción de algún metabolito que interfiera con la transmisión del impulso nervioso en sus víctimas), y dicho cambio mejora la dispersión de las esporas del parásito… Bien, eso supondría que aumentarían las probabilidades de dejar más descendencia frente a otros individuos de la misma especie. Si disponemos de mucho, pero que mucho tiempo (y la vida en la Tierra surgió hace 3800 millones de años, si no antes), el medio irá seleccionando generación tras generación a los individuos con genomas que maximicen su éxito reproductor. ¿El resultado? Comportamientos que despiertan en nosotros sentimientos de maravilla, asombro, miedo o asco, pero que son, a fin de cuentas, adaptaciones al medio. Darwin dixit.
Para terminar este post, cabe mencionar que Cordyceps y similares no son los únicos hongos que se dedican a «martirizar» animales. Los hay que cazan gusanos con trampas adhesivas o en forma de lazo. Otros son auténticos asesinos de insectos, como el hongo de las moscas. Por cierto, y permítannos un poco de autopropaganda (que para eso es nuestro blog), en nuestra novela Tras la línea imaginaria nos inspiramos en el comportamiento del hongo de las moscas para poner las cosas difíciles a los personajes. 😉
En fin, que la ciencia ficción, además de hacernos pasar buenos ratos, también nos permite aprender ciencia.
Somos Eduardo Gallego y Guillem Sánchez. Hace años que escribimos a dúo relatos de ciencia ficción, que transcurren en nuestro particular universo narrativo, el UniCorp (Universo Corporativo). También hemos creado alguna que otra obra de fantasía. Si te interesa, amable internauta, puedes echar un vistazo en el enlace al UniCorp que hay bajo la imagen de cabecera.
En este blog, intitulado «Lo fantástico», hablaremos de todo lo divino y lo humano. Bueno, eso tal vez sea exagerar. Trataremos temas relacionados con la ciencia y la ficción, que por algún motivo despierten nuestro interés. Si su lectura te sirve para algo, o te hace pasar un rato agradable, habremos cumplido nuestro objetivo.
Las primeras entradas se irán incluyendo a lo largo de un periodo de pruebas, esperamos que breve, mientras nos familiarizamos con WordPress.
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